13 | María Magdalena

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[Kate en multimedia]

- Al hotel Covent Garden, por favor -. Le pedí al taxista, tratando de que ese sollozo no se transformara en un llanto desconsolado.

- ¿Está todo bien, señorita? - preguntó curiosamente, mirándome desde la ventanita retrovisora.

- Si -. Me gustaba que un extraño se preocupase por mí, igualmente no podía contarle nada. Total, seguía siendo lo que era: un extraño.

- ¿Amor adolescente, eh? Sí, tengo una hija de quince años. Sufre por lo mismo que tú, señorita. No me preguntes como lo sé, pero lo hago.

Giré un poco la cabeza hasta la ventana del auto. Todo Londres estaba iluminado, parecía un árbol de navidad. Solo esperaba que alguna otra persona no se subiese en este taxi llorando, que este hombre no le hiciese la misma acusación como hizo conmigo, y que al final esa persona respondiera que no estaba llorando por amor, sino porque se le murió un pariente o alguien cercano.

Miro por la ventana retrovisora. Solo se veían sus ojos, pero claramente se notaba que estaba sonriendo por como sus mejillas los achinaban y algunas arrugas salían de los extremos de los ojos.

Me limité a sonreír durante todo el trayecto y a asentir con la cabeza a todo lo que el hombre dijera. Me contó uno de los amoríos de su hija y de cómo todo salió mal, pero también dijo que el amor es una de las pocas cosas por las cuales se vale la pena sufrir... y tenía razón. Llegamos hasta el hotel. Di las gracias y dos libras y me bajé del vehículo. Crucé la calle, abrí las puertas, saludé a Judy y me metí en el elevador. Es ahí cuando me vibra la pierna gracias a que me había llegado un mensaje de texto. Desbloqueo mi celular y era Melissa.

Mel: "Llegamos en cinco minutos."

Por un momento, muy dentro de mí deseaba que ese mensaje fuese de Raymond. Bloqueé mi celular y me di cuenta que hacía ya un rato que el elevador había parado en el tercer piso. Abrí las puertas. Las cerré nuevamente y busqué en mi bolso la tarjeta para abrir la puerta. Nada. Busqué otra vez. Nada. Me empecé a asustar y me arrodillé. Saqué todas las cosas del bolso; llaves, maquillaje, billetera, inhalador pero no tarjeta. ¿Podía ese día ponerse más del asco? Me dejé caer al suelo y cubrí mis ojos con las manos. Apoyé mi espalda contra la puerta y empecé a meter todo en mi bolso nuevamente y desganada, lento. Me quedé apoyada contra la puerta con las manos en los ojos hasta que escucho el ruido del elevador. Había parado en nuestro piso. Eran ellas.

- ¡Cariño! - salta Melissa - ¿Qué ocurrió? - Decía casi gritando. Se arrodilló y quedó cara a cara a mí.

- Perdí... perdí la tarjeta - Me refregué los ojos. Ella buscó la suya y al encontrarla, la pasa por la abertura.

- No importa cariño, cada una tiene la suya - dijo amablemente poniendo la mano sobre mi hombro.

- Ayúdame - pedí de mala gana, estirando los dos brazos hacia ella así me ayudara a levantarme.

Me agarró de las manos y tiró para atrás. Me levanté de un salto y abrí del todo la puerta. Lo primero que hice fue desplomarme en mi cama. Mis amigas hicieron un semicírculo alrededor mío.

- ¿Qué... qué ocurrió con Raymond? - pregunta Collins.

- ¿No vieron? Él golpeó a Becca. Él me mintió.

- Esto no es tu culpa - habla Jessica.

- Sé que no es mi culpa. Igualmente. Lo peor que pueden hacer es mentir - alcé la cabeza y la miré.

Midnight Train to LondonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora