Odio cambiar de ciudad y lo que conlleva. Adaptarse a un sitio nuevo, a gente nueva, me daba pavor.
Viví en Nebraska hasta los 15, en Indiana hasta los 17 y ahora mismo estoy en Los Angeles.Nos mudamos porque mi padre es entrenador de lacrosse y profesor de educación física y al no tener contrato fijo, lo mandan a donde haga falta. Ahora él trabajaría en mi nuevo instituto, tristemente.
Nuestra nueva casa está en uno de los mejores barrios de L.A, a 10 minutos del instituto.
En una semana empiezo en el Whitney.
Yo quería entrar ya pero mi padre insistió en que primero tratara de acostumbrarme.
Y acepté.UNA SEMANA DESPUÉS
Un sonido conocido y odioso hizo que abriera los ojos lentamente. Mi alarma.
Hoy empezaba el nuevo instituto... y no es que estuviera de muy buen humor por ello.
Me levanté y fui hacia el armario, pillé lo primero que vi y me lo puse. Me calcé mis amadas Vans, cogí mi mochila y bajé a desayunar.Mi padre ya no estaba porque al ser profesor tenía que estar en el instituto a las 8.
Miré el reloj. Eran las 8:13.
Acabé de tomar mi tostada y me dirigí hacia mi coche nuevo. Mi padre me había alquilado un Mustang ayer. Sabe que me gustan, me lo tomé como una compensación por habernos mudado.En menos de diez minutos llegué, aparqué y me fui a secretaría a por el horario y algunos libros.
Cuando llegué, un estudiante estaba esperando para hablar con la secretaria. Me colé delante de él y cuando apareció le pedí mis cosas. Cuando se fue, el chico de antes me empezó a hablar.
- Perdón... pero...
Le corté.
- Perdonado- y me giré hacia el mostrador
Si no me hubiese colado seguramente no habría tenido mis cosas a tiempo para primera hora.
- Mira chavala, estaba yo antes... porque seas nueva no tienes ese derecho, ¿lo pillas?- lo miré de arriba a abajo. 1'90, equilibradamente musculoso, pelo negro y ojos azules oscuro. Ojos demasiado bonitos para ese tipo de persona.- Así que no te creas superior a mi, nueva
Conocía a este tipo de chicos. De los más guapos de clase, más listo de lo que parecía, deportista e increíblemente mujeriego. Se huelen de lejos.
-Subnormal- susurré
-¿Qué has dicho?- dijo con tono de superioridad
-He dicho subnormal, chico de oro
En ese momento apareció la secretaria con mis cosas. Me explicó algunos detalles del instituto por encima y le di las gracias.
Mientras caminaba, buscaba en los papeles el nombre de mi padre, más bien por costumbre, y me reconfortó la idea de que no estuviera en mi lista de profesores.
Oí pasos detrás de mi, y desde luego los ignoré.-Oye... - hice oídos sordos- OYE- noté una mano sobre mi muñeca y esta vez sí me giré - Hola- dijo con una amplia sonrisa- Soy Luke
Este chaval es bipolar, en serio.
-Me alegro- y me encaminé hacia donde iba, en un intento de encontrar la clase de filosofía
-¿Cómo te llamas?- decidí pasar de él.
-¿Sabes donde está la clase de filosofía de 2º de Bach?- dije mirándole. Sonó la sirena que indicaba el inicio de las clases-. Mierda- susurré
-Claro, yo también voy a esa- me cogió la mano y corrió arrastrándome con él.
En menos de 1 minuto llegamos a la clase. Le solté la mano. Petó a la puerta y entramos.
- Llega tarde señor Abell... y compañía- la profesora se giró para verme. Luke aprovechó para sentarse. Ella miró unos papeles-. Nueva ¿no?- Asentí-. Bien, soy tu profesora de filosofía, Kate Martin- dijo en bajo, como si su nombre fuera un secreto de estado- ¡Chicos!- toda la clase la miró- Ésta es vuestra nueva compañera... Maxine Allen
Toda la clase me observó.
De todas... sólo una mirada me molestaba... la de Luke Abell.
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Dos docenas de rosas
Teen FictionChica nueva y chico popular. Típica historia cliché. Aunque esta vez con un giro de 180 grados. Max y Luke no son como el resto. Experimentaron cosas que no se merece nadie. Y sin embargo, experimentarán cosas que todo el mundo quiere.