Help!

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Al día siguiente me sentía muy feliz, no sabía el por qué, me Levanté alegremente  de mi cama, oía los pajarillos cantar, y el sol notarse en mí ventana, hasta que, me vino unas náuseas increíbles. — ¿Qué me está pasando? ¡No, no! — Decía mientras tapaba mi boca hasta llegar al baño, cerrando con llave y vomitando.

— ¿Estás bien? — Era John, quién al parecer se había quedado a dormir con Paul.

— No, no lo estoy. — Dije entrecortada, mientras seguía vomitando.

Me tardé unos cinco minutos, mis manos temblaban y estaba algo pálida. — ¿Qué carajos me pasó? — Me lavé la cara y cepille mis dientes, estaba tan segura que el rompope que me había tomado la noche anterior era el causante de todo esto.

Escuché unos pasos venir y golpear la puerta. — ¿Mathilda? ¿Qué te sucedió? — Salí del baño con cara de pocos amigos.

— Es la cruda, solo eso McCartney... — Dije seria. — Necesito una botella de agua, ¿Sabes cuanto cuestan, John?

John se acercó a mí, poniendo su mano en mí frente. — Deberías de ir a un médico, no es normal.

— En mí sí es normal, estuve en el Cavern Club anoche y me pasé un poco de tragos, también el rompope, no me di cuenta de lo que hacía... — Suspiré. — No es necesario, se me pasará hasta la tarde.

— ¿Estás segura?

— Pff, claro, sí llegara a vomitar otra vez ahí si quieren pueden llevarme a rastras al médico, ahora no. — Les Sonreí, al parecer se había tranquilizado John, pero Paul no.

— Voy a ir por mis cosas. — Dijo John, dejándonos a nosotros.

Paul me tomó del brazo, cerrando la puerta de mi habitación a sus espaldas. — Mathilda, ¿Estás segura que es solamente eso?

— Ahuevito con jamón. — Sonreí. — ¿En qué piensas, McLennon? — Le golpetee levemente el hombro con mi codo, con un mirar pícaro.

—Mathilda, yo no creo que sea eso. — Suspiró. — ¿Cuántos días han pasado desde tu cumpleaños?

— Apenas como mes y medio. — fruncí el ceño. — ¿Por qué?

— No, por nada ya, olvidalo. — Iba a salir de la habitación, le detuve antes de que lo hiciera.

— ¿No estarás suponiendo que esté embarazada, oh sí? — Me miró por unos segundos, después río nerviosamente.

— No, claro que no. — Abrió la puerta de la habitación y se fue con John.

Los dos salieron con sus trajes, Paul me habia encargado la casa, tomé mi tamal oaxaqueño para comermelo mientras veía la televisión.

Estaba pasando comerciales muy aburridos, hasta que me dieron ganas de vomitar otra vez, fui al baño a vaciarme casi toda, aunque después de eso, sentí una satisfacción dentro de mí, como si hubiera sacado de mi cuerpo lo que me hacía daño.

Cuando regresé limpiando mi boca con una servilleta, había un comercial del Cavern club a blanco y negro.

Me quedé dormida un buen rato en el sofá con una cobija ligera.

Abrí los ojos levemente, alguien al parecer había entrado a la casa, si no varios.

Eranse personas distinguidas, me sentía muy mal y había un dolor intenso en mis extremidades.

Dos personas me cargaron, hasta meterme a una camioneta negra, dónde sacaron una jeringa con un liquido rojo, incrustrando la filosa aguja entre mi brazo, soltando un grito desgarrador de dolor.

El líquido pasaba por las venas hasta llegar al corazón, dónde prácticamente quemaba cualquier frontera, haciéndose presente un posible mareo y un terrible delirio.

Al despertar me encontraba en una habitación blanca, cualquier artefacto u cosa era de ese color, igual que la cama y las prendas, incluso los zapatos.

Junto había un ventanal grande de cristal, dónde varios se encontraban ahí, observandome con pintas de doctores. — ¿Hola? ¿Qué hago aquí? — Me Levanté sin ninguna prisa, acercándome cada vez más al dicho cristal, colocando mi mano izquierda sobre el, observandolos con detención. — ¿Hola? ¿Alguien puede entenderme? — Comencé a dar algunos pequeños golpes para que lograran mi atención, uno rubio de lentes miró de reojo mi conducta candente, fijando su mirar en mi detenidamente, hasta dejar los papeles que sostenía sobre el escritorio y entrar al misterioso cuarto. — Bienvenida a tu nuevo hogar, Mathilda. — Sonrió levemente, al par que sus pupilas estaban llenas de envidia y perdición.

Me acerqué unos pasos inseguros a él, frunciendo el ceño levemente. — ¿Qué hago aquí?

— No importa el por qué o el cómo ; Necesito que hagas un trato conmigo y ya después solucionaremos todo al par, ¿Te parece si pasamos a mi oficina? — Abrió la puerta con suma rapidez, sediendome el paso con cada segundo que sucedía, sentía que algo estaba mal ahí.

Los doctores dirigían sus mirares fríos justo a mí, exactamente a mi vestimenta y apariencia.

Sentí su mano tan fría posarse sobre mi hombro, mientras caminabamos por lo que parecía ser un edificio de trabajo.

Tuvimos que caminar todo el largo pasillo, soportando aquellos ojos tan inquietos de cada secretaria, persona u cosa.

Al llegar, me hacía presente que esto no tenía buena pinta. — Verás, sabemos sobre tu existencia aquí... — Tomaba un lápiz sutilmente a la par de una hoja blanca. — Tenemos una propuesta muy convincente para ti, y que podría ayudarte en un futuro.

—Ya diga, que me desespera. — Metí mis manos en mis bolsillos, levantando las cejas, a lo cual al instante borró su sonrisa..

— Eres muy insolente. — Se dirigía a mí. — Escucha bien, te ofreceremos todo lo que quieras, hasta dejarte tranquila; Documentos falsos, una beca escolar considerable para continuar tu carrera, un puesto como médico cirujano en los mejores hospitales... Solamente tienes que hacer una cosa.

— ¿Qué cosa? — fruncí el ceño levemente.

Mostró un mirar sombrío, acompañado de una sonrisa inquietante. — Sé nuestro experimento.

[. . .]

Desperté con un increíble dolor en mi pecho, logrando escapar un suspiro de mi boca, levantándome de golpe de lo que parecía ser la cama, mi respiración no se tranquilizaba, y me sentía muy.. Mal. — ¿Qué sucede? — No puede ser...

Había vuelto al futuro.

— Escucharme, ¿Qué te sucede? — Era mi tía, quién había encendido la luz de la habitación, preocupada.

— ¿Qué pasó? — Miraba a todos lados, había un sobre de sangre colgado en la pared, con un tubo que se dirigía a mi brazo, mi ritmo cardiaco subía y mi demencia aumentaba. — ¡No, cariño, tranquilizate! — Traté de quitarme los aparatos que tenía conectados, me había tomado de los brazos contr a la cama, a punto de estallar en llanto., — Estás bien aquí, ya nada malo te sucederá.

— ¿¡Qué son estas mamadas!? ¿¡Qué pasó realmente!?

— A ver, tranquilizate.. — Se sentó en la cama, abrazandome y poniendo mi cabeza en su pecho. — Tienes.. Catalepsia, cariño.. No pasa nada..

— ¿¡Qué?! No, ¡Dime qué pasó aquí!

— Pensaron que estabas muerta, comenzaste con síntomas extraños y los médicos deducieron que se trataba de catalepsia, y estaban seguros que despertarías.

— Y mi padre... — Estaba en completo shock.

— Todavía no lo encuentran, tienes que permanecer aquí, aquí estarás bien.. — Estaba a punto de acariciarme el cabello, le interrumpí cubriendome con las cobijas completamente. — Está bien, vendré cuando  te encuentres.. Mejor. — Dicho esto apagó las luces de la habitación y cerró la puerta, seguido me puse a llorar con todas las fuerzas del mundo.

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Les aconsejo seguir al siguiente capítulo, hay una 0.000001 de probabilidad de que se les quite lo sad. (?

 Una Joven Fanática © »Paul McCartney « [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora