Capítulo 2

1.6K 126 195
                                    


Resulta irónico que muchas de las personas que dicen que le digan las cosas a la cara sean las primeras que después se ponen a criticar a los demás por la espalda.


~~~


Acaricié su oscuro pelaje con delicadeza, sintiendo sus pequeños y débiles ronroneos.

— ¿Tú crees que la vida fue creada por alguien?

Suspiré, dejando que se comiese el trozo de mortadela que había desecho de mi sándwich. Empezó a lamerme los dedos, degustando los restos.

Observé detenidamente aquellos impactantes y azulados ojos.

— Lo entiendo, ¿qué sabrás tú? —continúe—. Tan solo eres un pequeño gato callejero que ha decidido fiarse de mí.

Maulló.

— Oh, Kuro, tú lo tienes tan malditamente fácil. Sobrevives de lo que puedes, pero aun así eres más libre que muchos seres humanos. No puedes quejarte, ¿eh? —empecé a decirle, como si él realmente me estuviera escuchando cuando, desde mi punto de vista, en realidad solo le importaba la comida y los mimos—. Ya sé que puedo parecer algún tipo de chica depresiva o suicida que odia a la vida o algo así, pero...—suspiré al no dar con las palabras exactas—. No es que odie al cien por cien mi vida, ¿sabes? Tengo una casa que muchos envidiarían, un móvil que muchos desean y que no se pueden permitir, y un armario enorme lleno de ropa cara —con el dedo índice, empecé a dibujar círculos imaginarios sobre su pelaje—. Y, aunque no lo parezca, también tengo unos estupendos amigos y un...—vacilé — un novio muy atractivo. Prácticamente tengo lo que parece ser una vida perfecta, ¿verdad?

Me dejé recargar sobre el respaldo del banco.

6:20

Aun me faltaba cuarenta minutos para ir al instituto. Había salido de casa demasiado pronto. Me ajusté ligeramente la bufanda, tapando parte de mi boca. Hacia demasiado frío por las mañanas y el uniforme escolar no ayudaba a mantener el calor. Era una suerte tener a Kuro sobre mi regazo; se sentía bien. Una pena que dentro de un rato esa paz se fuera a acabar.

De repente, sentí como mi mano se convertía en un imán para el frío a causa de las lamidas del gato. Me restregué la parte húmeda sobre mi chaqueta.

— Oye, gato tragón, sé que tenías hambre, pero...—me detuve, dándome cuenta de que ya se había dormido. Que envidia.

No pude evitar sonreír con dulzura, esa cosita peluda era extremadamente tierna ¿Cómo demonios fueron capaces de abandonarte?

—Vaya, vaya, ¿Rin Kagamine sonriendo? Esto sí que es nuevo.

Fruncí los labios al oír su voz.

— Buenos días a ti también, heladero chiflado.

— No es locura.

— Es adicción.

Kaito soltó una pequeña carcajada, apoyando sus antebrazos en el respaldo del banco, inclinándose con tal de estar paralelo a mí.

— ¿Qué es lo que quieres? —le pregunté.

— ¿Es que no puedo pasar a saludar a una amiga?

— No sin pedir nada a cambio —le reté.

Me acarició la cabeza, despeinándome y ampliando su sonrisa.

— Dime, ¿Qué hace una preciosa chica como tú vagando por un parque solitario como este a las seis de la mañana?

Hazme sentir viva | RinxLen [EN PROCESO DE EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora