Arco 3.5 :Los revolucionarios de Mirie.

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Faltaba poco para el atardecer. Aunque nuestras piernas exigían descanso, estábamos demasiado cerca de nuestro destino como para detenernos en ese momento.

—¡Otra vez! —grito Mia.

Ella estaba montada sobre Mifi, quien se dedicaba a saltar los obstáculos que se encontraba por el camino, con el único propósito de entretenerla. Ambos parecía tener una energía ilimitada.

Aquella cristalina risa era lo que motivaba a todos a seguir, cada que alguien estaba a punto de rendirse, miraba a la pequeña y volvía a tener fuerzas.

No sé si era por la diosa o porque su inocencia transmitía el optimismo propio de un niño, pero le estaba agradecido.

—Hill, ¿cuanto falta? —pregunto Karla. Su aspecto era lamentable, tenia contusiones en todo el cuerpo y la ropa rasgada. Aunque, a decir verdad, estábamos todos prácticamente en la misma situación.

—No mucho, cruzando esta... allá está.

Tras el último recodo del camino apareció un lugar conocido. Era el viejo pueblo que no parecía haber cambiado nada a pesar del paso de los años.

—¿Y quien es esa excelente sanadora de la que hablabas antes? —me cuestionó Karla.

Suspire. Realmente no quería volver a encontrarme con ella, solo de recordar los tensos silencios y las miradas hoscas hacían que mi estómago doliera.

—Es mi madre.

—¿Tú madre? —cuestiono Yunei, con el cejó fruncido—. ¿La mujer que siempre te ignoraba, te menospreciaba y apenas te reconocía como hijo?

—Eh, si esa, pero, ¿como tú sabes eso?

—Me lo dijo Sarah.

¿Y como ella supo eso? Bueno, por ahora no importa.

En cuanto entramos al pueblo, nuestro grupo atrajo las miradas de todos los que estaban aun en las calles. Las mas jóvenes se cubrían con sus brazos, intentando escapar de las miradas. Aunque, en realidad, lo que atraía la vista de todos era el enorme lobo con una niña pequeña sobre él.

—Mia y yo estamos bien, la llevare de paseo con Mifi para escapar de este circo —dijo Karla—. En cuanto nos necesites, silba como te enseñe Hill.

Nada mas decir eso, Karla se monto de un salto en Mifi y lo dirigió de nuevo hacia el bosque. Me preocupaba un poco Mia, pero con esos dos de guardaespaldas no debería tener ningún inconveniente.

—Dejando fuera asuntos personales —continúe—, Rina es una buena curandera. Además de poseer magia de sanación, sabe mucho de plantas medicinales y el cuerpo humano. Es la más indicada para ayudarnos. El sanatorio es aquel edificio de allá.

El edificio que señalaba era una pequeña casa de una sola planta, ubicada paralelamente a la fuente que marcaba el centro del pueblo. No era mas grande porque no solían haber muchos accidentes en un lugar tan pequeño, además de que se curaban enseguida gracias a la magia. Bueno, la mayoría de ellos.

Después de indicarles que se detuvieran, me acerque despacio, rezando porque ella aun fuera la encargada y dispuesto a hacer lo que sea por conseguir su ayuda. Después de dar dos largas respiraciones, toque a la puerta.

—¡Por favor! ¡Ayudalos! ¡Te daré todo lo que poseo, pero...!

En cuanto la puerta se abrió, me arrodille e incline mi cabeza. La mujer en el umbral no reaccionó a mis palabras ni se movió por algunos momentos, pero después del tenso silencio  que siguió a nuestro reencuentro, camino hacia los que estaban detrás de mi para inspeccionarlos.

Theria Volumen 4: Los revolucionarios de MirieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora