Capítulo 1: Un amor de verdad

16.1K 373 51
                                    




Si tuvieras que imaginar la relación perfecta con tu pareja, ¿cómo sería? Eso es algo que mucha gente ha podido pensar alguna vez, pero en mi caso, nunca lo he necesitado ya que tuve pareja casi antes de saber lo que significa. Raro, ¿verdad? Pues para mí no. Todo comenzó cuando estaba a punto de nacer.

Mi madre coincidió en el hospital con otra mujer que daba a luz, y mientras ambas descansaban en la misma habitación del esfuerzo que les significó, se hicieron muy amigas. Tan amigas que cuando mis padres tuvieron que buscar un nuevo piso para adaptarse al nuevo miembro de la familia, se mudaron literalmente a la puerta de al lado de ellos.

Debido a la cercanía, tanto yo como mi hermana y Lily, que asi se llama su hija, pasábamos todo el tiempo juntos. Desde pequeños compartíamos casi la misma vida: compañeros de juegos, vecinos, compañeros de clase...  No sabría contar las veces que en vez de mis padres, me recogían al salir del colegio los de ella. Para mí, María y Lucas eran como mis segundos padres, y lo mismo ocurría en el caso de Lily con los míos. Básicamente éramos una misma familia separada por apenas un muro de distancia.

Pero esta historia no va sobre dos familias muy unidas, sino sobre la relación de sus hijos Lily y Dylan, es decir, la mía.

¿Cuándo comenzó? Nadie lo sabe, no hay una fecha exacta. Nuestros padres nos han dicho varias veces que la primera vez que nos vieron darnos un beso apenas teníamos 4 años, y que la primera vez que dijimos que éramos pareja no teníamos ni 6. Aunque les encantó la idea de que sus hijos fueran novios, al principio se lo tomaron con inocencia, como si fuera un simple juego de niños pequeños. Conforme pasaron los años vieron que de juego tenía poco, y que lo nuestro era algo más, casi una obsesión por estar permanentemente juntos. Éramos inseparables, y gracias a vivir a un metro de distancia, estábamos todo el tiempo en alguna de las casas.

Eso era algo que no les molestaba, pensando que era algo bonito, un amor puro de verdad. Aunque durante muchos años intentaron que controláramos nuestras constantes muestras de afecto, algo que les ponía incómodos en aquella época, viéndonos besarnos, abrazarnos o acariciarnos cada dos por tres. Después de muchas conversaciones e intentos por mitigar esas demostraciones, consiguieron únicamente que nos controlásemos más al estar fuera de casa, pero dentro seguíamos siendo igual de cariñosos.

Aunque su verdadero dolor de cabeza había surgido al tener apenas 7 años, cuando por culpa de unas obras en mi casa, mi hermana y yo nos quedamos a dormir durante casi medio año en casa de Lily. 

Ni siquiera yo sé cómo comenzó todo esto, pero durante esos meses Lily y yo agarramos la manía de dormir juntos en la misma cama. Cuando ellos se dieron cuenta, intentaron hacernos ver que no estaba bien y que durmiésemos cada uno en su cama, pero para entonces ni yo ni ella podíamos dormir tranquilos sin el otro a su lado. Ignorándoles, seguimos así todo el tiempo, yéndonos de noche a dormir con el otro, provocando que nuestros padres se rindieran sabiendo que llegaría el dia de volver cada uno a su casa.

Pero cuando el día llegó, comenzamos a escaparnos de casa en medio de la noche para ir a dormir con el otro, provocando pequeños infartos a nuestros padres a la mañana siguiente. Aunque durante varios años nos castigaron y nos hacían prometer que no lo haríamos más, casi cada noche nos escapábamos para ir con el otro.

Si no estaba a mi lado no era capaz de dormir, me sentía inquieto, y si conseguía hacerlo, me despertaba al poco tiempo con ansiedad, igual que ella. Era algo más que demostrar nuestro amor o una gamberrada, era algo vital para nosotros dormir juntos, una necesidad que no tenía únicamente que ver con nuestra relación.

Cuando cumplimos los 12 años, finalmente nuestros padres se rindieron, hartos y cansados del tema. A cambio de permitirnos dormir juntos, tuvimos que venderles casi nuestra alma: ser obedientes, buenas notas en el colegio, ordenados y limpios en las dos casas, ayudar en las tareas, e informar permanentemente de donde estábamos. Además, aunque era algo innecesario en aquel momento ya que nuestras intenciones eran inocentes, tuvimos que soportar varias charlas sobre sexualidad.

LibidinosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora