Un sonriente Max abrió la puerta.—¿Sabe tu padre qué invitaste a una desconocida después de llegar a la ciudad hace menos de una semana? —le preguntó después de que él la invitara a entrar.
La casa era bastante hogareña. Ella caminó por la pequeña sala observando las fotos que se encontraban en la repisa donde estaba el televisor y demás aparatos electrónicos.
—Llegaste curiosa hoy. —Se burló acercándose a ella.
—¿Sabes lo qué llaman espacio personal? —inquirió dando la vuelta cuando sintió su presencia bastante cerca.
—La verdad, no. ¿Quieres algo de tomar?
—No, estoy bien.
Él la miró un segundo con los ojos entrecerrados, al final se encogió de hombros y salió del salón. Ella aprovechó para calmarse un poco, tendría que estar haciendo eso todo el tiempo si Max iba a acercarse tanto a ella de esa forma. La ponía nerviosa.
Él volvió con una cerveza en la mano y se tiró en el sofá, palmeó suavemente a su lado como una invitación para ella.
Catalina lo miró y se sentó a su lado pero son tocarse.
—¿Qué? —preguntó viendo como Max no dejaba de observarla divertido.
—Te ves como si te hubieras metido en la cueva del lobo. —Le sonrió—. Relajate, sólo quiero pasar más tiempo contigo. ¿Qué tal si vemos una película?
—Pero yo la elijo.
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En línea
Short Story¿Qué puede impedir que te enamores de alguien con quien solo te comunicas a través de mensajes, llamadas o videollamadas? En realidad, nada lo impide. Hoy en día, las amistades a distancia pueden volverse sorprendentemente profundas. A través de con...