Prólogo

3K 164 67
                                    

Aunque me digas que no he de sentir pena, mi ética así lo dicta, quiero hacer caso a tus palabras más mis sentimientos suelen seguir la ordenanza de mi ética, por lo que sentiré pena.

...


— ¿Qué pasa? A caso... ¿no tienes planeado un futuro?

— Eso a usted no le importa —contesté.

— Como tengo entendido, —prosiguió— solo te falta un año para pasar a la universidad —mi mirada se posó en su ventana. No le contesté —. Y he oído que últimamente no te va demasiado bien en los estudios —silencio—. Antes eras una alumna de diez, — noté su compasiva mirada acribillándome, instándome a mostrar algún sentimiento o gesto que contestara a sus indiscretas preguntas— ¿Seguro que... no tienes ningún problema en casa? —seguí con la boca cerrada. Ella soltó un pequeño suspiro—. Mira, Rin, yo tan solo intento ayudarte per...

— No —le corté—. No siga por ahí ¿"Ayudarme"? A usted solo le pagan por ser orientadora en esta mierda de instituto, no para ser mi psicóloga personal.

Ella cogió aire, a punto de soltar otro de sus estúpidos sermones; sin embargo, en el mismo segundo en el que comenzó a vocalizar la primera palabra, la bendecida campana hizo acto de presencia, opacándola e indicando que las clases ya habían terminado y que yo poseía el total derecho de largarme de ahí. Aprovechando su despiste e indignación, me levanté, cogí mi mochila y crucé la puerta todo lo rápido que pude.

— ¡Nos vemos mañana! —me gritó en un último intento de que le prestara una mínima atención.

Ni pensarlo.

Seguí caminando con aquella misma prisa, evitando a cualquier profesor que pareciera tener intenciones de entablar una conversión conmigo, hasta finalmente llegar a la puerta principal. Allí, como ya era costumbre, estaba ella, de pie, observando distraídamente uno de los mechones de su cabello. Daba igual cuanto tardara en llegar, siempre era sorprendentemente paciente y me esperaba.

La adoraba.

Miku era demasiado perfecta, lo que podría llegar a ser un "estereotipo perfecto"; siempre dulce, amable, impecable y con una enorme sonrisa decorando su rostro. La verdad es que éramos una combinación de mejores amigas un tanto extraña; dos polos demasiado opuestos.

— ¡Rinny! —me llamó con entusiasmo, dando pequeños saltitos hacia mí.

— Hola, mi querida lunática —la saludé con un apacible tono.

Puso una mueca molesta.

— Con decir "hola" ya bastaba, gracias —murmuró sarcásticamente, dando inicio, conmigo a su lado, a nuestra monótona caminata de vuelta a casa.

Su voz no tardó en resurgir, haciendo eco en mi mente; sus palabras me parecieron lejanas, como una familiar melodía que intentaba entrar inútil y constantemente en mi cabeza.

Miku era una chica extrovertida, yo era algo más reservada y callada; es extraño, pero aun siendo tan distintas, siempre fuimos grandes amigas. Ella se había mantenido a mi lado sin importar la gran cantidad de gente que la rodeara o lo popular que fuera. Le daba igual los rumores que se esparcían sobre mí o los problemas en los que me metía; me aceptaba tal y como era, me apoyaba y me animaba. Sin duda alguna, se había convertido en uno de mis grandes sustentos.

— ¡RIN! —abrí los ojos sobresaltada, como si acabara de despertar de un sueño.

— ¿Qué decías? —vi como fruncía el ceño, molesta.

Hazme sentir viva | RinxLen [EN PROCESO DE EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora