El chico de arriba #1 | EN FÍSICO

26: Escapar de los sentimientos

RUBY

El día lunes me levanté de mal humor. No sólo estaba furiosa con Kem, sino también dolida. Pero no podía odiarlo, quería hacerlo, lo intentaba al recordar lo que me había hecho, pero me era imposible. Estaba enamorada y de un día para otro ese sentimiento no cambiaba, por muy roto que el corazón estuviera. Me hacía la idea que era una pesadilla, pero luego me daba cuenta que realmente vivía en una. Por otro lado, me compadecía de ellos. Querían deshacerse de un bebé como si fuera nada... Mis sentimientos estaban tan confusos y revueltos que me sentía cargada.

Decidí ir por mi lado al colegio, no quería que Amber me llevara porque también estaría Kylan y en estos momentos no quería hablar con él ni con nadie. Les pedí a mis padres que me llevaran al colegio, pero lamentablemente ellos salían antes para el trabajo y no podían esperarme. Me preguntaron qué pasaba con Amber, pero respondí con una pequeña mentira de que nos habíamos peleado.

Mi otra opción era alguien que no quería molestar en estos momentos, pero era mi única otra salida. Era una estupidez no tener auto y peor aún, vivir lejos del paradero del Bus para el colegio. Bajé las escaleras del edificio, cuidando que nadie saliera, y toqué la puerta del primer piso. Varios segundos después un Dan con el cabello revuelto y en pijamas me recibió. Se frotó los ojos, sorprendido de verme.

—¿Ruby, qué haces aquí?

Cambié el peso de un pie al otro sintiéndome repentinamente nerviosa e incómoda.

—Hola, Dan —saludé con una sonrisita incómoda. No quise quedarme más tiempo afuera por lo que fui al grano—. ¿Cómo vas al colegio? —pregunté.

Él elevó una ceja.

—Tengo un auto.

Oh. Cuando estábamos juntos no tenía uno y Amber era nuestra conductora designada al ser la única con auto. En ese tiempo, Dan aún no había sacado su licencia de conducir, pero al parecer ahora sí.

Sonreí con incomodidad. Odiaba pedirle favores. Ya era suficiente con cuidar a Kiwi de vez en cuando. Hablando de mi pequeño, tenía que dejarlo encerrado en mi habitación con agua y comida porque no pensaba dárselo a Kem. Había perdido todos sus derechos desde hace mucho antes de enterarme de su engaño.

—¿Crees que podrías llevarme? —pregunté de sopetón. Su rostro cambió de aturdido a sorprendido.

—¿Y Amber? —cuestionó confundido.

—Me peleé con ella —mentí con descaro—. No tengo a nadie que me lleve y sé que las cosas entre nosotros ahora son algo incómodas... pero quisiera pedirte ese favor. Sólo por hoy, yo mañana veré qué hago —sonreí, sintiendo cualquier cosa menos felicidad.

Dan pareció pensarlo unos segundos antes de tomar su decisión.

—Por supuesto. —Sonrió—. Por lo viejos tiempos.