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Fui un tonto creyendo que todo sería tan fácil como tomar a Hiccup y huir al Nido para nunca más saber de los otros humanos.

No, realmente accedí a volver al punto de partida, únicamente para permitirle volver a ver a su progenitor una última vez. No podía entender el porque Hiccup querría eso, después de todo ya de por si yo nunca tuve familia y, al contrario de las crías humanas, los dragones que salíamos sanos del huevo eramos criados juntos por todos los adultos y crías a punto de llegar a la edad adulta a la vez. Por lo que, de esa manera todos nos veíamos como hermanos, hijos de todos y a la vez de nadie. Sí, quitándome a mi por obvias razones, el resto de crías podían de reconocer a sus verdaderos progenitores y hermanos de entre todos gracias a su aroma, pero a ninguno le importaba realmente quien le dio la vida a quien, porque al final todos significábamos lo mismo para todos... incluso yo, pero yo siempre fui un caso aparte, el último de mi especie de dragón. El solitario que despreciaba al resto. Hiccup era como yo, solo que en su situación era él el despreciado por el resto de su raza, incluso por su progenitor así que sí, no era capaz de entender el porque de su apego para con esas bestias.

De todas formas no pude negarme frente a él y le concedí ese capricho, regresamos de vuelta y ahora debido a eso estoy en este lío.

Quizá fue el instinto de supervivencia o el reciente aprecio que sentía por mi vida, pero logre ocultarme de los ojos azules humanos, los cuales rezumaban el odio acostumbrado en esas criaturas malignas.

La dueña de esos ojos se dejó ver en el mismo espacio que yo había abandonado segundos antes, por pura suerte no se dio cuenta de mi presencia. Mi problema era una hembra humana, una cría que por su aroma pude saber que tenía la misma edad que mi humano, pero ella se veía mucho más peligrosa y no lo digo por el arma filosa que portaba en sus manos, si no porque su aroma rezumaba el más puro odio, mezclado con una venenosa dosis de celos malsanos, capaz de hacer regresar de sus pasos al más orgulloso Monstruos Nightmare. En un momento dado me llevé una pata a mi hocico, en un patético intento porque tanta aura negativa no afectase todavía más al pánico que ya sentía, mientras esos crueles ojos del color del océano barrían el lugar, buscando a cualquier ser capaz de moverse para poder matarlo a sangre fría y sin ningún remordimiento.

Mis tripas se hundieron en un abismo desconocido. La hembra ante mi si que era el tipo de monstruo del que los adultos siempre trataban de guardarnos, los seres que no sentían ningún tipo de remordimiento al acabar con otra vida, con los que estábamos obligados a luchar hasta la muerte por unos cuantos peces. No era más que una cría y aun así estaba seguro de que esa hembra ya era una asesina profesional, que no vacilaría en clavarme su arma en la garganta si llegaba a darse cuenta de que no estaba sola.

Por primera vez en mi vida, sentí por mis venas el verdadero pánico de la guerra. A pesar de que estaba seguro que aun desde la distancia que nos separaba, una de mis llamaradas de plasma podía acabar con ella limpiamente y al instante sin darle tiempo siquiera a agonizar, me di cuenta que no me atrevía. No solo era una terrible falta atacar por la espalda, si no que me di cuenta de que no tenía realmente motivos, ella no me había hecho nada, no sería justo.

Nunca te rebajes al nivel de los humanos —siempre solían decirme—. No ataques si ellos no dan primero muestras de querer hacerte daño.

No te rebajes a su nivel. Protegete. No mates porque si. Aunque ella lo haga. Tú eres mejor. Tú tienes moral. No dejaba de repetirme eso a mi mismo, como pobre excusa de que en realidad me sentía todo un cobarde que no podía ni mover un músculo. En serio que extrañé de no tener madre a la que llamar como una cría recién nacida en este momento crítico.

La hembra humana soltó un gañido que tal vez en otras circunstancias habría sido una risa, mientras se tiraba de su largo cabello amarillo que lucía trenzado y pude notar perfectamente como sus ojos se hundieron en desesperación. Acto seguido gritó de tal forma que varios pájaros salieron volando despavoridos (y de paso mis tripas reaparecieron de lo desconocido con intenciones de querer salir por mi boca) y pateó la primera roca que estaba a su alcance como toda una lunática. Di gracias porque no fuese mi cara con tanto ahinco, que incluso creo que una voz desconocida sin cuerpo me dijo "de nada", pero puede que solo fuera un momento de alucinación por causa del miedo.

Como Entrenar a Tu VikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora