Capítulo 2: Hueón, ¡aléjate!

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Llego agitada a mi casa, dos corridas en una mañana es suficiente ejercicio en el año. Me armo de valor y entro a la casa. A las una, a las dos y a las… tomo impulso y corro para entrar. Atravieso la puerta dando un montón de manotazos torpes por si alguien trataba de agarrarme y raptarme, pero no, una vez más quedo como una estúpida, es un don. Me estabilizo y veo a los clientes de mi papá, un poco roja, me río y les ofrezco jugo.

—No te preocupes mijita’ —dijo uno de ellos riéndose—. Vimos la puerta abierta y solo pasamos, estuvo mal pero tu padre nos conoce muy bien.

—Harto mal estuvo, me llegó una alarma de seguridad y me vine corriendo de la casa de una amiga —dije alzando la voz desde la cocina—. Mi papá va a llegar en un rato, subiré a mi pieza.

Subo y busco ropa limpia para ducharme. Siempre pongo un poco de música, tardo un montón porque hago batallas de lipsing conmigo misma. Ya limpia, sin ningún rastro de sudor en mi cuerpo, salgo del baño con una toalla y me encierro en mi pieza, al darme vuelta después de poner el pestillo, me asustó y veo al Seba sentado en mi cama, sin quitarme la mirada.

—¿Qué chucha haces acá? —le digo con una mano en el corazón—.

—Quería verte, no sabes cuanto te extraño, estoy tan arrepentido —me dice con los ojos llorosos, llenos de lágrimas de cocodrilo—. No estoy ni ahí con la Maca ahora.

—Claro, ‘’ahora’’ —lo miro fijo—. Ahora que se te quitó la calentura, ahora que ya la tuviste en tu cama, igual como me tenías a mi hace unos meses.

—Pero ¿por qué te enojas conmigo? Ella también tiene la culpa ¿o no? —me pone en duda—. Ustedes siempre culpando a los hombres.

—Aaay, pobrecito —me burlo—. Verdad que el lindo no se puede negar. La mina si fue desgraciada, pero esta soltera, tú eras el que estaba comprometido.

—¿Qué huea? Tan para’ que andas, la hueóna de tu amiga metiéndote hueas en la cabeza seguro —dice poniéndose rojo de la rabia—.

—¿Te dije algún garabato? —Le dije levantando una ceja—. Para la huea que ya no estoy para tus… —Me detiene tapándome fuerte la boca—.

—Te voy a dejar claro algo —Se acerca y continúa, ahora susurrando—. A mi me comienzas a respetar, todavía me perteneces y no voy a dejar que me hables así, ¿me escuchaste? —Me pregunta alzando la voz, con lágrimas en los ojos atino a mover la cabeza para confirmar—. No te escucho —se para y me empuja a la cama—. Dime que si —grita tan fuerte que se siente como le raspa la garganta—.

—No me vuelvas a gritar nunca más, estas en mi casa —Le grito con la garganta apretada—. ¿Ya ves por qué no seguimos juntos? Todo lo que te rodea lo rompes, ya me rompiste una vez y no lo permitiré más —Le digo con la voz quebrada, me acerco a la puerta y le ordeno con la mirada que salga—.

—Tu sabes que no me rendiré tan fácil, voy a luchar por ti —dice llorando—.

—Jodete —No le quito la mirada de encima hasta que cierra la puerta—.

Me desvanezco en la cama, de un momento a otro soy un mar de lágrimas, todo lo que no había llorado en meses salía de mis ojos. No merezco esto, pero se que no me dejará tranquila, quiero cerrar los ojos un ratito.

Enredada en tus cintasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora