Capítulo 8: Princesa literaria

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Siento ternura al verlo esperar el verde para cruzar la calle, muy responsable de su parte, pero sentía que el semáforo se hacía eterno solo para molestarme y quedar viéndonos como tontos.

—Te faltó llevarte esto princesita de la literatura —me pasa un libro con la firma del Tristán—.

—Ay, muchas gracias —digo sin mucha emoción—

—¿Qué pasa? Te noto media decaída —se muestra preocupado—.

—Nada, solo que no pensé que este día terminaría así, me atormenta pensar todo lo que se viene, todavía no lo puedo creer —digo sin trabarme—.

—Pero… no estas obligada a aceptar el papel, puedes simplemente rechazarlo —dice justo lo que quería escuchar, pero continúa antes de que tire todo por la borda—. Lo que sí, la tormenta solo cubre el cielo y no le permite ver lo bonito que esta pasando en las calles. En este caso, tu eres el cielo, tus inseguridades son la tormenta y lo bonito que pasa abajo es esta gran oportunidad —escuche tan atenta tratando de no derretirme—.

—No puedes torturarme de esa manera, sabes que soy débil con un par de lindas palabras —hice un berrinche digno de una niña de cinco años—.

—Ya lo hice —Me guiña el ojo—.
Decidió acompañarme hasta mi casa, lo deje solo porque sentía su buena compañía.

Me olvidé de todo y de todos, tenía tantas historias para contar que me adentraba a ese mundo que salía de su boca. Unos labios gruesos y con bonita forma eran el canal para tan buenas historias.

—Y bueno, llegamos —digo sin saber cómo despedirme—.

—Ya veo… se me hizo muy corto el paseo —sabía lo que insinuaba, pero me hice la loca— ¿Te parece si me ayudas a conocer un poco más esta ciudad? —propone—.

—Mmm —me hago la difícil para asustarlo—. Esta bien, ¿pasas por mí a las 14:00?

—como usted diga, Princesa Literaria.

Enredada en tus cintasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora