Hold Me Tight

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Me quedé un momento paralizada. Juro que se me iba a salir el corazón. Incluso que la presión de mi vientre pareciera aumentar con el corset. Suponía que era por el golpe de sentimientos que tenía en ese momento. Mis mejillas se pusieron totalmente rojas. Enserio, totalmente, y me temblaban demasiado las piernas. Solamente que a la hora de levantarme de la silla, tenía un mareo terrible y solamente pude... Ehh... Literal, casi me caí arriba de él, fue prácticamente un desmayo, si no fuera por que se levantó al mismo tiempo, hubiera tronado en el suelo como tabla de madera. — ¡Mathilda! ¿Te encuentras bien? — Se preocupó así de golpe. Jolín.

Lo abracé muy fuerte, tanto así que caímos los dos al mismo tiempo en el suelo. — ¡Si wey! ¡Si quieres matame de amor de una buena vez! — Justo dónde estábamos nosotros, había un perro, la mascota del conserje, que se encontraba comiendo algunas sobras de la comida de algunos. No me quería separar de Paul, ahora menos que nunca. Le di demasiados besos, los suficientes para hacerlo sonreír demasiado.

— ¿Entonces, aceptas?

— ¡Claro que sí, Carajo! ¿Cómo podría rechazar esto? — Nos levantamos por que unos profesores nos estaban vigilando de lejos. — Ay no, tu traje. Espera no te muevas. — Sacudía el traje, justo blanco, había quedado un poco sucio de tierra, que al final casi pude quitar.

Hasta que algo nos alarmó. — ¿Y el anillo? — Intercambiamos miradas al mismo tiempo.

Agachamos la mirada a la par, buscando la pequeña cajita negra. — No, no, no, no. — Decía mientras veía al perro del conserje (que ni era tan grande) con la cajita en su boca, y en cuanto me vio, se echó a correr. — ¡Espera, espera! — Me amarré bien las agujetas de mis zapatos, ¡sabía que me iban a servir para algo!

— ¡Mejor voy yo por él! — Me interrumpió Paul.

— ¡No, ni mergas! — Me quité el antifaz rojo, dándoselo a él. — ¡No te vayas a mover de ahí! — Ventajas de ser parte del equipo de béisbol y de fútbol americano, a la verga.

Me fui corriendo detrás del dichoso perro,  quién iba dentro de la cafetería, que estaba más lejos de dónde estábamos. Pasando de la biblioteca, hasta las luces de colores que me lastimaban los ojos. Había demasiada gente, pasé empujando a los demás, hasta encontrarlo y quitarle la cajita. — Uff, qué suerte. — Todos me veían, ahora sí a mí, demasiado raro, ¿A quién se me ocurre traer Convers junto con un vestido desmontable del mismo color? ¡A mí, por supuesto! ¡Y me valía verga lo que pensaran!

Comencé a correr otra vez, de regreso, estaba demasiado cansada, y ya no podía más. Me senté en una silla que estaba cerca de la cabina de sonido, jadeando con fuerza, y prácticamente sudando. — ¡Hey! — Vi a mi mejor amiga de lejos, Laura. Junto con dos vasos de refresco. — ¿Te has cansado tan rápido?

— No, qué va. — Suspiré, se sentó a mi lado, ya comenzaban las canciones de bax boni, digo. Bad Bunny. — ¿Quieres un refresco?

— Bueno. — Lo tomé con cuidado, la caja del anillo todavía estaba un poco babeada, pero podía soportar. Tomé un gran sorbo, casi todo el vaso.

— ¿Qué tal te va? No hemos hablado desde el examen de oftalmología. — Sonrió. Siempre sus ojos azules me tranquilizaban, me recordaban al color del mar, y sus olas. La paz que habitaba en su interior, y la increíble calma que se posaba sobre ella.

Sonreí. — Me gustaría que me fuera mucho más mejor, pero es imposible con tanta felicidad que tengo ahora. — Después vi, con mis propios ojos, a Paul, casi perdido en medio de todo el patio, buscándome seguramente.

Seguí tomando y tomando refresco, hasta saciar mi sed. — Ehh.. Mathilda. — Me movía bruscamente el hombro, para que viera lo que estaba señalando. De inmediato escupí el refresco a la verga. — ¿Ese no se parece a...? — Sus ojos verdes ya revelados, un color llamativo negro en su mano derecha, el corte de cabello, ¡El maldito traje...!

 Una Joven Fanática © »Paul McCartney « [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora