Capitulo 19

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Habían pasado tres meses desde que vi a Josema por última vez. Yo me fui a casa con mi madre, y viajé a Japón a ver a mi hermana y a Fernando, de vez en cuando subía hasta Mi Pueblo para hacerle una visita a mi abuela... Me había estado moviendo bastante. Durante esos tres meses, lloré por Josema, pensé en llamarle, pero cuando estaba apunto de hacerlo, pensaba que yo no era lo suficientemente buena para él, que me había comportado como una niña. Él sólo quería lo mejor para mí, cuidarme, quererme, y yo no lo veía.
Ahora él estaba con la selección en Brasil por la Copa América.

— Carla—. Mi madre me sacó de mis pensamientos.

— Dime mamá.

— ¿Vas a querer postre?— Me preguntó levantándose de la mesa. Yo negué con la cabeza y ella bufó. — Te estás quedando muy delgada Carla.

— Eso mismo digo yo— Soltó mi padre sin apartar la vista de la tele.

Y no se equivocaban. Desde que lo dejé con Josema había perdido ocho kilos, y en mi ocho kilos se notaban rápido.

— Lo sé, pero es que no me apetecen de verdad. Creo que me voy a ir a la cama— Me incorporé— Buenas noches— Les di un beso a ambos y fui a mi habitación, dispuesta a dormirme.

Me tumbé por un buen rato y cerré los ojos. Giré para la izquierda, giré para la derecha, boca arriba, boca abajo... No conseguía dormirme. Decidí salir a la terraza pasando por el espejo, me quedé mirándome en él, me levanté la camiseta, estaba delgada, muy delgada. Me acaricié la tripa pensando en cuando hace unos meses me di el susto de mi vida y ahora podría estar mucho más gordita. Bajé la camiseta y fijé mi vista en una fotografía pegada en la esquina superior izquierda. Éramos Josema y yo, la foto era de hace justo un año, lo ponía detrás, me fijé al cogerla. Salíamos los dos tan felices, tan guapos, tan enamorados...Era un selfie, lo hice yo y salgo riendo ya que el uruguayo me estaba mordiendo el moflete. Una sonrisa triste apareció en mi cara.

Le echaba de menos, mucho.

Dejé la foto en su sitio y salí a la terrza. Me senté en una silla y subí los pies agarrándome las rodillas. Me cubrí las piernas con la sudadera que llevaba puesta ya quera demasiado ancha, era del uruguayo, ya casi se me había olvidado de no ser por su olor.

De un momento a otro se me vino una idea loca a la cabeza. Creo que por las horas de la noche que eran, esas horas en las que nuestra cabeza solo piensa locuras y nos hace falta valor para hacerlas. Bien, yo tenía ese valor que nos suele faltar.

Tenía miedo de que no saliese de bien, de que sólo ocurriese en las películas, de hacer todo para que al final nada.

Miré el calendario para decidirme y no tardé mucho en coger el portátil y confirmar todo.

Era una locura, pero una locura bonita.

Me fui acostar con una mezcla de  ilusión y miedo en la tripa.




Al día siguiente me desperté con el sonido de la alarma, me vestí y fui a desayunar. Mis padres habían ido a trabajar así que lo primero que hice fue dejarles una nota. Tras escribirla desayuné rápido, tenía demasiado qué hacer y poco tiempo.

Durante las dos horas siguientes organicé todo y puse mi mente en blanco ya que si me ponía a pensar terminaría por no hacerlo. Llamé a Noa para pedirle un favor y mi amiga no tardo mucho en llegar.

— Veamos— Comentó entrando por la puerta.— ¿Cuál es ese favor que quieres?

— Necesito que me lleves al aeropuerto.

Noa se me quedó mirando sin entender nada.

— ¿Vas a ver a tu hermana a Japón? Carla va a venir la semana que viene con Fernando.

— Quiero ir más bien a la otra parte del mundo. Sur America.

— ¿Y para qué quieres tú...? — Me miró sin entender— ¡Ahhh! Joder Carla ¿Qué ha pasado? 

Me encogí de hombros

— Quiero ir antes de arrepentirme del todo. Llevo tres meses perdida.

— Estoy orgullosa de ti Carla. Vamos al coche, yo te llevo. Todo saldrá bien ya verás.

Salimos de mi casa y nos montamos en el coche de Noa rumbo al Aeropuerto de Madrid-Barajas Adolfo Suárez.

El trayecto hasta este no se me hizo largo.

— Bueno, pues ya hemos llegado. Serían treinta y siete con sesenta—. Extendió la mano riendo y yo le choqué.


— Te lo pagaré con una cena, tonta. Muchas gracias— La sonreí.

— No hace falta boba. No se dan, para este tipo de cosas están las amigas. Aunque tengo miedo he dejado a Antoine solo con Amaro— Reímos.

— Pues no te entretengo más— Abrí la puerta del coche— Muchas gracias Noa, de verdad.

Salí del coche y cogí las cosas del maletero.

— ¡Carla!— Noa me llamó desde el coche cuando ya me estaba alejando. La miré— Mucha suerte.

Sonreí. Daba gracias por tener a gene en mi vida que me apoyaba con cada decisión que tomaba, por estúpida o pequeña que fuera.

Me adentré al aeropuerto y miré el reloj, mi vuelo salía en una hora y cuarenta y cinco minutos aproximadamente.

Pasé todos los controles y me recorrí los pasillos del aeropuerto. Ya había perdido la cuenta de las veces que había enseñado mi billete y mi pasaporte, pero por suerte habñia llegado a la puerta de embarque y me encontraba sentada esperando a que pudiese entrar al avión.

Trataba de no pensar en nada, pero aún así mi mente no para de recrear escenas de nosotros, de este tiempo y de qué pasará cuando llegue.

Mi teléfono comenzó a sonar; Era mi madre.

— ¿Si?

— Carla, hemos leído la nota.

— Si me vais a regañar o desheredar o cualquier cosa, te puedes ir ahorrando el discurso.

— No, no. A por ello. Sabemos el bien que te hace y lo importante que es para ti y te queremos ver feliz.

Sonreí al escuchar esas palabras salir de mi madre. Desde que murió mi abuelo nos habíamos distanciado bastante.

— Gracias Mamá.

"Atención, pasajeros con el vuelo J5638 con destino a Aeropuerto Internacional Salgado Filho, Río Grande del Sur, Brasil. Su vuelo saldrá en veinte minutos y la puerta de embarque queda abierta. Gracias."

— Te tengo que dejar, voy a entrar ya.

— Está bien. Llámame cuando llegues y cuéntame qué tal.

Guardé el teléfono móvil y me puse en la cola que se había formado en mi puerta de embarque. Esperé mi turno y le dí a la azafata la tarjeta de embarque y mi pasaporte, los cuales ya tenía preparados. Me deseo un buen vuelo y yo le devolví la sonrisa.

Entré al avión, busqué mi asiento y me senté a esperar a que el avión despegase.Puse mi móvil en modo avión y conecté los cascos. Iba a ser un vuelo largo, de casi catorce horas.

Veinte minutos después el avión estaba despegando. Ya no había vuelta atrás.

Brasil, allá vamos.


El amor es un arte. (Jose maria Giménez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora