01 | La carta de admisión

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PARTE 1

[Kate en multimedia]

¿Alguna vez pensaron en cómo puede ser el futuro? Seguro que sí; en cómo pueden cambiar las cosas de un día para el otro. Todo puede cambiar para mejor... o también para peor, en solo cuestión de días, minutos, segundos. Si, es así. Así es como son las cosas. Pero es por eso que estamos atascados en el presente, porque estamos demasiado pendientes de lo que puede pasar en el futuro. Sin embargo, si no conociésemos la tristeza, no sabríamos lo que es la verdadera felicidad. Ni yo ni mis tres mejores amigas nos esperabamos tanto de ellos. Nos esperabamos cosas peores y a veces, mejores. Eran encantadores... cuando querían serlo.

Mi despertador sonó a las seis A.M. avisándome que ese día iba a ser el último día de secundaria y me levanté refunfuñando, ya que solo había dormido por dos horas. Iba a rendir mi examen final. Mi último día como estudiante de último año comenzaba. Estaba feliz, pero triste a la vez. La verdad es que mis seis años de la escuela secundaria fueron los mejores años de mi vida hasta ese momento, pero al mismo tiempo quería salir de la ciudad, junto con mis mejores amigas para vivir en Londres, la ciudad a la que siempre quisimos ir.

Me dirigí al baño, abrí la canilla y entré a la bañera. Esperé un rato a que se pusiera tibia y me metí bajo el agua caliente.

Ya salida de ducharme con una toalla al rededor mío, preparé mis cosas, puse mis libros y apuntes en mi bolso, me sequé el pelo y me lo dejé suelto, como siempre lo hacía. De repente, escuché la voz de mi madre diciéndome que bajara a desayunar.

- ¡Ya voy! - grité.

Bajé las escaleras y mi hermana menor Taylor, mi padre y mi madre me esperaban sentados en la mesa con un gran desayuno; jugo de naranja, con galletas y panqueques.

- ¿Nerviosa? - me preguntó mi padre, mostrando una sonrisa.

- Algo - respondí, soltando una risita.

- Lo harás bien; estudiaste y trabajaste tan duro para esto - añade mi madre.

- Y tendré que trabajar el triple si quiero recibirme de medica - alcé las cejas y suspiré. Sin embargo, no me quejaba.

- Pero créeme, para ti se te hará fácil porque es algo que te encanta. Y sabes que todo es mucho más ameno cuando estudias algo que te gusta - sonrió mi padre mientras le daba un sorbo a su café.

- Ustedes tres son los únicos que me apoyan de forma incondicional, - sonreí - gracias. Todos los demás nunca me ayudan con sus aportes. "Es una carrera muy difícil", "tendrás que sacrificar tus salidas y estudiar de noche", "nunca dejas de estudiar si eres medica" - imité tres distintas voces y rodeé los ojos. Cabe agregar que todas esas aportaciones fueron hechas nada más ni nada menos que por familiares. Así es, familiares.

- Ahora mismo tienes que concentrarte y hacer el último esfuerzo. Puedes utilizar tu viaje a Londres como motivación. Aprobarás de seguro, ya verás.

- Sí. Veremos eso en el resultado de mi examen, mamá - les dije sonriendo -. Ahora me voy, - agregué comiendo una galleta y mirando mi reloj de muñeca - llego tarde. Además tengo que buscar a Melissa. Me llevo el auto, después les mando un mensaje avisándoles como me fue.

Cerré la puerta y me fui a la cochera. Encendí el Nissan y partí hacia la casa de Melissa.

Mientras paseaba por la ciudad de Kentucky, me pasaban muchas cosas por la cabeza. No odiaba a los Estados Unidos en sí... sólo odiaba Kentucky. Quería salir de la ciudad desde hacía cinco años pero por otro lado, ahí fue donde me crié, no como Jessica, que nació en Nueva York o Melissa que nació y se crió en Las Vegas. Pero ambas se trasladaron a la secundaria Hancock Country; Melissa por sus muy malas calificaciones (que por suerte ya no era así) y Jessica... ay, la historia de Jessica hace que mis ojos se cristalicen un poco. Cuando tenía dos años, ella seguía viviendo en Nueva York y sus padres la abandonaron; se deshicieron de ella. Para no dejarla en un orfanato, la dejaron a cargo de su tía llamada Helen. Lo único que Jessica sabía de ellos, era su nombre. La verdad es que no sabía por qué habían hecho eso, y Jessica menos. Bueno... en fin, desde ese día no los volvió a ver ni nunca supo nada de ellos hasta ese entonces. A los cinco años, autoridades decidieron apartarla de su tía por maltrato infantil y la mandaron a vivir con su abuela a Kentucky. Comenzó la primaria allí y nos hicimos amigas, somos como hermanas desde entonces. Collins vivió y creció en Kentucky, al igual que yo.

Midnight Train to LondonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora