Sexto Algo: 18 años.

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Vaya que había apestado pasar su cumpleaños acostado en una cama, apenas moviéndose para ir al baño cuatro veces al día, porque intentaba  no beber demasiado líquido para no sufrir.


Todo su malestar se debía a esa estúpida caída que había provocado aquella tarde hacía cuatro meses, donde sin quererlo, empujó a Michael y ambos quedaron adoloridos en el suelo sin poder ni mencionar el hecho por el cual convocaban una reunión familiar. La consciencia de Luke estaba mucho más tranquila cuando luego que ambos los llevaran al hospital, y que la madre de Michael llegara a aquel, para recibir el diagnóstico de su hijo. Este solo decía que necesitaba hielo y antiinflamantes para su aplastada entrepierna, para nada comparado con lo de Luke.


Luke en serio sentía que se merecía llevar lo peor de la situación que él  mismo había provocado. Apenas llegaron al hospital, le hicieron radiografías y le dieron calmantes para el dolor, donde se enteraron que efectivamente se había fracturado su cadera derecha y que necesitaba una operación con urgencia, de la cual salió con un par de tornillos y una nueva cicatriz que lo acompañaría de por vida.


Estuvo una semana en el hospital, donde todos sus amigos lo iban a ver en las tardes y donde sus familiares se turnaban para acompañarlo, y donde Michael siempre estuvo en esa habitación en los horarios de visita correspondientes.


Su cumpleaños había sido la semana pasada y realmente fue el peor, porque a pesar que ya podía dar un par de pasos por su cuenta, cojeando por  supuesto, el frío julio australiano lo hizo estar en su cama más de lo que deseaba. 


Así que aquellos dieciocho años estuvo en cama, viendo películas, bebiendo alcohol de forma legal, con su mejor amigo a su lado, y aún en el closet, siendo un homosexual en secreto. 


Ya no quería más sentirse esclavizado.



  —Llegué, perdón por la demora, Sarah se retrasó en llegar y aplazó todo—se disculpó su mejor amigo de cabellos rojos, uno de los únicos consejos que Luke le entregó en toda esa amistad, uno que finalmente aceptó.


—Necesito sexo.


Michael se volteó con rapidez hasta la cama donde su mejor amigo estaba recostado, observando con atención el techo, lanzando una pequeña pelota roja que siempre capturaba entre sus largos y pálidos dedos.


—Aún no estoy borracho como para escuchar tus escalofriantes y extrañas experiencias homosexuales—comentó con espanto Michael, recordando como Luke alguna vez comentó que uno de sus novios le encanta que su mascota, un esponjoso conejo blanco con unos pompones rosas en sus largas orejas, los observara mientras estaban teniendo relaciones.


  —Michael, te estoy comentando mi necesidad de tener sexo, no alguna historia privada que sale a la luz cuando compras alcohol de calidad.


Michael abrió sus ojos como platos ante las agallas de Luke y levantó sus cejas. Se había atrevido a cuestionar su alcohol, ese que compraba gracias a su empleo sin ningún aporte del rubio, pero además de eso, se notaba que Luke estaba irritado y cansado.

Kisses》MukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora