Preludio a la batalla: ¿Quien eres?

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¿Qué está pasando? ¿Qué hago aquí? ¡Hill, Ayúdame!

Lucil no podía hablar debido a la mordaza que llevaba en la boca, pero aun así podía deducir lo que pensaba en su rostro surcado de lágrimas.

—¡Lucil! —fue gritamos Sarah, Yunei y yo al mismo tiempo.

Intentando ayudar, Yunei salto de las gradas, sin embargo, la ralentización temporal la hacía moverse demasiado despacio. Se podía notar la frustración en su rostro.

¿Por qué?

¿Cómo sabía Ci de Lucil? Se suponía que éramos pocos los que habíamos hablado con ella, menos aun los que sabían que tenía una relación cercana con nosotros. Yo mismo me había abstenido de hablar mucho de ella, así que, ¿Por qué?

—No.

El susurro de Nierya me dio la respuesta.

Mire a Sarah quien observaba la escena con ojos culpables. Ahora lo recordaba, la sacerdotisa me había dicho que Sarah le había contado cosas de mí, seguramente ella fue quien le habló de la relación tan estrecha que tuvimos y a su vez su abuela se lo dijo a Ci en alguna carta, sin ninguna mala intención, claro, solo era un dato para presumir como su nieta podía hacer amigos.

Después de todo, para la mayoría se podía decir que era información sin importancia. Pero para la maga había sido su carta de triunfo. Lucil no poseía grandes poderes, ni siquiera sabía defenderse bien. Además, aunque sabía que estaba en esta ciudad, la quería fuera de peligro y por eso no la había ido a ver y por ende no pude advertirle de que podría correr algún peligro. Fue precisamente por ese error que ahora se encuentra en ésta situación.

Era mi culpa.

—¿Dime, niño, de verdad puedes hacerlo? —repitió Ci, aumentando el volumen de su voz—. ¿O tus palabras anteriores solo eran vacías?

—¡Ci¡! Hablemos con calma, déjala ir —le suplico Nierya, intentando levantarse, pero sin éxito.

—No te preocupes, vieja amiga. No pretendo dañarla, pues nada gano con eso —le respondió la maga, con demasiada calma para la situación—. Él es quien tiene que hacerlo, o no tendría sentido. ¿Y bien, niño? Dímelo ahora, ¿la mataras?

"Si lo haces, te prometo detener todo lo que yo he puesto en marcha. Es más, incluso puedo unirme a ti o puedes encarcelarme. O matarme, lo que te parezca mejor.

Mire de nuevo a Lucil y me concentre en las cuerdas negras que la tenían atrapada. Mi energía estaba regresando poco a poco, en cuanto tuviera la suficiente lanzaría un ataque para distraer a la maga y luego la liberaría. Solo un necesitaba un poco más de tiempo.

—Veo que no le haces caso a mis palabras —continuo Ci, suspirando—. Dime que no puedes sacrificar a uno de los tuyos por el bien de miles. ¡Dime que no puedes sacrificar tu alma por el resto del mundo! ¡Dime que no y la soltare!

"¡La mataras, sí o no!

Ci levanto a Lucil para darme un tiro certero, pero por más que intentaba, no podía verla como objetivo. Era imposible.

—Deja que yo tome su lugar, mátame...

—No. No te estoy pidiendo que te sacrifiques, muerto servirías menos que nada. Además, por lo que me han dicho de ti, te es más fácil dejar a un lado tu propia vida que sacrificar la de alguien más, en cuyo caso tu muerte no sería un verdadero sacrificio, porque incluso parece que lo deseas.

"Para comprobar que estás dispuesto a hacer lo necesario, debes matarla. O simplemente dime que no puedes hacerlo y la liberare aquí. Así que responde, ¿podrías hacerlo? ¿Matarías a una sola persona para salvar miles?

Theria Volumen 4: Los revolucionarios de MirieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora