Controlando Al Monstruo

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Samantha fue hasta el baño que aún estaba cubierto con espuma y lavó su rostro quitando el rastro de su llanto con agua del lava manos. Sujetó su cabello en una coleta y se cambió la ropa mojada por unas prendas simples que trajo del orfanato. Bajó las escaleras, ahí la esperaba Hallie quien le señaló con la mano donde estaba el comedor. Tomó asiento quedando a su lado derecho el Señor Reagan, de su lado izquierdo la Señora Thompson y justo frente a ella, la observaban los ojos cansados de Jaxon.

—Asi que, Samantha trabaja para usted, Señora Thompson —Habló el señor Reagan irrumpiendo el silencio— Me sorprende que no me lo hayan mencionado.

La chica se removió incómoda en su asiento. La señora Thompson la observaba fijamente. Ahora que Samantha sabía que algo sucedía entre la Señora Thompson y el señor Reagan, algo muy dentro de ella le decía que la mujer no era tan inocente como le había hecho creer todo este tiempo. La chica bajó la vista hasta su plato que tenía una cena demasiado producida para ella.

—De seguro no tuvo tiempo de mencionarlo, con todo ésto de la adopción inesperada...

—¡Margaret!— la mujer calló y nerviosa tomó un trago de vino tinto de su fina copa— Samantha está muy feliz de estar aquí, ¿No es así?.

Aún con su rostro serio asintió y luego sonrió falsamente, sólo Jaxon se percató de aquello para después observar también su plato tan lleno como el de Samantha. Al parecer, ninguno de los dos tenía mucho apetito.

—Yo... iré a mi cuarto— el señor Reagan miró desaprobatoriamente a Samantha que ya estaba de pie dispuesta a irse.

—Es una falta de educación retirarse de la mesa sin acabar la cena. Es hora de que aprendas modales, para eso llamare a Myrtle para que venga cuanto antes sea posible.

Jaxon tosió varias veces y tuvo que tomar agua para calmar su tos mientras Samantha veía atónita al señor Reagan. No conocía a la tal Myrtle, pero tras la reacción de Jaxon, no debía ser nada bueno.

—Lo siento, no creo que sea necesario que llame a...

—Myrtle— le recordó el señor Reagan.

—Si, a Myrtle. No es necesario, es sólo que no me siento muy bien ahora y estoy muy cansada— habló rápidamente deseando desaparecer lo antes posible de esa situación tan incómoda.

—Esta bien— suspiró el Señor Reagan mientras la Señora Thompson trataba de ignorar la escena —Pero no creas que te salvarás de Myrtle —advirtió.

Samantha antes de salir del comedor vió a Jaxon una vez más. Subió las escaleras rápidamente y se resguardo en su cuarto. Sintió una brisa helada recorrerle el cuerpo, el balcon seguía abierto. Las estrellas brillaban en el cielo cuando Samantha deslizó la puerta de cristal para cerrar el balcón. Buscó el interruptor para apagar la luz por toda la habitación, no pudo encontrarlo. Tras ponerse el pijama, se recostó en la suave y cómoda cama resignandose a dormir con la luz encendida.

Toda esta situación era muy extraña para ella. ¿Qué dirán ahora en Warren?, ¿Hayle habrá esparcido ya el rumor?, ¿Qué pasara con Logan cuando se entere?. Pensando en todo eso cayó profundamente dormida.

El vuelo comenzaba y todos los pasajeros abrocharon sus cinturones de seguridad para el despegue. Los Jouliette fueron a sus asientos privados y tras el despegue, uno de los tripulantes gritó. Al parecer tenían algunas complicaciones, pero no era nada que el experimentado piloto profesional no pudiese solucionar. Entonces, se tomaron de las manos y al verse fijamente sonrieron para luego verse envueltos en fuego y escombros, sangre y dolor.

Se levantó de la cama y corrió hasta su vieja mochila que dejó junto a la cama. Buscó desesperada entre sus cosas hasta encontrar la vieja y arrugada foto de sus padres. Sonrió aún temblando por la pesadilla. Aferró la fotografía a su pecho tras escuchar un estruendo desde el pasillo. Curiosa fue hasta la puerta y se asomó viendo a ambos lados. No había ningún rastro de guardias, mayordomos ni nadie. Guiada por los golpes fue hasta la habitación frente a la de ella, golpeó suavemente la puerta.