Preludio a la batalla: Reunion

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No pasaron ni quince minutos desde que desaparecieron, cuando Sarah y su abuela regresaron acompañadas de dos hombres de avanzada edad, bueno, de al menos la misma que se suponía debería tener Nierya. Pese a eso, ambos poseían cuerpos robustos y bien entrenados. El más bajo llevaba una espada corta en su cintura y vestía una armadura ornamentada de color plateado, mientras que el otro portaba un bastón y vestía una túnica que parecía costosa.

—No mentías, Nierya. Tu nieta sí que es algo especial —comentó el de la armadura.

—Te lo dije, Tailbert —respondió Nierya, sonriendo.

—En definitiva me gustaría tenerla en mi institución. Es tan impresionante como habías afirmado antes —complemento el de la túnica.

—Gra-gracias —murmuró Sarah con timidez ante los halagos de los hombres.

No tenía que ser un genio para saber que Nierya había estado presumiendo a Sarah. Aunque viéndolo objetivamente, yo también lo haría, ya que sus habilidades eran sumamente inusuales. Pero dejando eso de lado, eran un tanto groseros que hablaran entre ellos sin hacernos caso.

No era el único que pensaba así, Tyna frunció en entrecejo, enojada, mientras que Farenis carraspeo para llamar la atención de los recién llegados.

—Tailbert Kaleisis, Julius Gerenverg —comenzó la princesa, alzando un poco la barbilla para mostrase más imponente. No es por presumir, pero en estos pocos minutos, le enseñe eso-. Es un gusto verlos. Aunque nos hemos encontrado antes y fueron ustedes los que mandaron a la sacerdotisa por mí, dudo que recuerden mi rostro, así que es mi deber presentarme. Yo soy Farenis Gracia Lavery, la princesa heredera al trono.

En cuanto Farenis se presentó, ambos hombres se arrodillaron y bajaron la cabeza en señal de respeto. Respeto que no alcanzaba a sus ojos.

—Es un placer, señora —comenzó el de la armadura, el que se llamaba Tailbert—. He de decir que no esperaba su presencia hasta mucho después. Incluso con la ayuda de la sacerdotisa del agua, llego muy pronto.

—Incluso pensábamos que no vendría, pese a la ayuda de Nierya —continuo Julius—. Después de todo, usted se fue por decisión propia.

Aunque no había maldad en sus palabras, era bastante obvio que culpaba a Farenis por haberse ido. En si estaba un poco de acuerdo, pero discutir en ese momento era mala idea, así que hice una seña con la cabeza para que la princesa nos presentara. Al menos así se sentirían un poco intimidados cuando escucharan el nombre de mi hermana. Aunque, al ver a Julius observarla, pareciera como si ya se conocieran.

—Un gusto volver a verla, señorita Fell —saludo Julius a Tyna, inclinando la cabeza un poco. Si, ya se conocían.

Tyna no respondió el saludo, antes de que llegaran habíamos acordado que ninguno de nosotros hablaría hasta que Farenis nos presentara. Esto para aparentar algo de poder en ella y así evitar que intentaran controlarla a su voluntad. O a nosotros. Debíamos demostrar que estábamos en control de la situación.

Antes no comprendía porque tanta insistencia por parte de Xi en que los acompañara. Vamos, que tenían a una de los dioses elementales y a su nieta para protegerlos. Pero ahora, al ver a ambos grupos, lo entendí. En ese lugar ella no poseía aliados en quienes confiar. Era la princesa prófuga, detestada por dar la espalda a su pueblo, necesitada únicamente por su nombre y estatus.

Nierya la fue a buscar por petición de esos dos hombres, estaba de su lado y Sarah obedecía las órdenes de su abuela. Sin nosotros aquí, Farenis solo tendría a Xi, y siendo sinceros, el lucia intimidante y era un buen apoyo moral, pero no poseía ningún tipo de poder político ni mágico que lo hiciera destacar.

Theria Volumen 4: Los revolucionarios de MirieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora