Ella me pregunta cómo me siento.
Sé que en el fondo le preocupo, y lo aprecio, como se aprecian las cosas
que no pueden comprarse en ningún lado.
Ella no lo sabe
pero adoro el gesto tierno de preguntarme
como me siento,
casi disimulando en exceso que le preocupo
y es que hasta su forma de disimular
que baja la guardia le queda lindo,
le embellece el rostro.
Siempre que me lo pregunta,
por lo general,
me siento con ganas de salir corriendo,
pero luego la miro,
y entonces se le escapa una
de sus dos doce mil quinientas treinta y dos sonrisas
que lo componen todo
y el caos en mi desaparece.Cuando sonríe,
el diluvio bíblico que hay dentro de mi
cesa poco a poco,
y vuelven mis ganas de salir corriendo,
pero hacia su vida.
Quizás algún día me decida a correr
esa maratón de sus ojos.
Quizás.Mientras tanto
le quiero hacer saber
que no habrá tristeza alguna
capaz de allanar mi cuerpo
si es ella quien me pregunta
¿Cómo me siento?