Ella, que estaba a punto de casarse con un tacaño con brazos de T-Rex, una noche antes de su boda me pidió besar por última vez el lado oscuro de los lunares de su espalda. Y yo, que las despedidas siempre me han puesto poético, le dije mientras le bajaba el liguero de su tristeza: mañana serás la media naranja de otro, pero hoy seras mi medio aguacate.