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Ahí estaban Jhon y Brinna Jouliette escapando de los paparazzi tratando de ingresar a su propiedad privada.

Tras cerrarse las compuertas metálicas del muro de concreto, bajaron de la limosina dorada que los caracterizaba como la pareja más aclamada y exitosa de todo el mundo.

Ingresaron a su mansión y unos pequeños y delgados brazos pálidos los rodearon. Ambos sonrieron.

—¡Sammy, Cariño!— dijo la Señora Jouliette sonriendo y posando sus ojos grises en la pequeña castaña.

—¿Cómo estás pequeña?— dijo el señor Jouliette.

—Bien, papá— dijo sonriendo.

Tras saludarse, la familia ingresó al comedor donde la cena ya estaba servida con finos cubiertos y platos.

—Mamá, estuvo fantástica tu última película— comentó la niña.

—Gracias, cariño.

La mujer sonrió con mucha dulzura a su hija. Luego el padre carraspeo para llamar la atención.

—Sammy, lamento decirte ésto, pero...

—Se irán otra vez— concluyó la pequeña con sus ojos grises tristes.

—Así es, princesa. Pero no te preocupes que apenas podamos, mamá y yo volveremos para ir a ese parque temático de princesas que tanto deseas conocer.

La chica abrió la boca sorprendida y sonrió emocionada.

—¿Hablas enserio, Papá?.

El hombre de cabello castaño y dulces ojos azules asintió.

—Sammy, tu sabes muy bien que tu padre siempre cumple con sus promesas.

—Lo sé, mamá.

Y así, esa noche, los padres arreglaron sus maletas con todo lo necesario para la alfombra roja que los esperaba en Hollywood. Al día siguiente, muy temprano por la mañana, fueron al enorme cuarto rosado de su hija. Casi caen al pisar uno de los tantos juguetes que estaban esparcidos por la habitación. Ambos padres besaron la frente de su hija y se marcharon. Abordaron el avión privado Jouliette con sus usuales tripulantes, el piloto y algunas personas parte del personal que se hacia cargo de las celebridades. El avión echó andar el motor y en unos minutos ya estaba suspendido en el aire. La pareja sonrió y se tomaron de las manos cuando el avión explotó.

—¡Nooo!.

—Tranquila, calmate.

Parpadeo varias veces acostumbrando sus ojos a la luz. Finalmente despertó y sintió un horrible dolor de cabeza y un par de ojos observándola.

—¿Qué pasó?— le dijo al chico que la observaba con sus ojos azulverdoso.

—Te desmayaste— dijo indiferente.

La chica frunció el ceño y luego se recostó otra vez en la camilla de la enfermería. Se sentía agotada.

—Y... ¿Qué haces tu aquí?— cuestionó.

—Te desmayaste en medio del pasillo, querida. Si no hubiese estado éste fuerte jovencito ahí, te hubieses dado un muy buen golpe— dijo la enfermera que justo había ingresado a la enfermería— al parecer sólo tuviste una baja de presión por estrés, así que ya puedes irte a casa. Lo mejor será que te acompañe este muchacho.

—Gracias— dijo Samantha mientras salía de la enfermería con Jaxon detrás.

Ella avanzó por el pasillo y fue hasta su casillero, tomo sus cosas y salió de Warren lo más rápido posible. Los Thompson deben estar furiosos con ella. Primero hace que Jaxon amenace a su hijo, luego rompe un caro jarro fino que seguro era alguna reliquia familiar, y por último, llega atrasada al trabajo. Si, así es, hoy alguien será despedida.

Controlando Al MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora