Capítulo 25: Planes de guerra

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— Dylan, quédese fuera lo que resta de clase. —dice la profesora de lengua y literatura castellana de golpe, provocando que todas las miradas se centren en él.

— ¿Por qué? —murmura confuso, frunciendo el ceño—. Le prestaba atención, no he hablado, no he mirado hacia otro lado que no sea el libro y usted, y ni siquiera me he movido para no molestarla.

— Por eso mismo. —contesta la vieja haciendo que la fusile con la mirada—. ¿Se está burlando de mí? ¿Se cree gracioso?

— Pero... —responde Dy buscándome con la mirada, notando que su habitual enfado es sustituido por completa desesperación.

— ¿No me ha oído? ¿Quiere que le mande al despacho del director? —insiste la profesora enojándome más.

Suavizando mi mirada cuando los ojos de Dy conectan con los míos, finalmente lo escucho exhalar un suspiro de resignación, levantándose y recogiendo mínimamente sus cosas antes de salir por la puerta. Sintiendo la rabia hervir en mi interior, mis ojos pasan a centrarse en la vieja, la cual me lanza un breve vistazo antes de retomar la clase, rompiendo el tenso silencio que se había formado con la marcha de Dy.

Incapaz de pensar en otra cosa que no sea esa injusticia, la hora va terminando con la profesora explicando tranquilamente, ajena a mis miradas asesinas. Finalmente, acabando con su perorata, se acerca a la mesa para ponerse a repartir unas hojas.

— Como tutora vuestra, me han pedido que os entregue estas hojas. —comenta la mujer tranquilamente repartiéndolas una a una—. Son para saber qué camino escogeréis cuando termine el curso y asi poder orientaros, tenéis hasta el viernes para rellenarlas.

Escuchando breves conversaciones crearse entre mis compañeros, la profesora finalmente llega a la última fila, acabando con la labor cuando me entrega una hoja.

— Perdone, ¿puede darme una para Dylan? —pido todo lo amablemente que puedo cuando la señora está por volver a su mesa.

— No, que vaya a buscarla al departamento de Literatura. —contesta hundiéndose de hombros antes de girarse.

— Da igual, ya le haré una fotocopia de la mía. —murmuro frunciendo el ceño irritada, viéndola voltearse algo molesta hacia mí.

— Lily, eres una chica lista. —dice la vieja con suspiro al ver mi rostro—. No pierdas el tiempo con él.

— ¿Cómo ha dicho? —pregunto casi en un susurro, analizando si realmente he escuchado bien.

— Aún eres joven, céntrate en los estudios, pienso que puedes llegar lejos si te esfuerzas. —responde mirando mi cara incrédula, mientras el murmullo del resto de compañeros recogiendo hace que sea una conversación privada, creando una especie de burbuja entre el caos—. Ése chico no hará nada más que despistarte y entorpecerte.

— ¿Qué...? —murmuro con un hilo de voz.

— Créeme, lo he visto muchas veces en todos mis años en la docencia. —continúa la profesora—. Talentos que se echan a perder por un tonto romance adolescente.

— ¿Habla en serio? —pregunto incrédula mientras siento la rabia expandirse por mi interior.

— Muy en serio, deberías soltar ése lastre y co...

— Me está diciendo que todo el acoso que le hace, y todo el sufrimiento que nos provoca... —digo notando mis manos temblar—. ¿Es por qué piensa que me está perjudicando?

— Lily, puede que no lo veas ahora pe...

— ¡¿ERES SUBNORMAL?! —grito creando el silencio en el aula, haciendo que todos se giren a mirarnos.

LibidinosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora