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¿Cómo acabé así? Mientras las cadenas torturaban mis escamas y mi nariz se infectaba con solo la imaginación del olor a muerte de mi raza, no pude evitar pensar en todo lo que podría haber hecho de otra manera, una mucho más segura y menos inconsciente. Ahora, después de 300 años de guerra, los dragones íbamos a ser finalmente masacrados, por mi causa. Y ni siquiera tenía a Hiccup conmigo, ni siquiera podía estar seguro de que no fuesen a hacerle daño, o peor. Y eso era lo que más me dolía.

Yo estaba perdido sin él, eso lo tenía claro. Me quedaba la mínima opción de que el mensaje a Green Dead que le pedí a los espías que le llevasen hubiese dado el suficiente resultado como para al menos estuvieran esperando preparados el ataque. Conociendo el orgullo de Green Dead lo dudaba. Lo dudaba mucho.

Todo estaba perdido sin Hiccup.

— Dime que lo que dijiste antes no iba en serio.

Mi mirada se clavó en dirección al Alpha humano, no sabía que sentir cuanto más me fijaba en él y más similitudes encontraba con mi Hiccup. Había sido tremendamente estúpido, después de todas las cosas que Hiccup me había contado, y ni tan siquiera sospechar que su progenitor era el Alpha. Supongo que no entraba en mi cabeza el hecho de que ni tan siquiera los vikingos pudieran tener respeto por su futuro líder. Al lado de él había aparecido otro vikingo, me fue muy difícil no fijarme en que el nuevo sujeto lucia una pata artificial en el lugar donde debería estar su pierna (sí, he dicho artificial, arrodillaos ante toda la sabiduría que he aprendido de mi humano). Me recordó tanto a la aleta falsa que Hiccup hizo para mi, que fue imposible no quedarme mirándole fijamente. Además tenía dos hilos de cabello amarillo bastante graciosos colgándole del rostro. Un rostro diferente al del resto de monstruos que me rodeaban, pues el suyo se veía caído y desesperado. Parecía que le gustaba tan poco esta situación y la decisión de su líder tanto como a mi, y eso me extrañó sobremanera.

— ¿Qué quieres decir con eso? —le rebatió el Alpha.

— Quiero decir que has amenazado a ese dragón con herir a tu propio hijo si no hace lo que le ordenas, Stoick —mis orejas se elevaron por puro instinto. ¡Yo no era el único que se preocupaba por Hiccup!— ¿Qué, por los Dioses, es lo que tienes en la cabeza?

El vikingo en cuestión trataba de mantener la compostura. Algo muy difícil para él, pude notar.

— Está bien, esa bestia ni siquiera puede entendernos —fue la mala escusa que soltó el Alpha.

— Eso no es excusa —rebatió el otro—. Aparte de que pondría mi mano a asar en el fuego porque en realidad sí puede entendernos —señaló en mi dirección—, no quita el hecho de que acabas de amenazar la seguridad de tu propio hijo, como quien dice que es temporada de leche de yak.

El Alpha se quedó callado por unos segundos.

— Nos ha traicionado, aceptalo, él ya no es uno de nosotros, tampoco mi hijo... Tal vez nunca lo fue, Gobber.

¡Gobber! ¡El vikingo favorito de mi humano! Ahora muchas cosas cobraban sentido.

— Ahora si estoy seguro que acabas de decir lo más estúpido que te he escuchado decir nunca —sentenció Gobber, con cierto aire de decepción y alarma.

— ¡Prefirió proteger a esa bestia omitiendo nuestra seguridad! —estaba claro que cada palabra dolía al salir para el Alpha— Incluso manchó la memoria de su madre renegando de lo único que nos queda de ella.

Madre. Todo mi cuerpo se tensó. Nunca antes mi humano me había hablado de su otra progenitora, ni una sola palabra. Por lo cual nunca había pensado en ella, hasta ese momento. Tenía la sensación de que me había perdido un detalle muy importante.

Como Entrenar a Tu VikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora