Capítulo 31: Regalos del Diablo

3.3K 125 42
                                    

— ¡Qué paz! —murmuro dejándome caer en el sofá cuando Ly y yo salimos de nuestro cuarto, abriendo los brazos para que se tumbe encima mio, tapándonos con la manta seguidamente.

— Buenos días, dormilones. —contesta mi madre llegando con una taza de café en su mano, dejándola en la mesita, antes de acomodar el otro sofá para sentarse—. Tenéis el desayuno en la mesa de la cocina.

— Ahora vamos, dos minutos. —suspiro abrazando con más fuerza a Ly e inhalando el aroma del champú en su cabello.

— Vosotros mismos, en media hora me tenéis que ayudar a limpiar un poco la casa. —responde mi progenitora haciéndonos resoplar.

— Sí. —dice Ly con un suspiro.

— También hay que hacer la colada. —añade mi madre dando un sorbo de su café antes de mirarnos de golpe al recordar algo—. Por cierto, he visto ropa tendida en tu casa, ¿habéis sido vosotros?

— Sí. —contesta mi castaña dándome un beso antes de dirigir la mirada a mi progenitora.

— ¿Y cómo es que os habéis puesto a lavar sabanas y toa...? —comienza a decir mi madre dejando la frase en aire.

— Podría decirte porque las he puesto, pero creo que ya te lo imaginas. —responde Ly apoyando su rostro en mi pecho.

— Sí, creo que me hago una idea. —suspira mi madre poniéndose en pie—. Venga, id a desayunar que hay cosas que hacer.

Escuchando a mi progenitora irse, mis brazos abrazan con más fuerza a Ly, provocando que separe la cabeza de mi pecho para mirarme, momento que aprovecho para besarla. Jugueteando apenas unos segundos con sus labios, la voz de mi madre regresando al salón nos hace separar con un prolongado suspiro.

— Si no os ponéis en marcha, no os daré lo que me dio la abuela para vosotros. —amenaza mi progenitora.

— Dirás lo que te dio la abuela para Ly. —corrijo dando un suave azote a mi diosa para que salga de encima mio, permitiéndome que me siente.

— Para ti también me ha dejado algo. —contesta mi madre atrayendo mi atención.

— ¿Sí? ¿El qué? ¿Una carta de quejas? ¿Dinero? —pregunto incrédulo.

— No lo sabrás si no hacéis lo que os he dicho. —responde mi madre girándose para volver a la cocina—. Desayunad y ayudadme a limpiar.


*******


¿Qué demonios puede haberme regalado la abuela? En toda mi vida apenas me ha hecho unos pocos regalos, y siempre lo hacía un poco por obligación, algo que se notaba comparando los regalos que les daba a Ly y Sara con lo que me daba a mí. Si a ellas les daba cincuenta euros, a mi diez. Y esto lo hacía más cuando éramos pequeños, en los últimos años ya ni se molesta en aparentar regalándome algo, aunque supongo que ya no hace falta fingir el odio mutuo que nos tenemos.

— ¿Ya está todo? —pregunto a Ly cuando termino de limpiar los cristales de la puerta del balcón.

— La casa está impoluta. —responde mi diosa soltando un suspiro de cansancio, dejando el trapo que lleva en la mano para acercarse a abrazarme—. Me duele todo, quiero un masaje.

— ¿Y esas exigencias? —contesto con una sonrisa.

— ¿No me lo darás? —murmura Ly mirándome con cara de lastima, intentando no sonreír.

— Claro que te lo voy a dar. —comento dándole un beso.

— Te amo. —susurra contra mis labios sonriente.

LibidinosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora