Controlando Al Monstruo

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Tras llegar al orfanato "Fitter House", se adentró rápidamente cerrando con toda la delicadeza del mundo la puerta. A la señorita Grease no le gustan los golpes o los ruidos fuertes que la sobresalten. Esa era una de las razones por las que de niña nunca pudo jugar o reír. Todo esos ruidos estaban prohibidos, al igual que llegar después de la media noche.

¿Las consecuencias?, unos cuantos reproches y gritos chillones de parte de la señorita Grease y un castigo. Para los más pequeños es ir a la cama temprano sin cenar, además de la pérdida de uno de sus preciados juguetes. Para los más grandes, se les prohíbe las salidas por todo un fin de semana y el toque de queda, como le llama Samantha, es a las siete de la tarde en punto.

Para su suerte, no hay nadie en el living donde reciben a las visitas y que está en la entrada del orfanato, ni en el comedor que está junto a la cocina. Al lado de la puerta está el pasillo con tres habitaciones a cada lado. Esas son las de los más pequeños, mientras las de los más grandes, a partir de los doce años de edad, están en el segundo piso. Al final del pasillo está la escalera de nueve escalones que guía al piso superior. Ahí, en la única puerta de la derecha, está su cuarto, el cual debe compartir con Lena, su mejor amiga. Más que eso, su hermana. Ambas son inseparables. Se cuentan absolutamente todo y guardan sus secretos. Desde pequeñas, cuando la muerte de sus padres las unió, hicieron la promesa del dedo meñique de jamás separarse y siempre contarse todos sus secretos.

Sabían todo de ambas pues desde que ella tenía nueve y Lena diez, se quedaban hasta altas horas de la madrugada susurrando bajo las sábanas, ya que en ese tiempo, ambas dormían en la misma cama, conversado y riendo en silencio.

Volviendo en sí, y despejándose de sus recuerdos de niña, Samantha se quitó el uniforme para ponerse una ropa más cómoda. No tenía mucho dónde escoger ya que su armario sólo tenía una cuarta parte ocupada con ropa. Ahora que ganaba su propio dinero se dio el lujo de comprarse unas cuantas prendas más, pero solo eso. La Señorita Grease se enojaría demasiado si descubre que está trabajando y tiene dinero. Se lo quitaría todo diciendo que es una malagradecida. Ahora sabrán qué le pasó al dinero por la muerte de los padres de Samantha. Así es, todo el dinero acabo en manos de la Señorita Grease.

—¡Hola, Lena! —Saludó a la hermosa chica pelirroja que entraba cerrado cuidadosamente la puerta de su habitación.

—Oh, hola Sam —así le decía ella.

Samantha sonrió pero dejó de hacerlo al percatarse de la expresión de su amiga. Ella siempre iba feliz, desbordando alegría, meciendo su hermosa cabellera pelirroja que resaltaba sus ojos verdes.

—¿Qué te sucede Lena?— Había pensado en contarle todo lo que le pasó hoy. Lo de los hombre de traje y la amenaza. Pero estaba tan impactada por la expresión de su amiga que decidió mejor preguntar qué le sucede.

—Y-yo, debo decirte algo Sam —ésta asintió. Rápidamente Lena se acercó a Samantha y se sentó a un lado de ella en la cama tomando sus manos. Le costaba mucho decírselo porque sabía que dañaría de gran manera a Samantha —Verás, hace tiempo conocí a algui...

Lena fue interrumpida por la Señorita Grease, quién abrió la puerta de improvisto frunciendo el ceño al ver a las chicas tomadas de las manos.

—¿Qué están haciendo? —preguntó seria.

—Sólo hablamos, Señorita —contestó Samantha sonriendo angelical.

—Pues, dejen sus tonterías y bajen al comedor para la cena —suspiró cansada —no tarden.

Y se fue.

—¿Qué ibas a decirme, Lena?.

—Nada, nada. Olvidalo.