Habían pasado cinco meses y estaba a punto de volver al club después de este último examen, pero primero tenía que estudiar. No había visto a los chicos en todo este tiempo, pero con las chicas he quedado algunas veces, aunque no he tenido casi tiempo, entre la universidad y mis dos meses de estudio en Austria, no había tenido tiempo para nada.
En tres Días tenía el examen más importante y último de mi carrera, tenía que estudiarme siete temas y me faltaban dos. Estaba muy estresada, no me cabía más en esa caja a la que llaman cerebro, yo antes la llamaba así, ahora ya no es un cerebro, no sé qué es. Me quedaban tres Días y toda mi carrera dependía de ese examen.
Decidí darme un pequeño respiro y salir a dar una vuelta. Era una cálida y tranquila tarde de Marzo, y, sin darme cuenta había llegado al lugar donde más quería estar y hacía mucho que no estaba, al lado de mi abuelo.
— Hola yayo— Sonreí triste mientras pasaba la yema de mis dedos por la fría lápida. — Te estás perdiendo esta temporada, los chicos están haciendo un buen trabajo, no estamos en Champions — Dije triste— Pero estoy segura de que la Europa League va a ser nuestra y la liga también. Estarías orgulloso. Yo voy a volver al voluntariado, y voy a hacer lo imposible por sacarme la carrera, por ti. — Sequé una lagrima rebelde.— Te echó de menos, mucho. Mamá no parece ella, se ha olvidado rápido de ti, todos lo han hecho, Incluso Sara. Todo ha cambiado, me siento sola, y para colmo he perdido a la única persona que más me ha ayudado con todo esto. Si estuvieras aqui, todo sería como antes. Yayo, por favor, vuelve. — Había aguantado demasiado sin derramar las lagrimas y al final acabaron saliendo.
Me quedé allí media hora, llorando, pegada a su lápida. Como si eso hiciera que fuera a volver... tras despedirme de él volví a casa para estudiar.
Estuve dos horas sentada estudiando sin parar, una vez que había cogido el hilo, no quería parar o no volvería a centrarme. Estaba terminando cuando llamaron a la puerta, bajé y como es costumbre abrí sin mirar, y antes de poder hacer o decir nada, unos labios ya se habían posado sobre los míos.
No era muy difícil averiguar quién era. Esos labios lo habría probado pocas veces, pero no se olvidan. Me agarro de la cintura y me acorraló en la pared, cerrando a la vez la puerta con la pierna.
— Josema— Me separé con la respiración ajetreada.
— No digas nada. Por favor. Déjame besarte un poco más, solo un poco. Después lo hablamos. Te he echado de menos— Volvió a unir nuestros labios.
Me di cuenta de que después de tantos meses huyendo de él, queriéndome olvidar de él, e intentando estar enfadada, no podía. Nunca podría estar enfadada con él, ha estado siempre ahí. Y le necesito y le he necesitado todo este tiempo. Pero el pensar que el no me quería de la forma en que yo le quería a él, eso me mataba por dentro.
Sus manos bajaron a mis muslos, tiro de ellos haciendo que me subiera a sus caderas y entrelazará mis piernas. Mis manos, en cambio estaban agarradas fuertemente del cuello del uruguayo. Y nuestros labios estaban deseándose unos a los otros, era un beso lento, cuidadoso, con amor. Pidió permiso con su lengua y acepté, una vez estaba dentro de mi boca ambas jugaban. Lo que más nerviosa me ponía era la velocidad a la que íbamos. Nos lo estábamos tomando con total tranquilidad, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Como si estuviéramos solos en este o como si el tiempo se congelara.
Paramos para coger aire, abrí mis ojos encontrándome con los ojos marrones de Gimenez. E instantáneamente juntamos nuestras frentes.
Aún conmigo en sus caderas, Josema andó hasta el salón y se sentó dejándome a mi encima.— Verás... Sé que te debo una disculpa, sé que vos te fuiste por mi culpa, sé que soy un imbecil, y que me odiás. Pero te dije aquello ese día porque tenía miedo. Miedo de no ser suficiente para vos, miedo de que te cansaras de mi o te arrepintieses de estar conmigo. Nunca pensé que reaccionarías así. Te fuiste y ninguno de los chicos sabía nada de vos. Por unos meses pensé en olvidarte, en dejarte y que vivas tu vida. Escuchaba a las chicas hablar de ti, y pensaba que estabas bien. Que no tenía por qué entrar en tu vida. Pero hoy, le anduve dando vueltas, y no he dejado de pensar en ti desde que te fuiste aquel jueves. He decidido arriesgar para poder ganar. Y si gano, mi premio sos vos— Cuando terminó de decir todo eso, mi pulso estaba acelerado. Podía ver tristeza y esperanza en su cara.
— Jamás podría odiarte, jamás podría cansarme de ti, y jamás de los jamases, me arrepentiría de estar contigo. Eres la persona que más me ha apoyado en mis momentos duros, te he echado de menos estos meses. Aunque me haya intentado distanciar no he podido. Y si, me tienes ganada— Reí y le besé.
— Eso de que no hayamos podido distanciarnos ha sido el destino— Volvió a juntar nuestros labios.
Duramos poco en el sofá, subimos a la habitación, donde la ropa se desintegró, y lo único importante eran nuestros cuerpos, desnudos, perdiéndose en el del otro...
(...)
Escuchaba una música lejana, una canción, nuestra canción. Abrí los ojos lentamente mientras pensaba en todo lo de anoche. Me giré y Josema no estaba. Decidí levantarme y ponerme algo de ropa. Cada escalón que bajaba, notaba la música más alta. Una vez en la planta baja, me guié por el sonido y fui hasta la cocina.
No había nadie en la cocina simplemente la música sonaba, desde un móvil, el cual estaba en una bandeja con un desayuno para dos, de tortitas, fruta, zumo y café. Sonreí inocente y unas manos se posaron sobre mi cintura.
— ¿Te gusta? — Susurró en mi oído y no pude evitar estremecerme.
— Como no me va a gustar. Encima con nuestra canción— Le besé cortamente.
— ¿Te acuerdas de la primera vez que la escuchamos?
— Íbamos en tu coche, veníamos de una cena con todos y tú insiste en llevarme a casa. Pusimos la radio y sonó Melendi. Desde ahí siempre escuchamos esa canción cuando estamos juntos en el coche.
Sonreí recordando ese momento en el que Josema paso a ser alguien importante en mi vida. Antes de esa cena, nos habíamos visto tres o cuatro veces. Y todo eso paso hace dos años.
— Soy sincero con tus dudas...
— Cuando triste me preguntas...— Juntamos nuestras frentes y nos pusimos en posición de bailar.
— ¿Qué sería de nuestras vidas si se acabara el amor?...
— Las entiendo, porque a mi también me da miedo...
Y así sin ningún porqué nos pusimos a bailar. Porque así era Josema, espontáneo. El alegraba mis mañanas. Después de todos estos meses me había dado cuenta ahora de que no podía alejarme de él.
Se que voy tarde pero subo este capitulo hoy para felicitar a mi uruguayo. Felices 23 cabezon. Gracias por dejarte la piel en cada partido y por defender este escudo. Por ser tan Bueno y agradecido con la afición y con la no afición. Gracias por ser tú mismo en todo momento. Y gracias por ser un auténtico bebote💜🎂Feliz Cumpleaños al 24 del Atlético De Madrid. Feliz cumpleaños a José María Gimenez.
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El amor es un arte. (Jose maria Giménez)
FanfictionA ella, una voluntaria normal del club de su vida, y ha hecho muy buena amistad con los jugadores, no sabe lo dura que se le va a hacer la muerte de alguien muy cercano, va a tener muchos problemas, muchas depresiones. Pero siempre va a tener ahí a...