como la bolsa de té
que hace un momento atrás
hacía apnea en tu taza,
yo, poco a poco,
voy hundiendo
mi lengua filosa
entre tus piernas,
mientras las paredes
alrededor
se van retorciendo
estrepitosamente
como lo hace tu cuerpo,
tu cuerpo de ola
marina profunda,
de cascabel y veneno;
mientras tu boca
agitada y tibia
reproduce en estéreo
el sonido lánguido
de tus onomatopeyas,
hasta que tu figura
mortal y frágil
va flotando poco a poco
por toda la habitación,
como si de tus gemidos
emergiera repentinamente
el genio azul de mi lámpara
y yo, ignorando las ambiciones,
te termine deseando
siempre a ti.