Capítulo 10: Ultraviolencia

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La conversación surgió sin interrupción, no pensaba en el Seba ni en la Caro. Vamos llegando a mi casa, nuevamente me vino a dejar. Ya es de noche, le avisé a mi madre y todo, para que no me esperara despierta, es muy raro llegar tarde, es muy raro salir, mejor dicho. Subimos la escalera de la puerta principal y nos quedamos viendo un buen rato.

—¿Y ahora qué? —pregunto—.

—Fue un lindo día, Tini —mi nombre sonaba tan lindo desde su boca—. Espero volver a verte pronto.

—Tienes que venir a enseñarme a plantar las rosas —le digo para volver a vernos pronto—.

Solo me responde con una sonrisa, sus ojos reflejaban un poco de tristeza, le pregunto si es que le pasa algo y me abraza de inmediato, de un momento a otro el pasaba a ser el niño entre mis brazos. Lo sostengo y le hago cariño en el pelo, se despega de mi y se me queda mirando, primero los ojos y luego baja hacía los labios, se acerca poco a poco, pero me alejo, no puedo hacerle esto al Seba, no puedo pagarle con la misma moneda.

—Lo siento, Pepe.

—Ya llegará el momento —me dice bajando la escalera, despidiéndose con sus ojitos llorosos y una leve sonrisa—.

Entro a mi casa y me derrumbo en el sillón, no podía dejar de pensar en lo que casi acaba de pasar, esta culpa que siento sobre mi pecho. Recuerdo todo lo que el Seba me hizo, y pienso que debería haber besado a Pepe. Dormito un poco, la caminata de hoy me dejo agotada, a punto de quedarme dormida siento como tocan la puerta desesperadamente. Doy un salto asustada y al momento de abrirla, me dan un empujón lleno de rabia, es el Seba.

—¿Quién es ese tipo? —me grita lleno de rabia, soltando un olor a trago insoportable—.

—¿Puedes callarte? Mis padres están durmiendo arriba, no quiero que te vean en ese estado —trato de calmarlo—.

—¿Y qué crees que es peor? ¿Mi estado o el tuyo? Lindo ver a la hijita dándose besos con cualquiera —sigue gritando—.

—Sal ahora de mi casa, hablamos cuando estés bien —trato de cortar la conversación, pero siento mucha rabia—. Claro, estas tan ocupado con tus amigos drogándote y tomando, que no tienes tiempo para mí, pero yo salgo con alguien y te preocupas.

—No corresponde, si no sales conmigo, no sales con nadie —dice afirmándose de la puerta para no caerse—.

—Es solo un amigo —le explico—. Trató de besarme, pero no lo deje, estoy contigo, creo que tú no pensaste igual cuando te comiste¹ a la Maca.

—Escúchame una cosa —comienza a amenazarme agarrándome de un brazo—. Olvídate de eso de una vez, estas buscando que me ponga violento de nuevo.

Ya no doy más, revivir estos episodios de violencia me ponía muy sensible, logro echarlo de mi casa, pero doy un gran portazo y logro lo que no quería, despertar a mis papás. Ya no me quedan fuerzas, solo me apoyo sobre la puerta a llorar descontroladamente.

¹comiste: besó apasionadamente, sin pudor ni vergüenza.

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