Capítulo 52

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—Estas rara hoy —comentó Max observándola.

—¿Tú crees?

—Estoy seguro, estuviste toda la película con la mirada perdida. También sé la razón.

Catalina lo miró pero bajó la cabeza rápidamente para que no viera que sus ojos se estaban empañando.

—Oye —la llamó Max suavemente mientras juntaba sus manos con las de ella—. Estará todo bien, te lo dije en un principio, si esto es lo que quieres haremos que funcione como sea.

—¿Qué hay de lo que tú quieres? —le susurró.

—Tú sabes perfectamente lo que quiero —le apretó la mano tratando de reconfortarla—. Tenemos que hablarlo, Cat. Necesito saber qué piensas, ¿quieres que esto termine hoy? Lo dejamos aquí, me iré mañana y todo será solo un bonito recuerdo. O puedes elegir intentarlo.

Catalina no lo pensó dos veces, ella ya había decidido que hacer.

—¿Catie? —la llamaron y no tuvo que voltear para saber de quién se trataba.

—Hola, Ben —lo saludó amablemente cuando se puso en su campo de visión.

—¿Estas bien? Te notas un poco decaída —se preocupó el chico. Le dirigió una mirada curiosa a Max y volvió a centrarse en ella.

—Estoy bien —asintió firmemente.

—Hace días que no sé de ti. Supongo que el trabajo me tiene ocupado. —Le puso una mano sobre el hombro y Catalina vio que Max se tensaba en su asiento frente a ella. No tuvo que mirarlo para saber qué expresión tenía—. ¿Cuando saldremos? Podríamos venir al cine o...

—Ben —lo interrumpió, era obvio que su amigo actuaba como si Max no estuviera allí. Ella ese día no estaba de humor para tolerar ese tipo de cosas—. Disculpa, pero estoy muy ocupada ahora.

Su amigo miró de ella a Max y viceversa, tensó su mandíbula notablemente molestó y se despidió dándole un pequeño beso en la mejilla y diciéndole que la llamaría más tarde. Luego de irse ninguno dijo nada, ella sabía lo que probablemente estaba pensando Max.

—No tienes que preocupar por él, Max. Sabes cual es nuestra situación —le susurró pero él no se inmuto—. Te amo, incluso si nos vemos cada medio año quiero ver a dónde nos lleva esto.

Se acercó a darle un beso casto, Max le ofreció una sonrisa corta y pareció relajarse.

—¿Qué hacemos ahora? —quiso saber él.

—Vamos a mi casa, estoy sola —lo miró traviesa.

—No se diga más. —Sonrió poniéndose de pie rápidamente.

Ambos salieron de allí agarrados de la mano tratando de no pensar en que al día siguiente se tendrían que separar.

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