Como Entrenar a Tu Vikingo

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Volví a abrirlos, sin embargo.

El sol estaba alto en el cielo cuando mi conciencia volvió a mi. Me sentía horrible, el dolor de cabeza regresaba cada vez que pensaba.

Jamás volveré a volar. Jamás volveré a volar. Jamás volveré a volar.

Poder extender mis alas y sentir el viento en el hocico era lo único que tenía en los momentos en los que la soledad se apoderaba de mi. Por creerme seguro e invencible en medio de un campo de guerra, los humanos me arrebataron lo que más amaba.

Jamás volveré a volar.

La cola ya no me dolía y no podía girarme para verla, porque me descubrí cubierto de cuerdas bien apretadas que me impedían moverme. Aun así sabía perfectamente que mi cola estaba rota y no había reparación, porque sentía perfectamente como algo dentro mio estaba totalmente roto.

Los humanos son monstruos.

Hasta ese día no pensaba que ellos fuesen realmente malos, pensaba que simplemente se defendían del robo y los ataques, ¿quién no lo haría?

Pero yo no le robe a nadie, ni lo asuste, ni siquiera lo molesté. Solo pasaba por ahí arriba y ellos... ellos me dejaron tullido para siempre, sin razón.

Son monstruos, son monstruos, monstruos, horribles monstruos.

Ocupaba mi mente en autoconvencerme de ello, no porque lo creyera necesario o porque yo fuera vengativo, simplemente no era capaz de pensar en otra cosa mientras sentía la cuerda humana apresarme, cuando sorpresivamente me di cuenta de que ya no estaba sólo.

En realidad, ni tan siquiera se porque me sorprendí, si era obvio que yo era una presa de los humanos. Tarde o temprano alguno tendría que venir a recoger el premio. Me estremecí terriblemente con la idea de mi mismo no siendo más que un mísero premio de guerra. El problema es que no era solo una idea. Realmente yo me había convertido en uno de los tantos trofeos del enemigo. Por idiota. Así de patético iba a ser el final de la estirpe de mi desaparecida familia.

El aroma del sujeto que iba a matarme llenó por completo mis fosas nasales. Y siendo sinceros, para mi gusto olía muy rico. Pero me negué a dejarme llevar por ese detalle, porque ese humano, con aroma delicioso o sin él, sería el culpable de mi desaparición del mundo. ¿Alguien me echaría de menos? En ese momento estaba seguro de que no.

El ser que en el futuro sería Mi humano era un macho. Difícilmente pude captar eso porque su aroma tenía toques bastante femeninos, sin embargo, sí, era un macho, al final estaba convencido de ello. No era un adulto, no todavía, sin embargo rondaba la adultez. Perfecto, pensé en ese momento, un niño medio niña iba a acabar conmigo, así de fácil. Uno que ahora mismo estaba escondido detrás de una roca.

Me tenía miedo, eso también pude notarlo. Mucho miedo, a decir verdad.

No se si te habrás dado cuenta del detalle, pero soy yo el que tiene todo el cuerpo amarrado y tú el que tiene el cuchillo. Así que deja de ser tú el que tiene miedo, porque parece casi surrealista.

Quise decirle eso, pero no se lo dije, pues no estaba seguro de que él fuera comprender mi idioma y porque si llegaba a decir eso en voz alta, entonces si sería una situación surrealista. Y me negaba a que mi muerte lo fuese.

Hablando del tema ese de morir, lo estaba aceptando tan fácil y sumisamente que no me reconocí a mi mismo. ¿Pero qué importaba? ¿Qué me perdería después de que ese humano me atravesase? Cientos de años, tullido, abandonado y sólo. Sinceramente no me daba ninguna pena no poder vivirlos.

En cuanto el enclenque humano (¿podría ser que estuviese enfermo?, nunca me había imaginado que pudiesen existir humanos así de... hipos) que había estado mirando antes de que se escondiese tras la roca, decidió salir, rápidamente y por reflejo yo cerré mis ojos, haciéndome el muerto. Estúpido, lo se, pero tenía la imperiosa necesidad de hacerlo y yo siempre sigo mi instinto.