Prólogo

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Comenzó a golpear la libreta con el bolígrafo pero sabía que era inútil, se había quedado completamente vacío. Había supuesto que en un vuelo de doce horas se pasaría la mayor parte del tiempo durmiendo, claro que no había contado con que sus estúpidos nervios solo la dejarían dormitar poco mas de dos horas. Ahora la página de su libreta se había quedado a medio escribir porque no se había acordado de llevar un bolígrafo de repuesto. 

No sabía que un vuelo en avión podía ser algo tan irritante y cliché como en una película de comedia cutre, pero después de que se sentara a su lado una señora que se había dedicado a darle una instructiva charla, rebosante de orgullo maternal, sobre el hijo tan triunfador y exitoso que tenía, y que los niños de atrás no hubieran dejado de chillar y patalear su asiento decidió que a veces la vida real supera la ficción. Sobretodo cuando le pidió amablemente a los padres de los niños si podían controlar a sus hijos y ellos se habían escandalizado porque sus hijos eran unos angelitos que ningún mal hacían. 

Miró por la ventanilla del avión y casi quiso reírse de sí misma cuando avistó a lo lejos la silueta de una ciudad. Se estaba mudando casi al otro lado del mundo y por lo único que se ocurría preocuparse era por algo tan banal como lo es un boli.

Su infernal vuelo tornaba a su fin. La voz del piloto resonó por los altavoces para avisar de que estaban a punto de aterrizar. Sus dedos repiqueteaban en sus piernas, su vista no se despegaba de la ventanilla. Con la vista de esa hermosa ciudad expandiéndose a sus pies apenas podía contener la emoción. Estaba llegando a la ciudad donde se harían realidad sus sueños, que dicho así parecía un poco fantasiosa, pero esa afirmación era tan literal como que en ese momento estaba en un avión.

Todavía recordaba el momento exacto en el que recibió la llamada que cambiaría su vida por completo. Estaba pasando la tarde, como de costumbre, en Tim Horton's tomando un batido de vainilla junto con su pastel favorito de esa cafetería. Anotaba cosas en su libreta azul, que solía llevarse a todos lados porque nunca se sabía cuando le podía llegar la inspiración y cualquier momento era bueno para escribir. Esa tarde no estaba muy inspirada. Escribía un par de frases y la imaginación se le agotaba en segundos como un pincel en un lienzo, al principio mucha intensidad pero al finalizar el trazo apenas se aprecia la pintura. Hacía sol, pero no era un día alegre. Como una presencia invisible a su lado pidiéndole a gritos un cambio; de peinado, de ropa, de vida.

Sucumbió a la tentación de las redes sociales porque en ese momento no estaba de ánimos para enfrentarse a su bloqueo imaginativo. Nadie la miraba, pero se sentía siendo observada. Siendo juzgada. Como si su único cometido de estar ahí fuese hacer algo productivo en vez de mirar la pantalla de su móvil como otro zombie más.

Terminó su bebida de un solo trago para irse de allí cuanto antes. Si iba a auto compadecerse por su aburrida y repetitiva vida no quería tener público para verlo. Guardó su libreta en la mochila y se levantó decidida a marcharse.

Entonces su móvil comenzó a sonar.

Miró la pantalla. Número desconocido.


El avión dio una pequeña sacudida y comenzó a disminuir la velocidad mientras entraba en la pista de aterrizaje. Ya está, pensó. Acabo de llegar al país con el que llevo años soñando para trabajar de lo que más me gusta y ni si quiera se ha estrellado mi avión, se dijo mentalmente con tono positivo. Quizá mi suerte realmente esté cambiando.

Claro que aún cabía la posibilidad de que todo fuera una broma de mal gusto y en realidad no la iban a contratar, porque siendo sinceros, ¿quién querría una extranjera que apenas había hecho un par de cortos mal hechos? Su trabajo real hasta el momento había sido en un puesto de atención de turistas. Eso no tenia nada que ver con producción audiovisual. Estaba segura de que se darían cuenta de su incompetencia y no duraría ni una semana en el trabajo.

Ni si quiera se percató de que había comenzado a hiperventilar hasta que notó una mano posarse en su hombro. Una azafata la miraba con  preocupación y quizá una chispa de humor, aunque no entendió bien por qué.

— ¿Se encuentra bien? 

Ella asintió un par de veces, aunque no le salieron las palabras.

—Normalmente —continuó hablando la azafata— la gente se pone nerviosa al despegar, no al aterrizar.

Notó que intentaba esconder una pequeña sonrisa debido a lo absurdo de la situación, pero no se lo tomó a mal. Al fin y al cabo tenía razón, aunque no se había puesto nerviosa por el aterrizaje era lo más lógico pensar.

  — ¿Necesita algo?

 — No, gracias—respondió haciendo trabajar a sus cuerdas vocales— Ya me encuentro mejor.

  — Por suerte ya hemos aterrizado. En diez minutos podrán bajar del avión.

Con una sonrisa amable se marchó para dar indicaciones a los demás pasajeros. 

Diez minutos. Eso era lo que la tenía hecha un flan, bajar de ese avión y tener que enfrentarse al mundo real. Mientras estaba en el vuelo era como si la vida se detuviese. Un paréntesis donde poder parar, respirar, observar todo desde fuera como si fuese una película, solo que tú eres el protagonista.

Pero el viaje torna a su fin y con él ese pequeño lapso de tiempo.

Intentó demorarse al levantarse y coger su equipaje de mano de tal modo que quedó la ultima persona por salir del avión. 

Se quedó unos minutos en lo alto de las escaleras, contemplando. Respiró profundo. El clima era realmente frío, más de lo que se esperaba, no obstante, inhalar un aire tan fresco era bastante renovador y le infundió de algún modo el valor que le hacía falta para bajar las escaleras con determinación.

Se adentró en la terminal repleta de gente con una sola cosa en mente:

Por favor, que no me extravíen el equipaje.

It's a fucking drama...rama?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora