Capítulo 28: Verdad bajo la tela

2.7K 138 45
                                    

— ¡Por fin, vacaciones! —murmuro cuando Ly y yo entramos a mi casa, soltando un suspiro de liberación.

— Id a dejar las cosas, anda. —contesta mi madre asomándose al recibidor—. Vamos a comer.

Sintiendo cierto placer al notar la calefacción descongelar mi helado cuerpo, Ly y yo vamos a mi cuarto, dejando nuestras cosas rápidamente y cambiándonos por ropa más cómoda y cálida. Regresando a salón, veo a mi hermana sentada ya en una silla junto a mi padre, chateando por el teléfono.

— Como odio el frio. —comento sentándome en la silla mientras me froto las manos con velocidad—. ¿Qué hay para comer?

— Pizza. —responde mi madre trayendo dos pizzas grandes para dejarlas en medio, haciendo que frunza el ceño rápidamente.

— ¿Qué pasa? —pregunto con mala cara.

— ¿Qué pasa de qué? —contesta haciéndose la sueca mi progenitora.

— Siempre que preparas mi comida favorita, es que algo malo pasa. —digo frunciendo más el ceño.

— No es... —murmura mi madre soltando finalmente un suspiro antes de sentarse—. No es nada malo.

— ¿Qué pasa? —insisto preocupado.

— La abuela va a venir a pasar las vacaciones. —sentencia mi hermana mirando la comida—. ¿Podemos empezar ya? Tengo hambre.

— ¿Qué abuela? —pregunto iluso.

— ¿Cuál va a ser? Sólo tienes una. —dice mi padre haciendo que pierda el apetito.

— Pero si ella pasa siempre las navidades en el pueblo. —contesto casi como una protesta.

— Pero ya está mayor y no quiero que pase las Navidades sola. —responde con un suspiro mi progenitor.

— ¿Y cuánto se va a quedar? —pregunto con una mirada de súplica.

— Las dos semanas de fiesta. —murmura mi madre.

— ¿Y dónde se va a quedar? ¿Aquí? —digo comenzando a ver nubarrones en mi ilusión de unas vacaciones tranquilas.

— Por supuesto, no vamos a pagar un hotel. —contesta mi padre como si fuera lógico.

— ¿Podemos irnos a casa de Ly? —pregunto mirando de reojo a mi castaña.

— Ya sabes que Lucas y María se han ido una semana de vacaciones, no os vamos a dejar solos. —rechaza mi madre.

— ¡Pero si está aquí al lado! —protesto frunciendo el ceño aún más—. No es la primera vez que estamos solos, somos mayorcitos.

— El plan es que la abuela pase las Navidades con nosotros, no que os disperséis y os paséis todo el tiempo fuera. —sentencia mi padre.

— ¡Pero si lo agradecerá! ¡Me odia! —contesto fulminando con la mirada a mi hermana cuando se ríe.

— Os quedaréis aquí y se acabó. —dice mi padre zanjando el tema.

— ¿Y dónde dormirá? —respondo cabreado—. Me da igual lo que diga, me niego a dormir sin Ly.

— Tranquilo, podréis dormir juntos. —contesta mi madre con un suspiro.

— Tu abuela dormirá en la habitación de Sara. —comenta mi progenitor—. Y tu hermana dormirá con vosotros, es el único cuarto donde cabe una cama extra.

— ¡¿Cómo?! —inquirimos Sara, yo y Ly a la vez.

— Nada de discutir que no tengo ganas, se hará lo que digo y punto. —sentencia mi padre con un suspiro de cansancio—. A comer.


LibidinosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora