28.- 100 Years

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28.- 100 Years

(100 Años)



–Maldición – Georg susurra al viento de la tarde, una ligera brisa muriendo contra su piel. No quita su mano de la fría pipa de agua mientras mira a su alrededor girando su cabeza. El sucio escenario del usual parque ya no está. Bill y Tom no están a la vista. La vieja mesa de picnic tampoco está, y lo que queda causa que sus ojos se abran de asombro y brillen con deleite infantil y sorpresa.

Los árboles son diferentes, mucho más... vívidos y jóvenes. En lugar de la hierba muerta y parecida a la paja, arbustos hermosos con flores marchitas le rodean. Y enfrente del joven catatónico se levanta una alta, majestuosa e intimidante casa.

Traga con dificultad.

La casa de los Trümper, lo sabe por instinto.

–Funcionó – termina en voz alta mientras una sonrisa jubilosa florece en sus labios, y una risa casi maniática sale de su boca. –Realmente funcionó – Es justo como Tom la describió.

Un ligero y casi imperceptible movimiento de la cortina en la ventana del segundo piso de la casa lo saca de su ensoñación momentánea, quitándole la sonrisa fácilmente cuando recuerda por qué está ahí. Pudiera ser impresionante, asombrosa y una completa locura, pero necesita mantenerse enfocado. Después de todo, está ahí en una misión.

Tomando un momento para acomodar sus pensamientos y encontrar el coraje que tiene temporalmente perdido, el joven finalmente deja el jardín verde y camina hacia la casa. Su estomago haciendo una revolución con cada paso.

Deteniéndose en la puerta principal, inhala profundamente antes de de tocar a la puerta con sus nudillos. El sonido se dispersa mientras jala nerviosamente su ropa extraña, los pantalones subiéndose incómodamente. Se mueve inquieto.

Un minuto después la puerta se abre, revelando una mujer de edad media. Ella luce... desvalida, desde su cabello revuelto hasta su vestido arrugado. Una chispa de esperanza reside en sus ojos brillantes, pero rápidamente desaparece cuando sus ojos se posan sobre el visitante en la puerta. Él definitivamente no quien ella esperaba, mucho menos quien deseaba ver. Empujando la puerta un poco más cerrada en lugar de abrirla, un cambio se hace notar cuando realiza que no es quien ella quiere que este tacando a su puerta. –¿Sí? – pregunta de manera cortante. –¿Con qué puedo ayudarlo?

–Um, hola – Georg tartamudea con sus propias palabras en respuesta inmediata. –Mi nombre es Georg Listing, y yo... – sus ojos se alejan de la mujer, quien sólo puede asumir que es la Sra. Trümper, mientras recorre la historia que hicieron en su cabeza, luchando por encontrar las palabras correctas y las frases adecuadas. –Estaba llegando al pueblo por, ah, por negocios, y me encontré con estos dos pequeños... compañeros. Uno de ellos, un Sr. Bill Trümper, me pidió que—

Él corta lo que estaba diciendo cuando la frágil mujer suelta un pequeño chillido de sorpresa, sus manos cubriendo su boca. Una capa de lágrimas cubriendo sus ojos.

El joven mueve su peso de un pie a otro inquieto. –Um, ¿está es la casa Trümper, cierto?

La mujer asiente. –Sí, sí lo es – Responde a través de su mano, su voz ahogada. –Wilhelm, Bill, –se corrige, –es mi hijo. No he escuchado noticias de o sobre él... – Se detiene, apartando sus ojos mientras un mirada distante se posa en sus pupilas, su frente frunciéndose casi imperceptiblemente. Después de quedarse un momento en sus pensamientos, ella sacude su cabeza un poco y le sonríe al joven parado a su puerta a manera de disculpa. La sonrisa tiembla un poco en sus labios. –se fue hace ya muchos días, debería disculparme, Sr...

–Listing.

–Listing, sí – Un ligero sonrojo se esparce por su pálida complexión, tan similar a la de Bill, Georg se da cuenta. –Simplemente estoy... abrumada de escuchar noticias de él. Yo aún... –La mujer sacude su cabeza otra vez, su actitud volviéndose nerviosa, la mirada en sus ojos haciéndose más y más distante. –¿Él tenía algo importante que decir? ¿Está sano? ¿Y dijo que estaba con alguien? ¿Quién? ¿Estaba con Florence? – Su rostro se ilumina en vano. –Oh ¡eso sería maravilloso! – sonriendo, abre la puerta, no dispuesta a esperar el escuchar noticias de su hijo. –Por favor – Da un paso a un lado y le indica a Georg que entre. –Pase, Sr. Listing, por favor. ¡Mark! ¡Tenemos una visita!

Mientras sus palabras felices y ligeras viajan por el aire detrás de la puerta cerrada, la Mandíbula de Georg se cae de sorpresa y sus ojos se abren enormes con gloriosa fijación. Es como un set de película. –Justo como lo describió – Accidentalmente susurra en voz alta.

La Sra. Trümper frunce la frente ligeramente –¿Hm?

Él se gira ante la voz de ella – Oh, no es nada, sólo que... su casa es bastante genial.

–¿Genial?

.Uh, sí, genial. Quiero decir... – Traga con dificultad, manteniendo una fachada de calma mientras encuentra un manera de remediar su error. –hermosa, Sra. Trümper. Usted tiene una casa bastante bonita.

Ella se ríe graciosamente, esa acción sintiéndose tan extraña en sus músculos faciales; sus labios hace días que no han tomado esa forma – Oh, muchas gracias, Sr. Listing, tratamos...

–¿Sr. Listing?

Ambos se giran cuando el Sr. Trümper, Georg asume, llega a la entrada principal de la casa, dejando sus lentillas descansar sobre la punta de su nariz mientras saluda al inesperado visitante con una sonrisa cálida.

–Sí, Mark – La Sra. Trümper replica enérgica, su inusual sonrisa claramente tomando a su esposo con la guardia baja. –Este es el Sr. Listing. El venía al pueblo por negocios, y se encontró con Wilhelm.

–Ni lo digas – el hombre dice, su sonrisa haciéndose un poco más amistosa mientras extiende su mano derecha – Es un placer, Sr. Listing. Soy el Sr. Trümper, el padre de Bill.

Georg acepta la mano con un movimiento firme. –El placer es mío, Sr. Trümper.

Minutos después los tres se encuentran sentados en el gran salón de la casa Trümper, Georg está sentado al filo de una de las sillas acojinadas mientras que los esposos están situados uno junto al otro en un sillón de dos placas enfrente del visitante. Traga con dificultad mientras él siente que la atmosfera cambia a su alrededor, la situación cambiando casi paralela a uno donde el maestro está lanzando preguntas a sus estudiantes sobre la lectura encargada de tarea.

Mientras la Sra. Trümper pregunta enérgica y desesperadamente sobre su hijo y sus andares y su condición y cada detalle que posiblemente pueda pensar para sacarla en forma de pregunta, Georg mantiene sus manos húmedas juntas mientras trata de recordar lo que Bill y Tom le dijeron.

Aunque ellos no lo prepararon para todas esa preguntas.
Con suerte, escritura imaginativa y teatro siempre han sido dos de las clases favoritas de Georg en la escuela.

–¿Cuándo fue que se encontró con Bill? – Pregunta ella mientras se sitúa al lado de su esposo, ese pequeño brillo de esperanza de nuevo mostrándose en sus ojos.

–La otra noche –

–¿Dijo usted que venía al pueblo por negocios? – El Sr. Trümper lo interrumpe.

Georg inhala profundo, su pecho elevándose visiblemente. –Sí – Posa sus ojos en el suelo y trata de relajarse, pero parece relativamente imposible. Aclarando su garganta, responde con un tono un poco más confidente, –Mi familia me mando desde Bliesdorf para hacerme cargo de un par de asuntos –

–¿Bliesdorf? – Él levanta su mirada a tiempo para ver las facciones de la Sra. Trümper iluminarse con júbilo. –¿Usted es de Bliesdorf?

–Sí, señora.

–Bueno, eso es simplemente maravilloso ¿no lo crees, Mark? – Ella comparte una sonrisa con su esposo antes de mirar a Georg. –Algunos de nuestros amigos más cercanos son de allá. Oh, ellos son absolutamente encantadores. Los Krueger, ¿puede que los conozca usted?

Georg finge una sonrisa de disculpa, una sacudida ligera de su cabeza. El nombre sólo suena un poco familiar. –¿Ellos no tendrán un hijo llamado Freddy, o sí?

–¿Un Freddy Krueger? No... Ellos solo tienen un par de adorables hijas.

–Ah – se queda con un ligero asentimiento de cabeza, aplacando una risa interna – debe de ser alguien más en quien estoy pensando.

La Sra. Trümper sólo asiente entendiendo. –Sí, –acuerda con un poco decepcionada, –¿aunque quizás un primo?

Georg sonríe – –Sí, quizás un primo.

La conversación se alarga por un par de minutos, el cálido y húmedo aire tomando la oportunidad para adherirse a su piel mientras las preguntas llegan a una abrupta pausa. Nerviosos, pero aún así amigables, las miradas son compartidas entre los tres.

La elegante mujer delicadamente acomoda un par de mechones desordenados detrás de su oreja, adornados con unos modestos y disimulados aretes brillantes, los del tipo que sólo Georg ha vista a su madre sacar de su caja de joyas para las más prestigiosas ocasiones. Bajo la cautivante mirada de Georg, ella inclina la cabeza con un sonrojo en las mejillas, acomodando las faldas de su vestido de verano.

Reajustando sus lentes sobre su frente, el Sr. Trümper aclara su garganta, el repentino sonido rompiendo la barrera silenciosa que se posó sobre el salón. –Así que, Sr. Listing – comienza con un tono vacilante – ¿Dónde exactamente se topo con Bill?

Las preguntas comienzan de nuevo.

–A las afueras del pueblo, hace dos noches. Me dirigía al centro, ellos en dirección contraria. El joven aclara su garganta, nervioso, mientras agacha la mirada. –Yo estaba un poco... desorientado y perdido, y su hijo se detuvo y se acerco muy amablemente a mi auxilio. Dos agradables compañeros que son. Compartimos la cena esa noche.

Levanta su mirada para encontrar a la madre de Bill observándolo con ligero desconcierto mostrándose de manera natural en su frente. –Disculpe mi atrevimiento, Sr. Listing – Se disculpa antes de tiempo, –pero nuestro hijo se fue tan repentinamente y sin alguna explicación, mucho menos dijo adiós. Su compañero de viaje... – se detiene indecisa, como si ella no supiera si quiere o no escuchar la respuesta a su siguiente pregunta. –¿no logro captar el nombre de esta persona con la que él estaba viajando?

Tomando un profundo respiro, el joven se sienta más derecho cuando se da cuenta que está en una posición encorvada. Respirando, replica con un movimiento firme de cabeza – Lo hice, sí. Él era un hombre bastante encantador también, debo decir. Ambos lo eran. Pero el otro se hacía llamar Tom, un Sr. Tom Kaulitz. ¿Es alguien que les suene familiar?

Un rastro de disgusto atraviesa los rostros de los padres, pasando tan rápido que uno usualmente no se daría cuenta, pero Georg sí. Pero no lo cuestiona. Sabe lo suficiente de la historia para entender el disgusto que los padres parecen asociar con el nombre Tom.

–El Sr. Kaulitz – La madre comienza, el cambio de tono, y de ánimo, claro en su voz, –era un cercano... compañero de Bill, o mejor dicho, es un compañero cercano de Bill, supongo – No ofreciendo más, ella aleja la mirada y se levanta del sillón, aparentemente incomoda. –Bien—dice mirando hacia la ventana, sus ojos notando la hora fácilmente. –Sr. Listing ¿sería un placer que se quedará para la cena? Ya se ha desviado tanto de su camino, y sólo por nuestro hijo. Dejarlo ir tan pronto y con las manos vacías no parece correcto.

Robando una mirada por sobre su hombro hacia la ventana, Georg asiente simplemente, girándose de nuevo. –Cenar suena muy tentador, Sra. Trümper, gracias.

**

–Oh, no, Bill aún es un estudiante – La Sra. Trümper dice como respuesta a Georg mientras camina a la entrada del salón comedor. –¡James!—Mueve su cabeza un poco arriba hacia el segundo piso de la casa, su voz más elevada. –¡James, la cena está lista! ¡Y tenemos un invitado!—Girándose de nuevo hacia la mesa, toma asiento en uno de los extremos de la mesa, enfrente de su esposo, y continua conversando como si no se hubiera interrumpido a sí misma. –Él nunca mostró algún interés en seguir la noción de convertirse en aprendiz o tomar alguna profesión. Al menos no en un futuro próximo.

–Especialmente no en mi profesión – El Sr. Trümper agrega con una risa ligera.

–¿Y qué es lo que hace usted, Sr. Trümper?

El señor de mediana edad extiende su servilleta y la deja en su regazo. –Soy contador. Uno bastante bueno, si tengo que decirlo. Paga muy bien, también.

–Pero el trabajo jamás ha despertado algo de interés en Bill, me temo – la madre dice con una pisca de decepción escondida en su voz, un tenue suspiro le sigue. –Parece que siempre ha preferido la idea de que todo es juego y no trabajo, si eso tiene algo de sentido, Sr. Listing. Bill es un soñador, nada más que un soñador tonto, siempre imaginando las más ridículas fantasías. Incluso ahora, lo que está haciendo. Aún sigue corriendo por ahí tratando de vivir un sueño—

–Pero algunos sueños pueden volverse realidad – Georg replica suavemente, aunque sus palabras sostienen más significado del que un transeúnte pudiera captar.

Aunque el Sr. y la Sra. Trümper lo entienden; captan ese significado muy fácilmente. Ellos saben de qué sueño habla el visitante, refiriéndose a ese sueño como si conociera a su hijo por mucho más tiempo que sólo un par de horas en un día.

Este sueño, sin embargo, quizás sea muy obvio para otros viajeros que posiblemente crucen caminos con Bill y Tom.

Quizás completos extraños puedan sentir la tensión en el aire, la sorprendente pasión que parece conectar a esos dos de manera inexplicable.

Tal vez cualquiera es capaz de entender la situación como si estuviera puesta enfrente de ellos, ilustrada con dibujos infantiles, y explicada con palabras ordinarias.

Quizás este sueño, ese imposible y ridículo sueño que de alguna manera se manifestó y se volvió una realidad extraña entre esos dos muchachos no es realmente un secreto.

La Sra. Trümper sólo desea que no sea tan claro a los ojos de cualquier tonto que su hijo se encuentre en su camino a donde sea que este corriendo para refugiarse. –Tal vez – Habla con un tono amargo –algunos sueños simplemente se supone que nunca se desarrollen en la realidad. Algunos sueños simplemente no están... bien para la sociedad—

–¿Georg?

Los tres levantaron la mirada sorprendidos de igual manera cuando James entra al comedor, una mirada de completa confusión atravesando su rostro.

La sonrisa de Georg tiembla con incertidumbre. Se olvido de James; olvido que se conocieron; olvido que James podría echar a perder esa parodia. Pero el actúa su personaje con una inclinación de cabeza y una ola de curiosidad pintada en su tono. –Hola, James, ¿no es así? Debiste de haber escuchado la conversación entre tu madre y yo en la puerta, ¿verdad? – Le guiña el ojo al pequeño de manera que sus padres no se den cuenta.

–Oh... sí, sí – James se sonroja ligeramente, su cabeza gacha mientras se desliza hacia la mesa y toma su asiento enfrente de Georg, evitando el contacto visual con sus padres. –Yo no estaba seguro de que... escuché su nombre correctamente.

–Y es Sr. Listing, James – La Sra. Trümper lo corrige por instinto –Él es un invitado, no alguno de tus compañeros de escuela.

–Oh, no, Sra. Trümper, Georg está bien, en serio – La tranquiliza con una sonrisa.

Después de unos minutos de masticar y sonrisas corteses intercambiadas de manera torpe por sobre los platos de comida, James pregunta con franqueza –Entonces, ¿qué estás haciendo aquí Georg?

–¡James! Esa no es manera de hablarle a un invitado—

Georg la interrumpe –No, no, está bien – Limpia su boca con el dorso de la mano y luego con la servilleta después de recibir miradas reprobatorias desde la cabeza de la mesa. Aclarando su garganta, continúa. –Estoy aquí, James, porque me tope a tu hermano el otro día mientras me encontraba viajando por negocios.

El pequeño niño asiente ligeramente, mirando la comida mientras juega con ella. Ya no está hambriento, no con Georg en la habitación. Es sólo... bueno... tenerlo ahí sin Bill o Tom, se siente extraño.

Terriblemente incorrecto.

Traga esa sensación con un bocado de comida.

–De hecho, Bill quería, deseaba que yo les diera un mensaje de que le está yendo bien. Fenomenal, es como lo pone en palabras, creo. – Georg dice después de pasar su último bocado de pan con mantequilla un poco después. La cena se desarrolló con poca conversación, muchas miradas y gentiles sonrisas amistosas.

Mirando a un lado, nota que la Sra. Trümper baja su tenedor y limpia su boca con la servilleta. Él sabe que algo debe de estar pasando detrás de esos ojos brillosos, detrás de esa fachada de esperanza.

Esperanza falsa, perdida.

El nunca ha estado en una situación parecida, nunca ha experimentado el amor que una madre siente por sus hijos, y nunca lo hará, pero puede imaginarse. Puede imaginar y juntar los hechos en la casa Trümper durante estos días sólo con los detalles que Bill Y Tom le pasaron de James antes de enviarlo allí, a ese hogar roto y que se desbarata.

Roto.

Lo puede sentir de la misma manera que puede sentir la ignorancia yaciendo sobre la familia.

La incertidumbre.

La culpa.

El sentimiento profundo e hiriente de la culpa absoluta, penosa.

Se ha estado comiendo a la Sra. Trümper esos días, manteniéndola despierta hasta altas horas de la noche y todavía en la madrugada. Un montón de si sólo ha llenado su mente consciente, plagando cada pensamiento.

Si sólo hubiera tratado de aceptar a su hijo, lo que fuera esa relación que mantenía con tanto gusto con Tom, sí sólo.

Pero no podría. Ella aún no puede. No concuerda con lo que ella sabe, con lo que cree – lo que le han enseñado a creer. Pero quizás pudo haber ignorado lo que era, lo que veía, lo que sabía. Podría haber intentado tolerarlo, pretender que no existía.

Pretender que sólo era una mala etapa.
Una aventura.

Quizás entonces su hijo aún estuviera ahí, igual y necio y resentido con ella.
Ella puede soportar el resentimiento, si sólo estuviera aún ahí, simplemente escondiéndose en la otra habitación.

Pero no lo está, se dice a si misma mientras obliga a sus ojos a posarse de nuevo sobre el visitante, que es más un mensajero que otra cosa.

–Sra. Trümper – Comienza, conectando sus ojos, sus irises ligeramente grises mirando directamente a los de ella, hermosos y cafés, tan similares a los que ha visto en Bill, los mismos que han seguido su camino por el árbol genealógico y llegado a Tom. Un escalofrío le recorre por el cuello ante la escalofriante similitud, la realidad cayendo encima en esa mesa en 1908.

Se sacude para quitársela de encima.

Con sinceridad y lo que parece simpatía en sus ojos, Georg continua, –Él quería que le dijera, específicamente, que no es su culpa. No es la culpa de alguien. Dijo que era tiempo de que se fuera, sin importar las circunstancias. –Aclara la garganta y toma un poco de vino en su lugar – Y –Comienza de nuevo, ganándose la atención de tres pares de ojos. –Bill quería que les dijera a todos que los ama. Muchísimo. Él realmente los ama.

El joven, tan terriblemente fuera de lugar, agacha su cabeza, sus ojos se mueven inquietos y los dirige a su plato lleno de residuos de la cena.

–Él estaba siendo honesto cuando agrego eso al mensaje – Una sonrisa ladeada adorna sus labios –Podría decirlo sólo con la manera en que lo dijo.

**

Exhala. Profundo. Pesadamente. El sonido de su respiración agitada es audible en la luz tenue, el sol se está ocultando para hacerle lugar a la noche. Recuperando el agarre a la realidad, se encoge contra los árboles enfrente de la pipa de agua y dobla sus piernas, descansando sus codos en sus muslos y su cabeza cae sobre sus manos.

–Maldito... infierno.

Su corazón late fuertemente en sus oídos, el sonido resonando con tal fuerza que causa que su cabeza le duela en respuesta. El fresco aire de la tarde le enfría la garganta mientras lo inhala y exhala rápidamente. Regresando lentamente a la tierra, a la realidad, al 2008, se da cuenta, con un movimiento, del pasto muerto color café que hay bajo sus pies. Pero los zapatos...

Una sonrisa humorística le llega a los oídos, sorprendiéndolo al principio antes de que la reconozca como propia. ¿Eso paso realmente? Se pregunta perplejo mientras mira hacia arriba, observando el toldo de hojas de viejos robles colgando una buena distancia por encima de su cabeza.

Su sonrisa se agranda.

Los árboles estuvieron ahí, se da cuenta. Eran un poco más pequeños y más jóvenes, pero estaban allí, justo en el jardín trasero de la residencia Trümper.

Su mente se acelera con el pensamiento.

Es ridículo.
Maldita y locamente ridículo.
Lo sabe, pero sucedió.

Parándose y limpiando los pedazos de pasto que se ha pegado a sus pantalones, camina y accidentalmente golpea un objeto que tira mientras colapsaba contra el árbol minutos antes.

No es nada extraordinario – una bolsa, una mochila similar a la que un viajero usaría en su viaje en un libro de historias de aventuras. Es de un color claro y casi deshaciéndose con lo que parece un sobrelleno de contenidos, en su mayoría consistiendo en lo que la Sra. Trümper argumentó, lo que su hijo necesitaría, sin tener en cuenta de donde está o a dónde va.

Ella envió un pequeño paquete de cuidados junto con Georg porque –si alguien va a encontrarse con mi hijo, usted es mi máxima posibilidad, Sr. Listing. Espero que no le importe – Le dijo mientras se tomaba su tiempo doblando unas cuantas camisas, un par de pantalones y varios artículos de ropa antes de meterlos delicadamente en el bolso que sacó del closet.

Georg se quedó mirando ausentemente, siguiendo sus movimientos y sintiendo la opresión de la tristeza mientras la madre colocaba la última camisa cerca de su pecho, abrazándola de una manera que deseaba que fuera su hijo en lugar del algodón cosido.

Sus ojos se cerraron por un largo momento mientras mantenía cerca la camisa.

Sabiendo que va a ver a Bill y a Tom el siguiente día, jalando consigo el bolso era la menor de sus preocupaciones. Pero él le había prometido a la Sra. Trümper que mantendría los ojos abiertos buscando a su hijo mientras continuaba a lo largo de su viaje, al igual que informarle si en algún momento lo sentía necesario.

Después de todo, él lo había prometido.

Desliando el bolso y sus numerosos artículos de importancia sobre su hombro derecho, se gira y sale del parque, tratando de camuflajearse con las modernas y pavimentadas calles de camino a casa, para evitar contacto con quien fuera que lo reconociera en el 2008 en el atardecer.

Entregar todas esas cosas a Bill puede esperar.

No es como si se fuera a algún lado próximamente.

**

La noche se hace muy cerrada, aunque las horas parecen hacerse increíblemente largas en el proceso. La oscuridad se está moviendo, y la luz se está acercando, la mañana se acerca y encuentra a Tom aún despierto en la cama, Bill dormido profundamente a su lado, arropado entre él y la pared. Simone puso un colchón de aire en el piso junto a la cama, cubierto con sabanas y almohadas y todo, pero aún alguno de los dos muchachos tiene que usarla. Bill no pudo dejar que Tom estuviera tan lejos de él la noche entera. Estaba demasiado lejos, dijo con un pequeño puchero adornando sus labios.

Aunque ese puchero, Tom se dio cuenta, estuvo ahí sólo para ocultar el miedo que había en sus ojos, la aterradora incertidumbre que parece moverse permanentemente en esas arrugas en las orillas de sus ojos y alrededor de sus mejillas.

Así que ahí yace en su cuarta noche juntos, despierto y sin conseguir descanso mientras mira los primeros rastros de la mañana alumbrarle.

Un pájaro canta distante, su sonido perdiéndose en el aire frió de la mañana antes de que se le unan en coro otros más.

La noche está perdida.

Suelta un suspiro y talla cansamente sus ojos mientras se gira sobre su costado, y mira las facciones relajadas y pacificas de Bill. Tan cansado como está, una sonrisa innegable se cuela en sus labios, una de esas de satisfacción, como siempre. Tratar de no sonreír alrededor de Bill, se ha dado cuenta, es una tarea algo difícil y casi imposible de realizar.

Dejando que su subconsciente tome posesión de su fatigado cuerpo se da cuenta que sus manos acortan la distancia que hay entre sus cuerpos. Una mano que reconoce vagamente como la suya traza la línea que se desdibuja a contraluz del rostro de Bill, y se queda descansando, con la palma recta sobre una de las mejillas.

Los dedos gentilmente acarician la suave piel, tímidamente recorriendo la tersa superficie y enviando la textura a través de los nervios sensores de Tom, el toque sacando una ola de memorias de un rincón olvidado y polvoriento en su mente. Manos, pechos desnudos, dedos corriendo salvajemente, piel –tanta piel, pálida y tersa piel sólo interrumpida de vez en cuando por cabello, suave y corto vello que de alguna manera sabe cuando exactamente dejar de crecer.

Momentos pasaron como memorias fugaces, encontrando a sus ansiosos dedos moviéndose hacia el cabello revuelto de Bill. Quedan atrapados en los mechones enredados y de forma instintiva se enredan a sí mismos en más mechones, apretando un poco más fuerte. Sus ojos se cierran, y otra memoria aparece – Manos atrapadas en esos mechones, jalando y sosteniéndose mientras se retuercen juntos, sus cuerpos amoldándose y –

Ahoga un gemido en su antebrazo desnudo, girando su cabeza y sus ojos aún cerrados.

El querer, la necesidad, tensan sus músculos del abdomen, quemándole.

Deja que su mano quede inerte sobre el cabello de Bill, y aprieta sus ojos aún más, su boca aún contra uno de sus bíceps mientras trata de matar ese deseo innecesario, pero como respuesta, sólo siente como se intensifica, se vuelve más fuerte, creciendo mientras sus pensamientos giran en su cabeza con imágenes del pasado y fantasías que están por cumplirse.

Acalla otro gemido, uno que es más de arrepentimiento que otra cosa, mientras siente un pie abrirse camino entre sus piernas, pies vagabundos deslizándose sugestivamente por su pantorrilla.

Oh Dios.

Una mano con curiosos dedos se desliza por su cabello y se encuentra con la comisura de su boca con el dedo meñique que apenas encuentra su camino entre los labios, lentamente alejando a su boca de la seguridad de su brazo. Con los ojos aún cerrados, su cabeza sigue a la mano guía, moviéndose cuando se mueve y deteniéndose cuando ella se detiene y desaparee de su piel por un corto momento antes de que un par de suaves labios se unan a los suyos sonoramente.

Por unos minutos todo está bien.
Todo está en paz.

Las manos encuentran su camino hacia las otras, sus piernas juguetean y lentamente se entrelazan mientras sus labios siguen unidos.

Cuando un golpe de excitación le da de lleno en el abdomen tensando sus músculos, sus ojos se abren para encontrar el rostro de Bill alejándose lentamente, sus ojos abiertos, una ligera sonrisa jugando con sus labios. –Bueno, buenos días, Sr. Kaulitz—Dice aún con la pesadez de haberse despertado en su voz. Agranda su sonrisa, sus dientes asomándose por entre sus labios abiertos.

Tom trata de sonreír también. –Buenos días.

–¿Dormiste bien?

Gime, por más de una razón. –No he dormido aún—responde bostezando, sus manos recorriendo ausentemente el perfil de Bill, la playera que le prestó se arrisca sobre sus costillas mientras sus dedos acarician gentilmente la piel desnuda, –he estado un poco... paranoico respecto a cómo le voy a decir a mamá sobre... – sus ojos se mueven. –Sobre ti –, suelta un suspiro mientras Bill escucha, sus ojos recorriendo las facciones cansadas de su amante. –Sólo necesito hacer que mi mente deje de pensar en decirle—sus ojos se cierran otra vez mientras habla.

Bill mueve su mano hacia el cuello de Tom, retirando un par de rastas de su hombro antes de que sus dedos acaricien el rostro relajado de Tom. – ¿Necesita alejar su mente de algunas cosas, Sr. Kaulitz?—pregunta suavemente, delineando la frente de Tom con su dedos juguetones, deslizándose por la nariz y embarcándose en una exploración por los deliciosos labios que yacen por debajo de sus falanges.

–Sí – La palabra vibra contra los dedos de Bill, los labios tiemblan resistiendo al principio pero al final se curvan con una sonrisa tenue.

Se ríe calladamente en respuesta, su dedo índice siguiendo la curva del labio inferior de Tom. –Sr. Kaulitz – dice otra vez, admirando el sonido del nombre en sus labios y prefiriendo su calidad y edad sobre el Tom. Ama ambos nombres, pero no importa cuán formal suene su apellido para Tom, los dos son intercambiables a los oídos de Bill y a su mente son sinónimos.

Después de que un momento de silencio pasa, continua despacio –Sé de algo que podría... quitar esa preocupación de tu mente, al menos por un tiempo – Un terrible sonrojo se apodera de sus mejillas, poniéndolas de una sombra muy oscura, pero eso pasa desapercibido por Tom, cuyos ojos están aún cerrados bajo el gentil toque de Bill.

–¿En serio? – Pregunta, sonriendo por debajo de los dedos del pelinegro.

–Mhm... ¿Tienes al menos la ligera idea de lo que es? – Pregunta Bill, el nerviosismo escondido en la voz.

–¿Qué será? ¿Un beso? – Tom adivina con una ligera sonrisilla, la vibración de una risa cosquilleándole en los labios. –¿o...?

Bill muerde sus labios con los dientes, reteniendo las palabras que desea decir por otro momento mientras se regocija en la sensación del momento y libera los nervios que se habían apoderado de él. Ha soñado así, o mejor dicho tuvo una fantasía. Claro, ninguno de sus sueños tenían por lugar el futuro o, el presente, supone que ahora debe de referirse así ahora.

El presente.

100 años han pasado, pero se los brinco todos. ¿Se perdió su vida? No, sabe la respuesta por instinto, su dedo recorriendo ausente a lo largo de la superficie del labio de su compañero. Él realmente no se ha perdido de nada, sólo saltó hacia algo, alguien, mejor.

Tom, el nombre resuena en su mente al mismo tiempo que una sonrisa conquista sus labios. Todo esto, todo lo que ha pasado en esos meses es por amor. ¿Está loco, entonces? ¿Se están precipitando? Madre diría eso, lo sabe. Diría que se relajarán y respirarán antes de brincar a conclusiones y correr como gallinas sin cabeza. Dejemos que el tiempo lo averigüe por ti, probablemente diría.

Pero el tiempo va en su contra, tratando de separarlos, tratando de mantenerlos lejos uno del otro. El tiempo definitivamente no está a su favor en ese viaje.

Regresando al presente, un fuerte sonrojo nace en la parte de atrás de su cuello, avergonzado, pero la ola de adrenalina lo contrarresta y recorre sus venas.

Sabe lo que quiere decir.
Sabe lo que quiere hacer.

Ignorando el inevitable sentimientos de humillación, dice con voz suave y delicada –No me ha amado por 100 años, Sr. Kaulitz.

Los parpados de Tom lentamente se abren, permitiendo que sus oscuras irises se encuentren en la claridad del amanecer. Un rayo de sol se cuela por entre las cortinas, la luz por encima de ellos mientras se miran uno al otro, conversando sin palabras. Ojos conectados. Un pequeña cosa llamada deseo se enciende en un par de irises y se ve reflejada en los otros.

Si los movimientos subsecuentes ocurrieron despacio o rápidamente ninguno de los muchachos lo puede decir. Una colisión de labios lo inicia, mucho más que un simple beso. Con él, viene la excitación y la pasión, curiosidad y deseo, la necesidad y el querer.

Labios se unen y juguetean, se separan, y se vuelven a encontrar en segundos mientras manos se aferran desesperadamente a la piel, deseando tocar y atención. La ropa es aventada sin cuidado al mismo tiempo que las exploraciones comienzan, o mejor dicho, mientras la reunión comienza. Lugares que no han sido reconocidos en los últimos días reciben de la más inesperada atención una vez más cuando manos ansiosas recorren la piel desnuda, sintiendo lo que anteriormente se les había prohibido tocar.

Los dedos trazan un dibujo invisible sobre lienzos tibios y en movimiento.

Los músculos se tensan y flexionan intermitentemente, temblando bajo ciertos toques gentiles.

Los cuerpos comienzan a moldearse con el otro, moviéndose con un ritmo parecido siguiendo la ayuda de una loción que Tom olvido llevar consigo los dos encuentros anteriores. Una sonrisa de placer se posa en los labios de Bill mientras se aferra al cuerpo junto a él, disfrutando de ese extra esta vez, la oportunidad de satisfacción sin tanto dolor en el proceso.

La excitación recorre el sistema del pelinegro, revolviéndose en su abdomen y partes más bajas mientras sus ojos se cierran. Su cuerpo se mueve de manera natural para imitar el movimiento rítmico de Tom, meciéndose juntos en tan hermosa colisión.

Las extremidades se enredan y desenredan.

Las sabanas, delgadas y suaves después del lavado, encuentran su lugar entre las piernas, los pies patean y los dedos de los pies que se curvan.

A pesar de la sensación de frio que trae consigo la mañana, el sudor se muestra en sus cuerpos, brillando en su piel.

Los corazones laten en lo necesario, acelerados y despacio, acelerado y despacio, aumentando su velocidad con ataques de excitación. La respiración se vuelve errática, perdida en la mezcla de labios y gentiles gemidos suaves que salen aleatoriamente de sus bocas entreabiertas.

Bill atrae a Tom más cerca, incitándolo con la mano que está detrás de su cuello. Unen sus labios de manera sonora en un tierno beso que sobresale entre la incontrolable revolución de brazos enredados, piernas y cuerpos. A pesar de sus nervios incontrolables, encuentra santuario en los brazos de Tom, sintiendo esas fuertes manos acunando su espalda con sus dedos callosos. Con el rápido llegar de la mañana, encuentra su cielo en los labios del de rastas, estirando su cuello y girando su cabeza para asegurarse de que no se separen. Encuentra paz en el movimiento de sus cuerpos con el otro y la manera en que el rubio lo guía con la palma de su mano contra la parte baja de su espalda.

El calor aumenta.

El sudor pulsa a través de sus poros.

Dulces gemidos de satisfacción salen de sus bocas y llegan a oídos con un sonido de imperceptible sorpresa.

Las manos se aferran a la piel, sus cabezas se inclinan hacia atrás, sus clímax tan esperados les encuentran mientras el sol sale y brilla a través de la cortina cerrada en la ventana, iluminando a la pareja en su camino hacia la mañana.

Las siete de la mañana pasan en el reloj de Tom sobre la mesa junto a la cama, encontrando a los dos aún en la cama, disfrutando los restos de su actividad temprana. Bill está sentado contra la pared, una pierna estirada con su pie saliendo por un lado de la cama y la otra pierna doblada con las sabanas sobre su regazo, haciendo una especie de hamaca donde Tom actualmente tiene su cabeza.

Una sonrisa adorna los labios del pelinegro mientras observa las suaves facciones de su compañero, la adoración brota por sus ojos. Ausentemente masajea el cuero cabelludo del de rastas al mismo tiempo que su otra mano traza una línea hacia el centro de su tonificado pecho –¿Sabes que deberías hacer? – Pregunta, su conversación compuesta de tímidos susurros en el aire de la mañana.

–¿Hm? – Tom pregunta, sus ojos cerrados mientras se acomoda en la cama, dejando que su cabeza siga descansando sobre el regazo del pelilargo.

–Escríbele una carta.

Se reacomoda sobre el camastro y las piernas de Bill –¿Una carta?

El otro sonríe gentilmente mientras su mano recorre los hombros de Tom –¿Por qué no? Escribir cartas parece ser una tradición en nuestra familia – Termina con una risa. Tom se ríe también pero la corta un largo y audible bostezo. Bill frunce los labios, recordando que Tom dijo que aún no había dormido. No puede evitar sentirse culpable por mantenerlo despierto. Se corrige a sí mismo y deja los movimientos sin sentido de sus manos.

Los ojos de Tom parpadean con desconcierto –¿Qué sucede? – Pregunta, nunca rompiendo los susurros.

–Lo siento – Una mirada de disculpa cruza su rostro. –Te estoy manteniendo despierto cuando deberías de intentar dormir – Aleja sus manos del cuerpo de Tom, dejando que se queden quietas sobre la cama.

–No, no, no te disculpes – Tom murmura cansado, una sonrisa tonta en sus labios mientras trata de alcanzar una de las manos de Bill a ciegas.

–Pero deberías de dormir.

La sonrisa cansada del hombre crece cuando encuentra una de las manos y la arrastra de regreso a él, dejándola sobre su pecho desnudo. Responde con una sonrisa cansada –Y me estas ayudando a dormirme.

Con la ligera sonrisa regresando a su rostro, Bill asiente –Esta bien – dice y se inclina lo suficiente para besar la frente de su novio con un casto beso. –Ahora no te preocupes por la carta o tu madre o algo de eso. Sólo duerme, Tomi.

Los ojos de Tom se cierran y bosteza una vez más, y se relaja bajo las caricias interminables de Bill, sintiendo el sueño a su alcance.

**

Bill se retira de su habitación un poco más tarde. Le ha dado por llamarle "su" habitación en lugar de la habitación "de Tom" desde, bueno, es prácticamente suya también. Se siente extraño pensarlo; aun no ha terminado de aceptar todo eso, el futuro, su nuevo hogar. Llamarlo así suena raro, como sí en verdad estuviera dándole la espalda a su verdadera casa en 1908. Pero tiene que aprender a aceptar esta como su nueva casa, entre otras cosas.

No espera que la aceptación llegue pronto. Espera que el tiempo que le lleve ajustarse dure mucho.

Al salir de la habitación lentamente cierra la puerta, tratando de ser lo más silencioso posible mientras pone la puerta en el pestillo y suelta el pomo. Cuando se detiene, suelta la respiración que había retenido y se endereza listo para...

–Buenos días, Bill.

Brinca al escuchar la voz femenina que lo ha agarrado con la guardia baja y se gira para encontrarse con Simone abandonando su propia habitación al otro lado de la estancia, una canasta llena de ropa sucia atrapada entre su cadera y su brazo.

Ella le da una sonrisa amigable, de algún modo materna. –¿Dormiste bien, querido?

–Sí, lo hice, gracias – Responde inseguro al mismo tiempo que el sonrojo se desata en sus mejillas. Se da cuenta que la mirada de Simone baja para inspeccionar lo que trae puesto. Sus propios ojos se agrandan, olvidó que sólo está usando una de las enormes playeras de Tom y nada más. Sus mejillas arden aún más, y se encorva un poco para intentar que la playera sea más larga. –Ah... ¿no está planeando usar la regadera justo ahora, verdad, Sra. Kaulitz? – Evita su mirada, deseando que hubiera pensado en ponerse unos pantalones o algo más antes de salir del cuarto. Pero no, ese pensamiento no le cruzó por la mente.

Simone le sonríe de nuevo. –Claro que no, el baño es todo tuyo, Bill.

El adolescente avergonzado sonríe como respuesta y murmura una indescriptible mezcla de –está bien, gracias – antes de huir hacia el baño.

Viendo a Bill huir, Simone sacude su cabeza de buen humor. Él ha estado actuando tan nervioso cuando está presente ella, comportándose como si lo fuera a partir en pedazos si dijera algo mal, algo fuera de lugar. Cuánto podría decir mal, no lo sabe. Ninguno de los amigos de Tom se han comportado tan asustados frente a ella. Sólo desea que aprenda a quererla pronto, no quiere otro encuentro como el de esa mañana.

Especialmente no como ese.

Ella reconoce la playera que viste Bill. Sabe que es de su hijo, lo cual está bien – en circunstancias normales. Pero también sabe que es la misma playera que su hijo uso el día anterior, hace menos de doce horas. Viendo a Bill salir de la habitación de su hijo por el mañana, enfundado sólo en la playera que Tom vistió el día anterior...

–Me va a tomar tiempo acostumbrarme a esto – Dice, exhalando la ola de nervios antes de comenzar a descender las escaleras.

**

La noche siguiente, uno de los últimos días de la semana, también el último día que Simone le dio a Tom para que le contara todo, la señora entra a la habitación. La noche está cayendo, mando a Ava a la cama hace algunas horas, y Bill y Tom están en el cuarto del último haciendo sabrá Dios qué. Platicar y luego dormir, separados, eso espera. Aunque sabe bastante bien que el colchón de aire aún no ha sido usado por el otro muchacho.

Llegando a su cama, preparada para una noche de sueño ininterrumpido, encuentra un sobre puesto sobre su almohada. Su color blanco sobresale por sobre la funda verde olivo de su almohada. Acercándose a su cama, encuentra su nombre gravado al frente del sobre por la mano única de su hijo.

Curiosa, lo levanta y abre la pestaña, el pegamento no fue usado, y saca unas cuantas hojas dobladas.

Dos piezas de hoja dobladas en tres y llenadas con pluma por ambos lados; lo nota, y se sorprende de encontrar tanto. No había esperado tan larga explicación. A lo mucho esperaba una nota diciendo: Bill está huyendo; tiene padres abusivos e irresponsables. ¿Puede quedarse con nosotros?

Eso era lo que esperaba.

No esto, una carta formal que luce como si fuera el más largo trabajo que su hijo haya escrito a mano en el último año escolar.

Sorprendida y aún muy curiosa, desdobla la carta y toma asiento al filo de la cama, aventando el sobre a un lado deja que sus ojos se posen sobre la carta en sus manos.

Mamá,

Espero que estés sentada mientras lees esto porque puede que sea una sorpresa, por decir poco. Si no estás sentada ya, entonces, por favor, hazlo. Ok, no tengo idea de cómo comenzar a explicar esto. Por el principio, supongo. Pero tienes que prometer que continuarás leyendo esta carta incluso si comienza a sonar como ficción. Sé que suena falso, por lo cual es que no puedo imaginar diciéndote todo esto en voz alta. Es demasiado loco. No creerás nada de esto al principio. Sé que no lo harás. Pero sólo... trata de creerlo ¿de acuerdo? No te estoy mintiendo. No lo hago, en serio. Y cuando todo esto termine, incluso puedes ir a preguntarle al abuelo por una historia. Sé que eso no tiene sentido justo ahora. Pero trata de creerme, cree esto.

Hace algunos meses, en la primavera, ¿recuerdas aquella noche en que llegue a la casa a la mitad de la misma? Realmente nunca me preguntaste que fue lo que pasó, por qué había llegado a casa a las 5 de la mañana. Pero estoy agradecido de que no lo hicieras porque realmente no tenía idea de lo que había pasado antes. Madre, esa tarde, antes de que llegara a casa tan tarde, yo... regrese en el tiempo. Lo sé, lo sé. ¡Es una locura! Pero juro que te estoy diciendo la verdad. Existe esta vieja pipa de agua en el parque. No sirve, lo sé porque lo intente con la manija. Así es como pasó. Agité la manija y terminé en el patio trasero de la casa de Bill en 1908. Mil novecientos ocho, mamá, estoy siendo realmente serio. Ni yo me lo creía. Pensé que era un sueño, incluso una pesadilla.

Bill estaba gritándome que me quitara de su jardín y luego insistió en que me había herido en la cabeza porque no lo le creía. Era una locura, mamá. Estaba allí y mi celular no funcionaba. Ni siquiera encendía. Y estaban vestidos para la vida diaria. Yo era el extraño hombre raro con mi atuendo "horrendo", como Bill lo llamó. James también lo llamo así, en muchas ocasiones. James es el hermano de Bill, sólo tiene ocho años justo ahora.

Ellos son Bill y James Trümper, Madre.
Trümper. Sí, los mismos Trümper.

Claro que cuando Bill se presentó como Bill Trümper significó nada para mí. Incluso cuando conocí a sus padres, Mark y Eleanor, no significó algo. Bueno, no los "conocí" exactamente. Escuché mi nombre cuando está esperando en el pasillo. Sus padres no son grandes fans míos, o mi cabello, mejor dicho. Pero definitivamente no les caigo bien. Y la primera vez que me conocieron yo sólo era un extraño y luego un amigo, pero luego me volví... bueno, ahora puedo ver porque no les caigo bien particularmente.

Oh Dios, es una larga historia, Mamá. Podría explicarte todo lo que ha pasado en estos últimos meses con gran detalle, pero tomaría mucho papel. Así que te lo resumiré mejor, creo. Así que...

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