42: Locura total

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El retumbar de mi corazón era lo único que podía oír ahí

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El retumbar de mi corazón era lo único que podía oír ahí. A pesar de la circunstancia, quería reír. Era muy cómica la forma en cómo mi vida se desarrollaba. Empezando desde los encuentros fortuitos a los malos ratos de mi vida. Éste, era uno de las tantas formas en cómo la vida quería burlarse de mí. O de mi mala suerte. Pero estaba segura que era aquello.

Mi destino era siempre ese: mostrar mi tan mala suerte.

Gracias a Dios tenía a Debie conmigo porque si no estaría en el piso, echa un charco de vergüenza y consternación. No podía entender por qué todos me miraban como si fuera un fantasma. Sí, Debie había hecho un trabajo increíble con mi ropa, pero ¿qué? ¿Acaso tenía seis ojos? Porque todos me veían de la misma manera. Como si fuera otra persona o un bicho raro.

Lo primero que hice, y no debí, fue prestar atención a quién no debía: Kem. Pero era innegable la atracción entre nosotros. Aunque no lo quisiera, siempre mis ojos se dirigían a él, por más resistencia que yo pusiera. Y en su mirada vi emociones que no quise ver, por lo que aparté la mirada. Verlo después de varias semanas luego de dejarlo en su habitación, hacía mella en mi corazón maltratado. Sus ojos verdes siempre habían sido mi debilidad y justo ahora no quería lidiar con ellos. Por lo que me centré en otra persona, la que estaba a su lado y sujetaba su brazo. Era Kara, su hermana. Y por la mirada que me lanzó supe que esa chica era genial. Me sonreía abiertamente como si fuera mi amiga. Kylan a su lado tenía el rostro desencajado, con la misma expresión de asombro. Amber parecía que había tragado algo agrio porque su rostro estaba fruncido en una mueca. Henry a su lado, me sonreía con alegría. Y Jessica, esa chica parecía desdeñosa,mirándome como si estuviera debajo de sus zapatos. La mirada de Ada era aburrida.

El agarre de Debie en mi brazo se apretó.

—Vámonos, Ruby.

No necesité oírlo dos veces. Levanté la cabeza en alto y caminé fuera de ahí sin dirigirle a nadie una segunda mirada. Es más, retiré el cabello de mi hombro hacia atrás y abrí la puerta de salida del edificio con una sonrisa de satisfacción.

Nadie iba arruinar mi noche. Nadie.

Cuando Debie y yo nos metimos al taxi que nos esperaba, ella suspiró.

—Ufff, demasiada tensión allí dentro.

Mientras el auto avanzaba decidí ignorar lo que había sucedido minutos atrás.

—¿Me puedes maquillar? —pregunté a mi mejor amiga, batiendo mis pestañas.

Ella río.

—Pero si te pinto mal, no te quejes, eh —dijo cuando pasamos por un bache y el auto saltó—. No será mi culpa.

Luego de veinte minutos el taxi se estacionó frente a la cafetería Sweetness. Me miré por última vez en el espejo del auto y sonreí satisfecha conmigo misma. Debie había hecho un gran trabajo en el espacio reducido del auto y con la poca luz que había. Y es que ella era una experta total.

El chico de arriba #1 | EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora