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Las puertas del vestíbulo de la empresa se abrieron de par en par causando un sobresalto al recepcionista y un par de personas que se hallaban ahí. Ella ni se percató de la presencia de estas personas, ni siquiera necesitaba identificarse, allí la conocían todos. Continuó su camino a toda prisa hacia el ascensor y esperó paciente hasta que las puertas se abrieron de par en par. Llegaba tarde, pero tampoco estaba dispuesta a subir siete plantas andando por las escaleras, no era una suicida. Un poco vaga, quizá. Pero no suicida.

Aprovechó el trayecto vertical para mirarse en el espejo. Su pelo daba auténtica pena, pero eso no era nada nuevo, intentó arreglárselo un poco y dejarlo lo más decente posible, algo difícil. Lo tenía largo y fino, lo que significaba que le enredaba cada dos por tres, era exasperante. Cualquier día cogía iba a ser capaz de coger las tijeras y mandar a tomar viento fresco del norte su melena.

Ni siquiera se había maquillado. Aunque no era inusual, le importaba mas bien poco en lo referente a maquillaje cuando se trataba de sí misma. Al fin y al cabo era quien hacía las fotos, no quien posaba para ellas. Sin embargo le hubiera gustado al menos haber podido ponerse corrector porque tenía unas ojeras de kilómetros. Odiaba la facilidad con la que se le marcaban las ojeras, porque a eso se le sumaba la palidez de su cara y como resultado obteníamos un zombie recién sacado de una película de miedo.

Salió del ascensor con paso firme pero actitud cansada, porque lo estaba. Apenas había podido dormir debido a un proyecto que tenía entre manos. Aún faltaba una semana para tener que presentarlo completamente terminado, pero no quería correr riesgos, todo tenía que estar perfecto; así pues, decidió llevarse el trabajo a casa.

— ¿Se puede saber dónde te habías metido?—Retumbó una voz a su espalda.

Giró la cabeza con cierto dramatismo y le dedicó a su ayudante una sonrisa risueña. No coló.

— No me vengas con esas—la amenazó con un dedo.— Sabes perfectamente que la reunión debería haber empezado hace veinte minutos.

Sook podía ser realmente aterradora cuando se lo proponía, pero ya había pasado el suficiente tiempo con ella para saber que no se debía preocupar por sus broncas. La chica solo tenía tendencia a meterse demasiado en cosas de las que no se debía preocupar.

—Esto es serio—reiteró Sook.—No es una reunión cualquiera y lo sabes. ¡Es el mismísimo director de SM a quien estás haciendo esperar!

Hizo un gesto despreocupado con la mano mientras emprendía la marcha hacia la sala de reuniones. La ayudante seguía parloteando cosas que seguro que eran reclamos, pero como de costumbre ella solo escuchaba un murmullo en la lejanía mientras pensaba lo mucho que anhelaba una taza de café en ese momento. No le importaría en absoluto que se abriera una grieta en el suelo de la que saliera Satanás y le ofreciera café a cambio de su alma. Aceptaría antes de que incluso hubiera terminado de preguntárselo, al fin y al cabo estaba casi segura de que ya estaba condenada al infierno. Al menos podía sacar algo a cambio.

—¿Me estás escuchando?—Preguntó Sook indignada.

— ¿Hace falta que te responda? ¿O ha quedado claro con la pregunta retórica?

— ¡Ivy! —El grito de la chica si que lo escuchó.— ¿Puedes tomarte algo en serio?

Tuvo que detenerse, suspirar y frotarse los ojos. Joder que sueño tengo, pensó Ivy. Miró a Sook con cansancio, pero también con indulgencia. Sabía que la chica no quería ser cargante, solo quería dar lo mejor de sí para poder llegar alto en la empresa. Era una joven entregada, pero a veces su entusiasmo agobiaba.

—Escúchame, —dijo Ivy— soy muy consciente de mi trabajo. Esta reunión, sé con quien la tengo. Solo es alguien que controla una gran agencia y se cree que el mundo está a sus pies. He tenido más reuniones con gente así—demasiadas y a cual más exasperante.

It's a fucking drama...rama?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora