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Volé y volé hasta llegar a la primera isla amiga que me encontré a kilómetros. En el Archipiélago había tres tipos de humanos: Vikingos, romanos y piratas. Cuando no se estaban matando entre ellos, recurrían a intentar exterminarnos a nosotros, los dragones. Cosa que, como dije antes, me parecía harto lógica, ya que les robábamos y dejábamos destrucción a nuestro paso. No les justifico, sin embargo, ellos siguen siendo animales destructivos y mezquinos que se divierten viéndonos sufrir, mientras que los dragones hacemos todo lo posible en nuestras incursiones para no tratar de dañarlos, pero como ya os habréis dado cuenta, durante 300 años las cosas siempre se salieron de madre. Porque ni siquiera tratan de descubrir el porque. La verdadera culpable aquí siempre fue Green Dead. ¡Ella está llevando su propia raza a la destrucción y ni tan siquiera le importa! Si solo ella no existiera todo sería muchísimo más fácil...

¡No, de nuevo me voy por las ramas!

En fin, hay tres tipos de humanos. Y a los tres tipos les encantan las posesiones. Cuanto más terrenos poseen, más importantes se creen que son (sí, lo sé, hice muy bien los deberes. Lo mejor es conocer muy bien a tu enemigo). No sé si de verdad eso les haga más importantes, sin embargo una cosa está clara: les hace más peligrosos.

Cuando yo salí de mi huevo, hacía ya mucho que mis congéneres habían adoptado la idea de dividir nuestra población en diferentes islas, haciendo más difícil para los humanos el simplemente llegar y quedarselas. Primero tendrían que exterminar a los dragones que habitaban allí o morir en el intento (y, gracias a los Alphas, a ninguna raza humana le hacía gracia eso, porque ninguno de nosotros sabemos con certeza si seremos capaces de hacer algo tan cruel).

La más protegida de nuestras islas, El Nido, es donde habitaba Green Dead y, por desgracia, donde también habité yo por mucho tiempo, junto con los dragones enfermos y deformes. Siendo como era el último de mi familia, me veían valioso y por lo tanto toda protección era mínima cuando se trataba de mi. Es exactamente una de las razones por las cuales escape de ese hervidero de lunáticos. Odio que me protejan. Sabía cuidarme muy bien yo solo hasta que... bueno, hasta que pasó esto y ahora soy un tullido con un humano a la espalda. ¿Para qué está la adolescencia en tiempos de guerra si no para cometer errores con consecuencias devastadoras? No, a partir de ese momento debía comenzar a actuar como un adulto y centrarme. Hiccup dependía de mi.

Hiccup...

Sus anteriores palabras me dejaron con absoluto temor en el cuerpo. Si a pesar de las defensas de niebla los humanos llegan a pisar El Nido, nuestra Alpha, que es tan inútil que ni luchar sabe, y las crías enfermas o aun muy pequeñas como para saber protegerse iban... las consecuencias serían devastadoras. Tengo que poner al corriente a los míos de que los vikingos andan tras la pista de la Isla de los Alphas, antes de que ocurra una tragedia.

Con un movimiento de cabeza, Hiccup comprendió que quería aterrizar y la posición tres se hizo presente justo antes de que pudiera posar mis patas en tierra. Lo he dicho muchas veces, pero me encantaba este vikingo. Kilómetros de viaje y no se quejó en ningún momento. Al contrario, cuando se bajó de mi grupa, pude notar como sus ojos verdes observaban todo a su alrededor con un brillo de vida y alegría que nunca antes había visto en él. Se alegraba de estar lejos de los otros vikingos. Se alegraba por descubrir lugares nuevos, nuevas oportunidades.

- Eres tan único en tu genero como lo soy yo -gruñí por lo bajo mientras le admiraba llendo de un lado a otro con curiosidad infinita y por primera vez me alegré de que él todavía no pudiera entenderme del todo.

Mientras, también disfrutaba por primera vez en mi vida de la sensación de tener realmente a un igual que pudiera comprender y él comprenderme a mi lado, aunque en realidad perteneciésemos a diferentes lados en esta cruenta guerra de todos contra todos.

Como Entrenar a Tu VikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora