25.- Mother's Nightmare
(La pesadilla de una Madre)
Bill se encoje en respuesta inmediatamente ante el tono decepcionado de su madre. Cada musculo en su cuerpo se contrae en miedo, sus miembros se vuelven rígidos cuando detiene sus movimientos. La idea de girarse para despertar a Tom se ha perdido, son pensamientos tontos mientras escucha al muchacho comenzar a despertarse. Un escalofrió comienz
a a desplazarse desde la parte posterior de su cuello hasta sus mejillas, lo que comenzó como culpabilidad fría y cruel rápidamente se convierte en vergüenza quemándole la piel.
La puerta de la habitación se abre completamente y golpea contra la pared, rebotando con un sonido chirriante a través del silencio que sigue al horrorizado grito de su madre.
-Oh Dios... mío- murmura, aun demasiado escandalizada para actuar.
Simplemente se queda ahí de pie, confundida y boquiabierta, en el marco de la puerta, sus ojos enormes escaneando la habitación.
Pero no hay nada que la tranquilice mientras observa la habitación. No hay nada que desafíe los horribles pensamientos que flotan libremente en su cabeza.
El par de pantalones oscuros y la camisa blanca, ambas prendas identificadas como de su hijo, están tiradas sin cuidado en el piso, junto a otras que ella asume son de Tom.
Dos pares de zapatos también dispersados por el suelo, en clara muestra de que fueron removidos con prisa.
Una de las infames y mal llamadas cachuchas solo se agrega a la pila de ropa tirada.
Su estomago se revuelve intranquilo, su boca se pone seca cuando se le olvida tragar. Su mano inconscientemente aferra el marco para apoyarse mientras sus ojos se mueven del suelo a la cama de su hijo.
Ahora si traga, el movimiento tan común resulta ser igual a frotar seda contra lija.
Su respiración se regulariza otra vez, un profundo sonido de sorpresa escapando de su boca. No había realizado que no estaba respirando.
Lágrimas comienzan a escocerle los ojos por la falta de humedad. Ha olvidado parpadear.
Se toma un momento para hacerlo, manteniendo sus ojos cerrados más de lo necesario, rogando con toda su alma que cuando abriera los ojos la vista del otro lado cambiara milagrosamente. Es un deseo tonto, lo sabe, pero sólo esta vez desea que funcionara. Oh cuanto desea que al abrir sus ojos encuentre a su precioso y pequeño Bill jugando sobre su cama como un infante, sonriendo y riéndose tontamente.
Sí, diez, esa era la edad perfecta.
Esa era una edad libre, recuerda. No existían preocupaciones sobre hacer crecer a Bill como un joven propio y educado, él era joven y aún menor de edad, disfrutando su infancia, como debería.
No había platicas de amor cuando Bill tenía diez, nada además del amor familiar, eso si.
La idea de Bill siendo un maduro hombre en edad casadera buscando una hermosa esposa era bastante hilarante en ese momento; pareciera hace años.
Pero todo llego demasiado rápido, su madre piensa mientras se recarga sobre el marco de la puerta, dejando que todo su cuerpo caiga inerte contra la pares. Lo presione mucho, demasiado rápido, concluye, pateándose mentalmente por este incidente.
Inhalando fuertemente, se endereza y mira realmente a la cama al otro lado del cuarto. Su estomago se encoge y su primera reacción es quitar la vista, pero en lugar de eso se obliga a seguir mirando.
Los ojos de Bill están cerrados, fuertemente cerrados.
Sus facciones están puestas en una mueca, como si se prepara a si mismo para la explosión que aún esta por venir.
Las sábanas están debajo de sus brazos, cubriendo la mayoría de su cuerpo aparte de sus piernas desnudas que se asoman por debajo de ella, sus pies colgando por un lado de la cama.
El edredón que usualmente esta extendido pulcramente sobre la cama esta hecho una bola a los pies de ésta.
Sus ojos recorren la silueta rígida de su hijo, fijándose en cada línea hasta que llega al punto donde pues ver el cuerpo desnudo de Tom detrás de él. Cierra sus ojos otra vez, sujetándose más fuerte del marco para mantenerse quieta. Un mareo le recorre y causa que la habitación comience a dar vueltas.
Espera antes de volver a abrir los ojos, sabiendo que su rápida evaluación no va a ser incorrecta sólo por que parpadeo.
No puede engañar a su mente.
Su hijo y otro muchacho, abrazados, desnudos, en la misma cama. Es bastante obvio que paso allí.
La vista no es ni siquiera necesaria para que pueda saber que fue lo que sucedió en esa habitación. La esencia que flota en el aire es pista suficiente. Ese aroma fuerte y amargo que recuerda demasiado bien. Es un poco diferente de lo que recuerda, mezclado con una extraña y rica fragancia, pero aún así tiene la habilidad de despertar sus sentidos cuando le pega de lleno en la cara, trayendo memorias de hace ya mucho tiempo. Pero en lugar de llegar junto con la excitación, la escancia salada trae consigo una sensación de lágrimas acumulándose en sus ojos cerrados.
Su sollozo amortiguado resuena a través de la silenciosa habitación mientras sus párpados se abren, su visión reluctantemente posándose en la cama de Bill y los dos muchachos sobre ella.
Su hijo.
Su bebe.
Y ese horrible muchacho que ni siquiera le cayó bien desde un principio.
Lo increíble esta ahí frente a sus ojos. Los dos están... juntos, sujetándose uno al otro de la misma manera que los amantes, tratando de esconder su inocencia debajo de esas sábanas de la cama del moreno, la misma cama que recuerda haber arropado a su hijo cada noche cuando era más pequeño. Es la misma cama, las mismas sabanas, el mismo viejo edredón. Su corazón se acongoja mientras rememora haber puesto esas mismas sabanas sobre la barbilla de su hijo para protegerlo de la oscuridad.
Bilis se acumula en su garganta.
Parada ahí en la entrada, su cuerpo se paraliza, sus piernas se congelan, sus músculos se entumecen. No sabe que hacer o a donde girar. Sus ojos se humedecen y escosen... están haciéndolo tanto que duele. Su garganta se cierra, los músculos trabajando por si solos y contrayéndose de forma familiar para dejar escapar un grito, pero ningún sonido sube para poder escapar de sus labios. Muere en el fondo de su garganta como un mero quejido, junto con el disgusto creciendo en su cuerpo.
Quiere llorar.
Quiere gritar.
Quiere patearse a si misma por presionar demasiado a Bill.
Una parte de ella, la mayoría, desea huir de ahí y pretender que nada de esto paso.
-¡Eleanor! ¿Eleanor? Querida, te escuché gritar, ¿qué está...
Su cuerpo se descongela cuando su esposo pasa junto a ella, entrando en la habitación precipitadamente para asegurarse que su esposa este bien.
Como sea, cualquier preocupación por su esposa se ve rápidamente reemplazada cuando el Sr. Trümper entra a la habitación y se vuelve el tercer testigo de un ritual prohibido que ha tomado lugar entre su hijo y ese muchacho.
Ese muchacho.
El Sr. Trümper puede sentir su labio superior curvándose en un gruñido, el amargo rencor hirviendo en la sangre.
El disgusto, la decepción, la vergüenza...
Sin pensarlo dos veces se sigue hasta la cama, sus pisadas tan pesadas que el piso tiembla y el tocador en la esquina más lejana se tambalea, temblando en su lugar en una manera muy similar a Bill que está temblando de terror debajo de las sabanas. A pesar de que su rostro se contorsiona aún más, se atreve a mirar con los ojos apenas entreabiertos el rostro rojo de coraje de su padre.
Esa vena, esa misma que siempre pulsa visiblemente en su frente cuando esta enojado, esta tan visible como una mosca en una pared blanca.
-¡Wilhelm Trümper!- Su padre gruñe, las palabras apenas reconocibles mientras rebotan contra cada superficie en la habitación y regresan vibrando con un tono siniestro.
Mientras el Sr Trümper se aproxima a la cama revuelta, sus pies apenas esquivando las pilas de ropa regadas por el suelo, sus manos se abren, tensas y grandes, temblando con rabia, Bill y Tom ya se están moviendo. Sus ojos frenéticamente recorriendo la habitación, mirando por una posible ruta de escape, pero no encuentran una cuando el padre de Bill llega al filo de la cama, rígido y sin idea de cómo reaccionar. Es aparente que quiere golpearlos hasta que pierdan la consciencia, aunque parece que esta luchando contra eso, como si silenciosamente se debatiera si desea posar una mano sobre su hijo o no. Sus dientes están apretados, su quijada esta tensa e imperdonable mientras escudriña a los dos temblorosos muchachos en la cama.
Lucen horrorizados. Petrificados. Muertos de miedo.
En cuestión de segundos sus posiciones se han alterado completamente. Ahora están completamente despiertos y lejos de cualquier neblina que previamente yacía sobre ellos.
Con la delgada y pegajosa sabana cubriendo de sus caderas hacia abajo, los dos están tratando de volverse uno con la pared del otro lado de la cama, acurrucándose uno contra el otro en un intento fallido de convertirse en uno. Tom tiene sus brazos alrededor del tembloroso y asustadizo Bill de forma protectora, abrazándolo contra su pecho como un escudo contra cualquier posible arrebato de violencia en el horizonte cercano.
-Wilhem, Dios me ayude, si tu-
-Padre, por favor- Bill interrumpe con voz temblorosa y vulnerable.
Tom puede ya sentir las lágrimas corriendo por las mejillas de Bill y cayendo en su torso desnudo.
-Por favor ¿qué?- Su padre escupe en un gruñido amargo.
El pelinegro aferra a Tom más fuerte, cerrando sus ojos para esconderse de la mirada disgustada de su padre.
Él no puede con esa mirada.
Odia esa mirada.
Ha sido victima de ella incontables veces en el pasado, pero nunca antes había sido tan intensa, tan llena de furia y completa decepción.
La culpa subconsciente toca a su corazón.
Llorando y hundiendo mas su cara en el torso tibio de Tom, responde con voz temblorosa y suave que suena como si perteneciera a un niño lloriqueando –Por favor, no nos lastimes.
El rostro del Sr. Trümper se endurece como respuesta a la infantil petición.
Esto no es un juego de niños. No es una mentirilla blanca.
-Papi, por favor, no- Bill continua susurrando, su voz a penas un suspiro roto.
Su padre duda otra vez y escucha las lamentables plegarias de su hijo, mirando silenciosamente como Tom sujeta a Bill más cerca y coloca un beso en la melena negra y esponjada de Bill en un intento de calmarlo. Su interior se remueve y salta antes esa acción, su cerrada y prejuiciada mente causando que mire con disgusto y desilusión ante la prohibida relación que estos dos parecen compartir. Sus manos tiemblan y sus puños se cierran, pero se fuerza a abrirlos, la palma extendida y mantiene sus brazos bien derechos a sus costados.
Su rostro se suaviza mientras Bill continua sollozando y llamándolo papi.
Mira al rostro adolescente de su hijo, memorias de suplicas similares acudiendo a su mente cuando recuerda haber castigado a Bill siendo un niño por su mal comportamiento. Algunas veces lograba escaparse del castigo llorando, otras veces no era tan suertudo.
Pero no es solo el castigo por lo que ruega que no pase.
Y eso esta muy lejos de caer en la categoría de "mal comportamiento".
Como sea, las facciones del Sr. Trümper se siguen suavizando con cada segundo que deja que pase antes de hacer algo. Y al final cierra los puños y se gira, dándole la espalda a los muchachos para poder dirigirse a ellos con más calma –Ambos, los dos, pónganse presentables y traigan sus malditos tra...- se detiene, incapaz de obligarse a terminar la palabra; se pega en su garganta. Carraspea para aclarar su voz de manera que lo hace para los negocios y continua –Vengan a mi oficina. Necesitamos... hablar.
Tom observa como el señor se retira, su figura rígida mientras guía a su esposa fuera de la habitación.
Su corazón se acelera cuando ve los jóvenes ojos de James asomarse desde el marco de la puerta antes de que esta se cierre.
El vio, piensa, su mente regresando al diario.
El diario.
Maldición.
Leyó esa cosa cuatro veces, de cubierta a cubierta, palabra a palabra. James nunca mencionó algo sobre este feo incidente. Al menos no en gran detalle.
-Tomi, lo siento, lo siento- La voz de Bill se filtra en sus pensamientos, temblorosa, disculpándose y apunto de quebrarse –Yo... no deberíamos... Debí de haberlo pensado mejor.
¿Pensar mejor? ¿Pensado mejor que qué? ¿Qué el estar conmigo? Tom se pregunta, su quijada apretándose ante el pensamiento. Se tensa y aleja ligeramente al moreno por los hombros para separarse, mirándolo a los ojos -¿Q-qué quieres decir?- Cuestiona indeciso.
-¡De haber permitido que lo hiciéramos aquí! ¿Y luego habernos quedado dormidos después? ¡Y ahora ellos lo saben! Dios, Sr. Kaulitz ¡Estamos muertos!
El muchacho de rastas cierra sus ojos con alivio e inclina la cabeza, una gentil risa escapa de sus labios. Posa su frente contra la de Bill por un momento antes de acercarse y abrazar al angelical muchacho en sus brazos. –Bill- comienza con un susurro reconfortante –Estamos muy lejos de estar muertos.
Bill sacude su cabeza en desacuerdo, aunque permanece enterrado en la seguridad del rincón debajo de la barbilla de Tom –Desearía que esta vez estuviera en lo correcto, Sr. Kaulitz, realmente lo deseo.
Tom sonríe y atrae a Bill un poquito más cerca, atrayéndolo hacia su regazo y quitando las sabanas del camino –Sr. Trümper – se detiene para dejar un pequeño beso en el cabello revuelto del muchacho –Será mejor que me creas esta vez porque sé que todo vamos a estar bien.
El pelinegro comienza a temblar como una hoja en el cálido abrazo de Tom, sus hombros temblando al mismo tiempo que un sollozo se escapa de sus labios. Sus dedos se entierran involuntariamente en la suave piel de los hombros del otro mientras más sollozos siguen, el sonido mezclado con lágrimas y suspiros. Las palabras que salen de la boca de Tom suenan tan sinceras que Bill tiene problemas creyendo que sean mentira; por supuesto, tienen que ser falsas. ¿Cómo sería posible que todo estuviera "bien" después de eso?
Lo encontraron en la cama con otro hombre.
Es una relación de la que no se ha oído en el pueblo.
Relaciones sexuales con otra persona del mismo genero...
Aprieta sus ojos y se aferra al otro más fuerte, su tópico de conversación menos favorito llegando a su mente.
Es la batalla interna que ha tenido desde que se dio cuenta de que las mujeres no parecen despertar las mismas sensaciones en él como lo hacen otros muchachos, desde que cayo en cuenta de que no es exactamente normal en términos de la sociedad, desde que acepto que quizás es un poco diferente.
La batalla subconsciente que ha estado peleando, tratando de determinas donde exactamente esta parado en el mundo del amor.
Las chicas ciertamente nunca le han hecho sentir esa chispa de excitación dentro de el, al menos no como Tom.
Y ahora se ha enamorado de un muchacho.
Él intento advertirse desde un principio, cuando apenas se conocieron y no podía controlar a su corazón cada vez que Tom estaba cerca. Sabía que una relación como esa estaba considerada como mala a los ojos de la mayoría. Sabía que estaba condenado, conocido como un pecado por algunos y prohibido por otros. Lo sabía y aún así le sucedió, imaginando como un idiota que podrían mantener su amor como secreto para el mundo entero. Que sería su pequeño secreto por siempre.
Aunque ya no sea secreto.
¿Qué será de ellos ahora? Nunca había sido testigo de los castigos tan serios de los pecadores hoy en día. La ola de euforia de "cuélguenlos, a la horca" ya había acabado ¿verdad?
Se encoge ante el pensamiento repugnante.
Tom nota el movimiento y aprieta más su abrazo, atrayendo a Bill aun más cerca mientras planta una tanda de besos tranquilizadores por toda la línea del cuero cabelludo, murmurando como todo iba a estar bien; lo promete.
-¿Cómo puedes sonar tan seguro?- Pregunta en un susurro, pasando un antebrazo seco por sus ojos ya hinchados.
Decidiendo que ahora definitivamente no es el momento para mencionar el diario de James del futuro, Tom se encoge de hombros e inclina la barbilla de Bill para mirarlo a los ojos. Sonríe con gentileza y atrapa una lagrima antes de que tenga la oportunidad de caer sobre la ya húmeda mejilla de Bill –Yo... Sólo tienes que creerme esta vez, ¿vale? De la misma manera que a veces tienes que tomar esa oportunidad con el amor y aceptar... tomar esa carrera y saltar hacia el abismo con nada más que tu fe de que todo estará bien al final ¿lo entiendes?- Termina con voz gentil, sus ojos perdidos en los del otro. Su rostro contrario al de el sólo muestra esa pinta de confusión ante sus palabras. Sonríe y atrapa los labios del pelinegro con lo suyos en un beso casto –Sólo mantén eso en mente para más tarde ¿si?- Pregunta después de separarse.
La frente de Bill aún esta fruncida, sus cejas contraídas en confusión, pero asiente despacio como respuesta, las palabras de Tom aún resonando en su mente.
Un golpe sordo en la puerta los interrumpe.
-Rayos- Tom murmura mientras retira más a Bill, acercándose al final de la cama.
-¿Wilhelm?- Es su padre. El enojo no ha desaparecido del todo, es muy obvio por el tono frío de su voz.
Bill gruñe mientras vuelve a pasar su brazo sobre sus ojos – ¡Estaremos ahí en un momento, padre!- Grita al mismo tiempo que se mete en los pantalones mientras Tom recoge las prendas regadas por el suelo.
**
-¿Por qué?- la mamá de Bill pregunta, dándole la espalda a su hijo mientras esta parada cerca de la ventara en la oficina del Sr. Trümper, sus ojos escaneando ausentemente el patio trasero. El sol esta brillando sobre las plantas, dándole al mundo una sensación falsa de jubilo. Ella sólo desea que el sol con sus brillantes rayos sea capaz de cubrir la oscura relación pecaminosa, que ha estado creciendo debajo del techo de su propia casa. Pero, claro, ese tipo de cosas no tienen posibilidades. La Sra. Trümper lo sabe y sus ojos se posan en el cielo azul con una mirada de anhelo. No le gusta que el mundo exterior pueda ser tan brillante y este tan vivo cuando su hogar se esta cayendo a pedazos a su alrededor. Es como si la tormenta se formara al mismo tiempo que la relata. La sintió crecer antes de que lo supiera, y ahora esta cayendo sobre ellos tan fuerte que parece que no está dispuesta a pasar pronto.
Respira profundo y retira sus ojos del cielo para enfocarlos al interior por un pequeño momento, mirando sobre su hombre hacia su problemático hijo.
Él está recargado sobre uno de los brazos de las sillas, su cabeza gacha, sus ojos observando el suelo ausentemente. Su brazo derecho esta sosteniendo su izquierdo, su manos esta marcando círculos en su antebrazo en una manera un poco incomoda. Su cara está aun enrojecida, la piel alrededor de sus ojos irritada e hinchada.
Son solo ellos dos en la oficina por el momento.
La Sra. Trümper le pidió a su esposo que saliera después de los primeros tres intentos fallidos por hablar. La habitación estaba muy tensa. Tom había sido sacado de la habitación mucho antes.
Pero ahora, como sea, con solo la madre y el hijo presentes, ya no hay tanta tensión en el aire.
Son capaces de respirar.
La madre reprime un suspiro cuando su hijo simplemente se encoge de hombros como respuesta, la acción claramente no siendo una respuesta satisfactoria.
-Bill, cariño- Habla y gira completamente su cuerpo para encarar a la habitación. Su tono ha dejado de estar tenso y sonar irritado mientras intenta sacar una respuesta real de su silencioso hijo, incluso aceptar el usar la forma corta de su nombre que tanto le ha rogado usar por años. Suena raro saliendo de sus labios con un giro extraño de su lengua.
Los ojos de Bill se elevan rápidamente de la espléndida alfombra para encontrarse con la mirada de su madre a medio camino. Una de sus cejas esta levantada en curiosidad y confusión; es un hecho extraño escuchar ese nombre viniendo de su madre.
Sus ojos se conectan, los dos entablando una conversación silenciosa. Pena y confusión llenan cansados y viejos ojos; vergüenza, deshonra, humillación y aprehensión llenan los otros.
La conversación termina cuando la Sra. Trümper romper la conexión, su visión obstruida por sus parpados cerrados por largos segundos, su rostro sacudiéndose de lado a lado, su mente incapaz de comprender mientras siga en la negación -¿Por qué?- es la única palabra que maneja empujar de sus labios secos, sus ojos permanecen cerrados.
-¿Por qué?- Bill repite incrédulo, un resoplido cínico creciendo en su garganta. Se contiene -¿Por que qué, madre?
Los ojos de su madre se abren bruscamente y grita a pesar de la corta distancia en un tono tirante -¿Por qué cometerías un acto de ese tipo, Wilhelm?
El amistoso y corto apodo que de mala gana uso minutos antes ya no esta, su tono se vuelve crítico y crudo de nuevo.
La quijada de Bill se tensa notablemente, sus ojos se posan en el suelo.
Se queda callado a pesar de lo mucho que desea discutir como respuesta.
-¿Por qué Wilhelm? Todo este tiempo y tú... ¿Qué pasa con Florence?- Ella enfatiza el nombre de la chica, llamando la atención de su hijo por unos lamentables momentos.
Los ojos del joven arden con una mezcla de ira y fastidio, la esquina de su boca elevándose en una mueca mientras escupe su maliciosa respuesta – ¡Florence nunca significo algo para mi, madre, y lo sabría si tan siquiera se hubiera molestado en prestar un poco de atención!
-Entonces ¡Por qué demonios arrastraste a la pobre e inocente muchacha por tanto tiempo si nunca tuviste la intensión-!
-¡Porque al menos ella era tolerable, madre!- Bill responde antes de dejar que su madre termine. Para el movimiento de su brazo izquierdo y lleva su mano derecha a su frente, donde empieza a darse masajes gentiles con el dedo pulgar y medio de la misma manera que uno lo haría para intentar mitigar, en vano, una migraña. Suspira profundo, sus ojos trazando de manera ausente el complejo e intrincado diseño de la alfombra debajo de sus pies descalzos; no se había preocupado por pelearse con un par de zapatos en su prisa por vestirse –Ella conocía mi intención desde el principio- Explica con un tono callado, negándose a dejar que su vista vague hacia su madre. Ya sabe la mirada que sus ojos van a atener, no necesita ver más decepción –Ella deseaba esta relación tanto como yo.
-Pero yo pensé... ustedes dos... se veían tan felices últimamente- Su madre contesta, deteniéndose mientras sopesa sus palabras y cambia el rumbo de su mente un par de veces.
Bill es incapaz de detener la risa cínica que escapa de lo profundo de su garganta –Porque Florence hizo lo que mejor saben hacer las chicas, madre- continua la risa en la misma manera cínica –ella se enamoró.
El hijo remueve su mano de la cabeza al escuchar el suspiro de asombro de su madre, que mucho se parece al grito que una madre lanzaría al escuchar las nuevas de un hijo comprometiéndose.
Él la mira de manera fría y dura, los brazos cruzados.
Su madre al inicio luce complacida, habiendo olvidado que los trajo a esta discusión en primer lugar. Así de fácil como perdió noción del caos que ocurría en realidad a su alrededor, volvió de nuevo a la terrible pesadilla viviente. Su rostro usualmente bello se pone pálido y vacio, su boca una vez más se pone seca mientas mira inexpresivamente a su hijo –Pero eso ya no importa ¿verdad?- pregunta, una pequeña pizca de esperanza en su tono de voz.
El muchacho de cabellos oscuros cierra sus ojos por un momento antes de contestar monótonamente –Madre, ella nunca ha importado , no al menos para mí.
Una delgada arruga encuentra su lugar en los labios de la Sra. Trümper. Su respiración se vuelve profunda, un asentimiento rígido siguiéndole a las palabras de su hijo. Pero no puede evitar ser un poco curiosa –Nunca ha importado, ni siquiera un poquito...
-No, madre, no de esa manera- Contesta, meneando su cabeza continuamente hasta que una sonrisa sardónica y risible se cuela en su rostro –Ninguna de ellas ha importado. Ni una de ellas han significado algo para mi, ni una, madre, por qué nunca lo entendiste. No importa cuantas mujeres amables y respetables haya alejado, siempre encontrabas una para llenar ese hueco, clamando que esa sería la elegida, la única ¡y nunca entendías que esa vida no es para mí! Nunca he tenido ni el más ligero deseo de casarme con alguna muchacha y empezar una familia, pero aún así nunca lo entendiste, ¿verdad?
Las facciones del rostro de su madre se han endurecido, sus labios están apretados.
La pesadilla ha regresado completa, pero no puede gritar como un niño y despertarse del terror.
-¿Qué maldita sea hay de malo en eso?- Pregunta, su voz atorándose en su garganta.
La cara de su madre se tensa, cada musculo pareciera contraerse de manera dolorosa.
Bill no la va a dejar escaparse con una respuesta silenciosa- Por favor, madre, ¿dime por qué es tan horrible una relación así? La llamaste locura, el pecado de los pecados, como si yo hubiera ido en algún tipo de masacre cuando lo que hice fue fijarme en los chicos en lugar de las mujeres...
-Está mal- La voz de su madre es tan baja la primera vez que se ve forzada a repetir una segunda, y mientras lo hace, cierra los ojos, parece como si estuviera sufriendo cuando las palabras tan severas dejan sus labios con el aura autoritativa de una decisión final.
De cualquier modo, su hijo no va a dejar que tan tangente respuesta sea la final – ¿Mal? ¿Cómo? ¿Quién dijo que esta mal?
La Sra. Trümper separa sus labios para hablar, pero rápidamente los cierra cuando se da cuenta que no tiene la respuesta. Lo más que puede decir es que esta mal, y solo eso. Nunca aprendió por qué una relación de ese tipo esta mal, por qué la ven así y es prohibida, simplemente aprendió que es incorrecto.
-No está mal-Bill dice después de que un buen tiempo ha pasado para que su madre responda. Los dilatados y decepcionados ojos de ella encuentran los suyos. –Madre, no lo está. ¿Cómo puedes decirlo? Es amor.
La Sra. Trümper cierra los ojos, una expresión compungida apoderándose de sus facciones otra vez. Sacude su cabeza, traga audiblemente y mantiene sus ojos cerrados pera evitar que miren a su hijo, no está segura de que pueda manejar el verlo justo en ese momento. –Es amor- Fuerza la respuesta con palabras frías –que nunca debió de haber sucedido.
-No, no sabes eso- Bill contraataca sin permitir que pase un segundo –Es un amor que no es diferente del amor que comparten usted y mi padre...
La Sra. Trümper finalmente abre sus ojos, aunque lucen fríos, con una mirada de odio dirigida solamente a su hijo –Nunca te atrevas a comparar ese... ese... -Tartamudea con la palabra, incapaz de poderla decir.
-Amor- Bill le ayuda.
Le da un tic en el ojo izquierdo pero continua – Nunca te atrevas a comparar eso con lo que tu padre y yo tenemos. Nunca.
Bill siente su quijada tensarse, sus dientes rechinando. Una ola de odio absoluto crece dentro de él, la ira hirviendo en su sangre mientras su ceño se desfrunce y se curva en una mirada aterradora. Echa un resoplido con su respiración temblorosa, un escalofrió recorriéndole la espalda. Desea tanto acortar la distancia entre él y su madre y abofetearla. Fuerte. Quiere que le arda. Quiere ver que le duele, que sufra. Quiere ver las lágrimas en sus ojos.
La ola de rabia desaparece, porque sabe que nunca le pondría una mano encima a su preciosa madre. No podría hacer eso, por más que lo desee.
Se contenta con la pelea verbal, sabe qué palabras la harán quebrarse sin más.
-Pero yo lo amo, madre- susurra, una genuina sonrisa adornando sus labios al mismo tiempo que un par de lágrimas caen de sus ojos. Si son del coraje o de felicidad de admitir la seriedad de su relación directamente a su madre, no lo sabe. Pero no hace intento alguno de limpiar las lágrimas.
La Sra. Trümper se toma unos segundos para hacer la evaluación de su hijo, sus ojos escaneándolo de pies a cabeza, desde las lágrimas que ruedan por sus mejillas hasta la sincera sonrisa que prevalece en sus facciones.
Se rompe por dentro.
Parpadea rápidamente y hace su camino hacia la puerta de la oficina de su esposo. Abriendo la enorme puerta de caoba ella escapa por el pasillo del primer piso y rápidamente encuentra al Sr. Trümper quien ha estado paseando impaciente a unos cuantos pies de la puerta de su oficina. Una ola de alivio la baña cuando cae contra el pecho de su esposo, sus brazos recargados sobre él y las lágrimas que ha retenido la última hora finalmente son liberadas como un aguacero en plena tormenta de verano.
El Sr. Trümper, envolviéndola protectoramente, levanta su mira de su descompuesta esposa cuando escucha las pisadas cautelosas caminando detrás, saliendo de la oficina.
Se encuentra con los ojos de su hijo.
Sus brazos se tensan alrededor de su esposa.
Aclara su garganta, preparándose para hablar, pero su esposa le gana.
-Por favor- murmura entre lágrimas, temblando en el abrazo de su esposo –Déjalo así por ahora. No puedo escuchar más.
**
-Tomi ¿qué... qué estás haciendo?- Bill pregunta, tragando mientras Tom lo arrastra abruptamente desde la entrada hacia el patio trasero, tomándolo por sorpresa.
Tom no responde, sólo continúa guiando a Bill a las profundidades del patio, sus manos agarradas fuertemente. Bill apenas acaba de terminar de explicar, con gran detalle, la conversación que tuvo con su madre. Los dos muchachos estaban sentados en el columpio en el porche. Sus voces eran bajas mientras platicaban, sus ojos continuamente desviándose en dirección de la puerta principal en caso de que el Sr. o la Sra. Trümper decidieran que era tiempo para otra plática. Afortunadamente, ninguno apareció.
Pero el muchacho de rastas sabe que está haciendo.
Ya lo tiene todo planeado en su cabeza.
Es así como se supone que pase, ¿verdad?
Él y Bill tienen una discusión con Madre y Padre y luego desaparecen milagrosamente.
Es así como recuerda leerlo en el diario, quizás no palabra a palabra, pero algo parecido a esas líneas, piensa.
El diario, sus manos bajan instintivamente para sentir el bulto en el bolsillo frontal de su pantalón, pero sus dedos no rozan contra un bulto.
Su carrera se convierte en una caminata, su cabeza inclinándose para mirar su pierna. Mete su mano en el bolsillo en el que recuerda claramente colocar el diario, pero sus dedos regresan sosteniendo más nada que la tela de sus jeans e hilachas.
Sacude su cabeza y decide que debió de haberlo dejado junto a su equipaje en casa, en el futuro.
Ni siquiera pensando dos veces aparte de imaginar lo bueno que sería tener tan útil acordeón ahora, para asegurarse que esta haciendo las cosas correctamente, se gira hacia Bill.
Su ceño esta fruncido, confundido, mientras mira sobre el hombro de Tom la pipa de agua puesta ahí, en medio de la hierba solo un par de metros más adelante con su infame presencia. Sin embargo ahora que la mira notando 'por unos momentos, comienza a tomar un significado un tanto diferente. Su corazón comienza a latir más rápido en reacción, su mente entendiendo las abruptas acciones de Tom.
Quiere que vaya con él, lo siente, su respiración atorándose en su garganta cuando trata de tragar.
-No, Tomi- Comienza con la voz rota, las lágrimas comenzando a formase en sus ojos al tiempo que Tom sacude la cabeza y coloca su dedo índice contra sus labios, callando cualquier desacuerdo.
-Bill, tenemos que hacerlo.
La cabeza de cabellos negros revueltos se sacude de lado a lado.
-No tenemos otra opción- Tom continua retira sus dedo de los labios de Bill –No hay otra manera...
-¡No puedo solamente desaparecer, Tomi!
-No podemos quedarnos aquí- Tom de nuevo sacude la cabeza al no tener más palabras, sus ojos mirando el suelo mientras sus manos encuentran el camino para posarse en las caderas del otro. Levanta la mirada para encontrar la de Bill -¿No recuerdas cómo Gustav amenazó con actuar si lastimabas a Florence? No puedo dejar que te quedes aquí y arriesgar...
-Sólo estaba de hablador.
-¿Y qué si no es eso?- Pregunta creando el silencio entre los dos, sus palabras colgadas en el aire.
Un escalofrío le recorre la espalda con el pensamiento, pero no quiere pensar en eso, no justo ahora. Gustav no lo lastimaría realmente ¿verdad? No, no, claro que no –Lo estaba y estaré bien- Concluye después de un minuto, su tono frío.
-¿Y qué entonces, cuando esto se haga del conocimiento de los demás? Con Florence sabiéndolo, no creo que se quede en secreto por mucho más tiempo.
-La gente chismea todo el tiempo, Tom, no es nada nuevo para mi el estar en boca de todos- Bill rezonga y se aleja del agarre de Tom.
Los brazos del muchacho de rastas caen a sus costados. Puede sentir la tensión creciendo en el aire.
-Pero ellos no entenderán, Bill.
Bill aprieta los dientes, sabiendo que es verdad –No es razón suficiente para que yo huya y escape al futuro como un cobarde- casi grita, su voz elevándose cuando menciona el futuro.
-Bill, no puedes quedarte aquí.
-¿Y por qué no? Todo lo que he conocido está aquí- Bill dice, su voz sigue subiendo de volumen enojado.
Los hombros del otro caen unos milímetros.
-Yo no estoy aquí- Responde muy bajo, inútilmente.
-¿Pero tu te quedarías?- Pregunta. Las cejas de Tom se fruncen ante la pregunta –Me estas preguntando que huya al futuro contigo, ¿pero te imaginas dejar atrás todo lo que tu conoces para quedarte aquí, en el pasado?
Los ojos de Tom miran el suelo.
-Pensé que no- Bill responde suavemente, la decepción evidente en su voz mientras se gira y comienza a caminar de regreso a su casa.
-¿A dónde vas?
-No lo sé, pero sé que no voy a dejar a mi familia atrás para desaparecer en el futuro.
Tom muerde su labio inferior mientras mira la espalda de Bill alejarse. Puede sentir la derrota ahogándolo; sus hombros caen ante una fuerza invisible. Su corazón se hunde en su pecho. Siente su agarre alrededor de Bill debilitarse cada segundo –Pero te amo- Dice como último intento.
Bill se detiene por un segundo, pero no se gira –También te amo, pero tú no entiendes lo que me estás pidiendo hacer. No puedo hacerlo ahora. No todavía.
Silencio.
Bill continúa caminado, sus brazos cruzados sobre su pecho.
-¿No recuerdas lo que te dije antes? ¿Lo que te dije que mantuvieras presente para más tarde?- Lo intenta una última vez, su voz tensa y casi al filo de la derrota. No sabe que más hacer.
Otra vez Bill se detiene a medio camino, pero se niega a girarse.
Claro que recuerda lo que Tom le dijo antes, la frase ha estado repitiéndose constantemente en su confusión.
Algunas veces tienes que tomar esa oportunidad con el amor y aceptar... tomar esa carrera y saltar hacia el abismo con nada más que tu fe de que todo estará bien al final.
No tenía sentido hasta ahora.
Sólo ten eso presente, para más tarde ¿de acuerdo?
Bill suelta un suspiro suave. Cierra sus ojos con irritación cuando se da cuenta de que Tom había planeado llevárselo al futuro desde antes.
Pero no está listo para saltar así, no aún.
Tragando con dificultad e ignorando a su contradictorio corazón responde con tono frío –Si debe irse, entonces le sugiero que lo haga sin mí, Sr. Kaulitz.
Escucha el sonido de las hojas, una suave brisa levantándolas a corta distancia detrás de él.
**
Tom se aleja de la pipa negra y comienza a patear el tronco de un viejo y ancestral árbol no muy lejos. Su quijada está tensa de la furia, sus dientes están apretados unos contra otros, tanto que le duelen. Sus músculos están tensos sin razón y tiene la urgencia de golpear algo tan fuerte que se rompa en miles de pequeños y minúsculos pedacitos.
El olor de la derrota es fuerte.
El peso de la derrota es insoportable.
Odia perder.
Odia pelear con Bill.
Y odia perder peleas contra Bill.
Él y el pelinegro nunca han peleado; si lo han hecho es muy rara la ocasión.
Y esta pelea, no sabe que pensar de ella. No sabe si es monumental o no. Si Bill está furioso realmente o sólo está enojado ante la idea de desaparecer tan pronto y cobardemente, no lo sabe. No sabe si debería de correr de regreso allí ahora mismo y disculparse sobre sus manos y rodillas. Todo lo que sabe es que quiere que Bill esté sano y salvo, en sus brazos, y alejado de cualquier cosa que lo pueda lastimar, lo que sólo puede asumir que está en el pasado.
Dándole al árbol un golpe final que lo hace sacudirse y las hojas temblar, se gira y se desliza sobre la corteza, su cara en una mueca de dolor. Se deja caer en el suelo, trae sus rodillas hacia su pecho y agacha la cabeza...
Nunca esperó alguna resistencia por parte de Bill. El diario no menciono la ligera posibilidad de que Bill fuera difícil y terco como para huir al futuro. El diario sólo menciona un pequeño segmento sobre una discusión entre su madre y su padre y luego brincó a la desaparición de Bill.
Pero aparentemente el diario estaba equivocado.
¿Es eso posible?
Ha estado absolutamente correcto con todo lo demás, lo que deja a Tom con solo una explicación.
-Hice algo mal- Se susurra así mismo, su cabeza en sus brazos mientras unas cuantas lágrimas de derrota caen desde sus mejillas sobre su regazo –Debí de haber hecho algo mal.
**
Bill esta sentado en el piso de su habitación, su espalda contra un lado de la cama, sus brazos abrazan sus rodillas en su pecho, y lágrimas embarradas en sus mejillas. El piso está duro y agonizantemente inconfortable, pero no pudo lograr acostarse en la cama y conserva un pedazo de sanidad. Ya lo intento, es la razón por la que esta sentado ahí, echo bolita. Allí arriba, solo puede oler el intoxicante aroma de Tom, recordándole de lo que sucedió hace rato y mandando su mente a un montón de diferente tangente y si hubieras. Cada segundo que permanecía sobre esa cama, su miedo se hacia peor.
El terror de no saber que será de él y Tom, del futuro, de su madre y su padre, de Florence, de Gustav, de cualquier alma viviente que lo descubra.
Quiere respuestas, claras y distintas.
Hay un ligero golpeteo que interrumpe sus pensamientos.
Mira hacia la puerta cerrada y gruñe –Por favor, Madre, no deseo hablar más por el momento- grita, un nuevo rio de lágrimas corre por sus ya secas mejillas.
La puerta se abre.
-¿Bill?
-Oh, James. Eres tú- Bill dice con un suspiro de tranquilidad, sus músculos relajándose cuando mira a su hermano menor sonreír y escurrirse en la habitación. Tiene algo que luce como un libro agarrado entre sus manos, cargándolo como un documento sagrado. El moreno levanta una ceja curioso, pasando su antebrazos por su cara mientras lloriquea. -¿Qué tienes ahí?
James mira el artículo en sus manos y de nuevo a su hermano con unas sonrisa cómplice, dejándose caer en el suelo junto a Bill –No estoy muy seguro- Admite en tono franco, cruzando sus piernas debajo de él, en estilo indio- Pero pienso que es mío realmente.
-¿Piensas?- Cuestiona, riéndose de la entusiasmada cara de su hermano. Mueve su mirada hacia el objeto – ¿Dónde lo encontraste?
-En tu piso.
Bill mira a su hermano con irritación, pero no le grita todavía. Después de todo, no parece ni luce como alguna de sus posesiones. –Déjame ver- dice, sus brazos ya extendidos. Su hermano obedece y le ofrece lo que parece ser un libro. Bill lo toma en sus manos y lo inspecciona por unos momentos, girándolo y recorriendo con sus dedos la cubierta de piel. –No es mío- susurra, sacudiendo la cabeza pero sus manos curiosas ya le dieron vuelta a la cubierta.
-No- James concuerda y se acomoda más cerca de su hermano, sus ojos mirando el libro –Pienso que le pertenece a Tom.
Bill acude su cabeza de nuevo, sus ojos escaneando las hojas, pero no comprende ninguna de las palabras que esta leyendo. –Pero no es la letra de Tom- Responde, recordando unas pocas cosas que Tom había escrito de vez en cuando.
-Lo sé, es mía.
La risa se escapa de Bill mientras mira más de cerca las páginas –James, tu no puedes escribir tan bonito.
-No, aún no puedo.
Bill frunce el ceño con confusión, quitando su vista de las páginas de lo que parece ser un diario para mirar a su hermano. No necesita decir nada para que su hermano se explique.
-Es del futuro- James explica de manera simple y sin derecho a replica –Intente leer algo de eso, pero realmente no tiene sentido. Todo es sobre esa tontería de tú y él en el futuro y yo visitándolos y diciéndoles como está el pasado, como si fueras a tener las agallas para vivir en el futuro, y nada de eso parece...
Bill deja de escuchar el resto de la explicación de su hermano y se ríe mientras regresa su atención al diario que tiene abierto entre sus manos. Al menos, finalmente reconoce su nombre y el de Tom apareciendo por toda la página. Revisa las hojas más de cerca, cambiando de una en una mientras sus ojos se dan cuenta de que hablan del futuro, un apartamento, carros, trabajos, y la familia de Tom... Su corazón se acelera y regresa al inicio de su diario, a la primera entrada.
Esta fechada a varios meses más adelante.
21 de febrero de 1909
Visité a Bill y Tom hoy. No había visto a ninguno de los dos desde aquel día de agosto cuando Madre y Padre los encontraron... juntos. Aún no sé qué pasó excepto que los atraparon. Ellos aún no me dicen que estaban haciendo, al menos aún no. Debió de haber sido muy malo, considerando lo fuerte que Padre estaba gritando e incluso vi a Madre llorar. Sólo han sido unos pocos meses, pero Bill ha cambiado. Esta comenzando a parecerse a Tom más y más, luciendo como si también fuera del futuro. Ya no viste la mismo ropa de antes, en lugar de ellas, la ropa es más como esa que vi que usaba en la tira de fotografías que encontré en su escritorio. Creo que los llama Jeans, pero no estoy seguro. Hablaba sin parar un montón de nombres y sonidos desconocidos hoy. No puede recordar ni la mitad de ellos. Pero lucen felices. Me estuvieron diciendo de todo lo que han hecho desde que Bill desapareció y como han estado viajando un poco y cosas de esas, no sé, de acomodarse o establecerse o algo así. Y cuando le pregunté a Bill que porque desapareció ese día, dijo que yo fui una gran causa, de buena manera. Dijo que le di la seguridad de que realmente podría sobrevivir en el futuro. La seguridad que necesitaba antes de que pudiera irse...
Bill para de leer y quita su vista del diario, mirando directamente a la pared plana en al lado opuesto de la habitación. Sus ojos están acuosos, pero no porque este triste. No, son lágrimas de tranquilidad las que están llenando sus ojos. Su corazón late un poco más rápido en su corazón, adrenalina corriendo por sus venas, su mente se vuelve loca, sus pensamientos se mueven de una idea a otra, imaginándose el futuro con Tom y él, juntos.
El futuro...
Una sonrisa se apodera de sus labios.
Por primera vez, esa palabra ya no tiene la misma connotación negativa que tuvo originalmente. Ahora tiene una sensación de aventura y emoción renovada, haciéndolo sentir como a un pequeño niño ansioso la noche antes de un gran viaje.
-¿Bill?- James pregunta, su tono ligeramente preocupado mientras observa las lágrimas rodar por las mejillas de su hermano. -¿Estás bien?
Su hermano mayor lo voltea a ver y le sonríe, asintiendo con la cabeza –Estoy... Me siento estupendo, James, en serio- Trata de tranquilizarlo, limpiando las lágrimas mientras mantiene el diario firmemente agarrado. –Y gracias por esto- continua y se inclina para tomar a su hermano en un fuerte y agradecido abrazo –Muchas gracias, James.
El pequeño luce confundido casi incrédulo mientras observa a Bill levantarse del piso y caminar hacia la puerta -¿A dónde vas?
Bill se calma y se limpia más lágrimas mientras se gira y encara a James una última vez –A ver a Tom- dice con una fina sonrisa en su rostro, las lágrimas aún cayendo de sus ojos. Sabiendo que está no es en verdad la última vez que verá a James, la espantosa idea de decirle adiós a su familia para siempre desapareció- Yo... no sé cuando estaré en casa de nuevo- comienza –pero, James, sólo recuerda que te quiero ¿está bien?
Las cejas de James se arrugan con confusión, su labio inferior debajo de sus dientes superiores, pero asiente entendiendo- está bien- responde, arqueando una ceja ante el comportamiento peculiar de su hermano.
-Muy bien, bueno... Tengo que irme, te veo luego- Dice, incapaz de encontrar palabras lo suficientemente buenas para tan significante momento, y se apresura a salir del cuarto, baja las escaleras, sale por la puerta frontal y rodee la casa rumbo al patio trasero, dejando atrás a un incrédulo hermano menor, a sus padres ignorantes, y todo lo que alguna vez tuvo en el pasado.
**
Bill sonríe mientras el aire levanta a su alrededor, sus ojos cerrados hasta que siente el suelo de nuevo bajo sus pies. Sus dedos cosquillean con anticipación alrededor de la manija, los otros alrededor del diario. Su corazón retumba lento y pesadamente en su pecho, resonando en sus oídos con sonidos rítmicos.
-¿Bill?- La voz que ama pregunta antes incluso de que tuviera oportunidad de abrir los ojos.
Los abre y se gira en dirección a la voz, sus ojos posándose sobre Tom que reposa contra el tronco de un árbol. Sus ojos hinchados -¿viniste?- pregunta, pasando su antebrazo por sus ojos mientras se apoya en el árbol para levantarse.
-Vine- Responde Bill con un enérgico asentimiento de cabeza, una sonrisa excitada adornando sus labios.
-¿Qué... por qué cambiaste de idea?- Pregunta Tom mientras da cautelosos pasos en dirección de Bill.
El pelinegro mira el diario en sus manos y regresa su mirada a Tom con la misma curiosa y traviesa sonrisa en sus facciones –James- explica simplemente, agitando de manera ligera el diario en su mano derecha al mismo tiempo que se acerca para cerrar la distancia entre ellos. Mira el suelo, un sonrojo esparciéndose por sus mejillas de manera infantil.
Claro que fue James, Tom piensa y sonríe, viendo el sonrojo crecer en las mejillas de Bill poniendo sus manos en los codos del otro –Mira, Bill- comienza gentilmente, no sabiendo por donde comenzar, frotando los brazos del pelinegro con sus manos –Lo siento, estaba pidiendo mucho de ti y no quise...
Bill le corta, inclinando su cabeza para unir sus labios en un casto beso que lo calla.
Tom cierra sus labios al mismo tiempo que el chico del pasado se aleja, aún sonriendo de manera curiosa; sus mejillas aún adornadas con una sombra rosada.
Y con la emoción del futuro escondida detrás de esa sonrisa, Bill finalmente admite en un susurro suave y confidencial:
-Tomi, yo... yo creo que estoy listo para hacer ese gran salto ahora
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Turn Back Time
Fanfiction¿Qué sucede cuando tu verdadero amor es de una época diferente? ¿Podrán a pesar de tiempo estar juntos? Autor: Izzap Traductor: Devi