Estaba nerviosa.
Vio a Max guardar su celular en el bolsillo con un sonrisa tonta en el rostro. Ella pensó que definitivamente era mucho más guapo en persona. Se preguntó cómo podría verlo sin incomodarse, si Max tenía el poder de ponerla nerviosa a través de una pantalla en persona sería mucho más fuerte.
Apartó la mirada un segundo y se observó en el gran espejo del almacén en donde estaba. Tenía un pantalón negro con una chaqueta delgada negra sobre su blusa blanca, miró detenidamente su escote preguntándose si se podría considerar decente. Al final decidió que sí, al fin y al cabo no estaba enseñando mucho. Se arregló un poco el cabello negro sobre sus hombros y respiró profundamente para darse fuerzas.
Salió del lugar más nerviosa que nunca, más nerviosa que cuando pensó que estaba embarazada del idiota de su ex, más nerviosa que cuando el profesor Giraldo quiso algo con ella. Y ese era un tema que dejaba siempre de lado, menos mal que Max no había vuelto a hablar de eso, ella quería olvidar todo el episodio, sobre todo después de saber que el profesor salió de la ciudad.
Se acercó por la parte de atrás para que él no la viera llegar, pero eso no funcionó, porque como si hubiese sentido su presencia, Max giró cuando ella estaba a un par de metros de distancia. Catalina se quedó quieta de golpe como si alguien la hubiese detenido. Su mirada se encontró con los ojos verde menta de él que la miraban entre curioso y sorprendido. Casi salió corriendo cuando él caminó rápidamente hacía ella y se detuvo a sólo un paso.
—Sí ahora no estás peinada me gustaría ver cuando lo estés. —Le sonrió Max juguetonamente.
A él le pareció divertido ver su reacción, ver cómo Catalina lo miraba un poco anonada hizo que sonriera más abiertamente.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó mirándola.
A él si le gustaba lo que veía. La morena le sorprendió, no era muy diferente a como salía en las fotos y vídeos, seguía siendo igual de bella, como un ángel; aunque le hubiese gustado más verla sonreír. Pensaba en eso porque normalmente algunas chicas por cámara eran mucho más atractivas que en persona. Catalina le pareció una preciosidad.
La miró fijamente mientras se acercaba y alzó una ceja cuando vio que ella estiraba un poco el cuello para verlo mejor, Max era alto, pero Catalina tampoco era tan pequeña.
La morena sacudió la cabeza lentamente para salir de su aturdimiento, no quería pensar en lo tonta que podría parecer para Max.
—Sí —dijo antes de darse cuenta lo que estaba respondiendo—. Quiero decir no, uhmm...
—Pensé que no te dejabas impresionar tan fácil. —Le guiño un ante los nervios de la chica—. Pero de mi parte déjame confesarte, querida Juancha, que a mi si me gusta lo que veo.
Ella juró sentir un escalofrío cuando él la recorrido con la mirada. Se aclaró la garganta suavemente, tenía que dejar de actuar como si le afectará todo lo que Max dijera.
—Bueno, pensé que este día nunca llegaría, pero mucho gusto —le dijo alargando la mano para estrechar la suya.
Max miró su mano estirada como si fuera un bicho raro, luego la miró a ella que le daba una pequeña sonrisa un poco tímida. Él no esperaba ese tipo de saludo, pero si ella no daba el paso, él no tenía porque esperar.
—Un abrazo es el mejor saludo que se le podría dar a alguien que es importante para ti —explicó Max rodeándola con los brazos por los hombros.
Notó lo tensa que estaba pegada a él, le susurró que se relajara y después de un momento Catalina pareció hacerle caso y le devolvió el abrazo.
—¿Por qué no pedimos un helado y hablamos? —ofreció Max con una sonrisa.
—Eso suena genial.
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En línea
Short Story¿Qué puede impedir que te enamores de alguien con quien solo te comunicas a través de mensajes, llamadas o videollamadas? En realidad, nada lo impide. Hoy en día, las amistades a distancia pueden volverse sorprendentemente profundas. A través de con...