Thalía miró a Shownu.
Shownu miró a Thalía.
Ambos se dieron cuenta de que ninguno sabía muy bien qué acababa de pasar, por lo que optaron por la ley del silencio. Ninguno dijo nada y ambos hicieron como si nada acabase de pasar. Al menos Shownu pudo consolarse al ver que la pelirroja ya no parecía estar a punto de explotar en mil pedazos.
Thalía se secó el rastro de lágrimas y se sentó en el borde de la cama con la cabeza bajada. Shownu no tardó mucho más en hacer lo mismo que la chica, quedando sentado a su lado.
— ¿Quieres hablar de ello?
Thalía se encogió de hombros, importándole poco hablar o no. Hacerlo no solucionaría las cosas, quizá serviría para desahogarse, pero poco más.
— Se supone que la familia es quien está ahí para consolarte —murmuró Shownu—. No para hacerte llorar.
— Esa gente no es mi familia —dijo Thalía con dureza.
Comenzó a apretar los puños casi sin darse cuenta al notar como la rabia volvía a ella. Le gustaba romper cosas, era terapéutico y le ahorraba matar a gente e ir a la cárcel. La sorpresa fue cuando, de pronto, notó las manos de Shownu coger las suyas. Con suavidad le abrió los dedos de ambas manos para evitar que siguiera apretando los puños. Después de eso no alejó sus manos, las mantuvo unidas mientras le brindaba pequeñas caricias, casi como un masaje por las palmas de las manos y los nudillos.
Shownu supuso que debía haberle dado un puñetazo a la pared o cualquier otra superficie dura, ya que tenía los nudillos muy rojos e incluso con algunas gotas de sangre en algunas partes.
— Ellos no están aquí ahora. Solo tú y yo —habló Shownu—. No necesito que me cuentes nada, solo quiero que estés bien. Y si necesitas desfogarte puedes usarme como saco de boxeo. Sé cuánto te ha costado decorar toda la buhardilla y no quiero que mañana te arrepientas de destrozar tanto trabajo —volvió a mirar las manos de ella y contuvo un suspiro—. Y tampoco te harás daño a ti misma.
— No, pero el daño te lo haría a ti.
Una pequeña risa risueña tan característica del líder se manifestó en su rostro.
— Puedo aguantar sin dolor unos cuantos golpes —afirmó él.
— Míos no —le aseguró ella.
Shownu mantuvo la sonrisa al escucharla, pero ésta se le borró al darse cuenta de que estaba hablando en serio. Se aclaró la garganta y un pesado silencio se cernió sobre ellos. Ella parecía no darse cuenta siquiera, sumida por completo en sus pensamientos con la mirada perdida en la pared.
— Mi padre me pegaba —dijo Thalía de pronto.
La cabeza de Shownu giró de golpe para mirarla.
— No hay amor perdido entre nosotros —aclaró—. Nunca le he considerado mi padre, solo un señor con el que me veía obligada a vivir.
Se secó con rabia las lágrimas que caían incontroladas por su rostro con el dorso de la manga. Bajó de nuevo su brazo hasta tener sus dos manos en apoyadas en sus piernas, tuvo que apretarlas con fuerza para intentar ocultar el leve temblor que tenía.
— Ningún padre debería poner su mano con ira sobre sus hijos —dijo Shownu.
Levantó una de sus manos y la posó sobre el rostro de Thalía brindándole una suave y reconfortante caricia.
—Ninguna persona debería poner su mano con ira sobre ti.
Los ojos de Thalía volvieron a aguarse al mirar fijamente a Shownu pronunciar aquellas palabras que le produjeron una oleada de calidez. Tuvo que parpadear varias veces para no derramar ninguna lágrima más, estaba empezando a cansarse de llorar tanto en tan poco tiempo.