Celos vestidos de blanco

41 7 8
                                    

Paul's POV

Desperté de repente por la sensación de punsada en mi abdomen. Abrí levemente mis ojos, dándome cuenta que tenía sobre mi rostro una máscara de oxígeno —Que por cierto hacía demasiado ruido—.
Mis dos brazos se encontraban conectados a diferentes bolsas, una era de suero y otra aparentemente de sangre.

Al ver directamente al techo, y a varias partes de la habitación, me di cuenta que estaba en un hospital. Mathilda tenía su cabeza apoyada a la orilla de la cama, con los brazos en forma de triangulo y su cabello estorbando en su rostro. Tenía su mano entrelazada con la mía, y lo más extraño. Tenía una bata blanca con una playera de doctor azul celeste. Parecía una doctora, literal.

En el fondo, George estaba dormido en un sofá individual dejando caer su cabeza de un lado a otro, junto con cuatro o más vasos de café vacíos en la cómoda, donde justamente ahí habían varios materiales médicos como pastillas, vaso de agua, estetoscopio,  jeringas en bolsa y gasas.

Decidí no realizar algún movimiento para no despertar a ninguno de los dos, volviendo a tratar de dormir de nuevo, lo cual fue imposible debido a que abrieron la puerta con cuidado. De reflejo, fingí estar dormido con los ojos entrecerrados, viendo todo a la perfección.

Era un doctor, vaya doctor. Cabello castaño, lentes negros y altura de basquetbolista. Tenía las manos ocupadas con dos cafés y una caja de donas, cuales dejó en la cómoda, y seguido tocó levemente el hombro de mi Mathilda.

— ¿Estás bien? No has comido nada en toda la noche, linda. Te traje algo para que comas. —  Enseguida se despertó, frotando sus ojos con desgano, y viéndome fijamente. Sus ojos representarán una tristeza y frustración.

— No quiero comer, gracias.

— Ha pasado un día entero, Mathilda.

— Lo sé, pero hasta que despierte, ¿Es tan difícil de entender? — Seguido, Ese doctor se incó de rodillas a su altura.

— ¿No extrañas acaso la comida de tu país?

— Pues... Sí. — Suspiró. — Pero bueno, no le hace mal a nadie no comer enchiladas de mole, ¿O sí?

— ¿Sabes cocinar?

— Un poco. — Lo miró. — ¿Por qué la pregunta?

— Podrías ir.. A mi departamento. Tengo varios condimentos que conservé.

— ¿Ah sí? ¿Cuánto tiempo habrás conservado esos condimentos? ¿Cinco años? — Rodó los ojos. — Lo lamento, pero tengo que.. Cuidarlo. De que nadie lo moleste. — Se levantó. — De que nadie se meta a la habitación, ¡Ni que se acerquen periodistas!

— Oye, vamos. — Soltó una risa nerviosa, como carcajada fingida. — Señorita pecosa, no se emocione así. Es razonable que por ser de México sea ese comportamiento, pero no estamos en México. Soy un mayor. Aquí En Inglaterra las cosas son distintas.

» ¿Niña pecosa? ¿Es enserio? ¡¿Qué se está creyendo este tipo?! « Pensé.

— Exacto, y yo menor.

— Tendrías que mantener un poco de respeto al que es tu director y quién te aceptó en este hospital. No por que seas la pareja de una celebridad que es completa sensación, no por que tengas conocimientos avanzados en medicina y hayas sido capaz de realizarle la operación en quirófano, no Significa que seas la directora en esta habitación.

— Entiendo. Pero quiero hacer una aclaración.

— ¿Cuál? — Respondió.

— Si quiere respeto, yo también lo necesito. Si no, sería romper una de las reglas de evitar entrelazar alguna relación en un hospital, ¿O me equivoco? Aparte de no tomarse los casos de los pacientes muy personalmente.

Se escuchó un quejido de fondo, George se había despertado debido a la discusión.

— ¿Qué está sucediendo? — Se estiró y tomó un sorbo de café, enviando una mirada amenazante al doctorcito.

— Nada, les traje algo de comer, a ustedes dos. — Mencionó él ya un poco nervioso, levantandose y acomodando su ridícula corbata. — Regresaré más tarde, espero que despierte pronto.

— Ya, por favor..  no queremos nada de comer. — Interrumpió George.

— Solamente si se les ofrecí—

— Dije, nada de comer. — George tomó esa charola dándosela a él. — Gracias, pero no necesitamos nada.

El doctor oprimió los labios un poco frustrado.

— Excelente. — Y así se retiró. Mathilda dio un largo suspiro y George se acercó a ella.

— No tienes que aceptar nada de nadie, aquí.

— ¿Por qué?

— Tú ya sabes en lo que estás metida. No sabemos si esas donas tuvieran algo para hacerte daño, piensalo. No hay que confiar en nadie ahora, Cuñada.

— Ya de me hacía extraño de tu parte rechazar la comida. Espera, ¿Desde cuando soy tu cuñada?

— Desde que Paul se te declaró y te pidió matrimonio. — Agitó un poco su café y bebió dos sorbos con una sonrisa. — Quiero dos bellos sobrinos, si no, apuesto por el siguiente round.

— George, por favor..— Al fin decidí abrir los ojos, tratando de hablar pero la voz se me iba en el dolor de mi abdomen.

— ¡Despertó, Despertó! — Dijo George Eufórico. Mathilda Sonrió y trató de quitarme la máscara de oxígeno para que pudiera hablar.

Ella de inmediato anexó un cuestionario completo. Definitivamente estaba muy pero muy preocupada.

— ¿Estás bien? ¿Te sientes perfectamente bien? ¿Tienes hambre? ¡George, ve por las donas, Carajo!

— No seas estúpida, dios. — George se levantó. — Iré por la comida que necesita, los dejaré un momento solos. — Salió girando la perilla y cerrando la puerta delicadamente.

— Mathilda.

— ¿Dime? — Sonrió, acariciando mi cabello.

— Ven y dame un maldito abrazo antes de que mis celos ataquen a ese doctor, por favor.

— Ay, ternurita. — Mencionó con un tono aniñado, dándome un beso en la frente y abrazandome levemente. Sonreí y traté de corresponder, pero era un poco imposible con tanta cosa conectada.

— ¡Pero miren a quién traje aquí! — George nos interrumpió cuando abrió la puerta, dejando entrar a John y Ringo que venían con cajas de regalo.

— Pero qué bonito detalle, mira Macarrón. — ¿Soy yo o se volvió un poco empalagosa?

— Si, ya veo. — Me acomodé con facilidad, sin embargo un dolo un poco agudo me asustó repentinamente.

— No te muevas mucho, idiota. — Mathilda me ayudó a acomodarme bien, seguía siendo incómodo. — Pronto te mejorarás.

Ojalá que ese pronto hubiera sido de verdad.

Mathilda's POV.

Después del accidente y unas cuantas semanas en el hospital, logró rehabilitarse y que le dieran de alta unos días después.

Conforme pasaban los meses, la pequeña cosa que creía en mi interior se seguía desarrollando. Paul y los demás se habían ido de gira a Norteamérica, no sin antes comenzar a grabar la película "A hard Day's Night".

Mientras tanto, yo me quedaba con Cynthia para cuidar de Julián, a la vez que recibía consejos de su parte ya que no tenía ni la menor idea de como cuidar a un niño. Hasta que llegó el día.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 11 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

 Una Joven Fanática © »Paul McCartney « [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora