Malas noticias.

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Tyna, Sarel, su hija, Diana, Suzanna, Nierya yo. Todos estábamos reunidos en la habitación, guardando un tenso silencio. Tanto Lina como Harper se habían retirado hace un rato, para esperar a nuestros compañeros en la entrada del pueblo.

La casa de Tyna poseía una bonita sala amueblada con cuatro sillones dobles alrededor de una pequeña mesa de cristal, sobre la cual se hallaba un pequeño libro negro hecho a mano, abierto en una página donde se podía apreciar el dibujo detallado del plano de una gran máquina.

Ese libro era el que Tyna había encontrado cuando visitó el antiguo pueblo donde vivió Claire.

—¿Ya has llamado a Clarisse? —pregunte, intentando romper el pesado ambiente.

—Si —respondió Tyna, cortante—. Le avise en cuanto llegaron, también le hable a Claire, no debe... ¡Espera Diana, no me muerdas!

La pequeña, que en ese momento estaba en brazos de su madre, luchaba por liberarse e ir con Sarel. Cuando la vi por primera vez al llegar a la casa de mi hermana me sorprendí mucho, aunque luego recordé que Yunei ya me había avisado que tenía una sobrina.

Sin poder reprimirme, sonreí al ver la escena.

—¿De qué diablos te ríes?

—Nada, solo pensaba en que tiene un temperamento parecido al tuyo —respondí. Diana, ya en los brazos de su padre, reía de felicidad—. Y unos gustos similares.

—¿Y exactamente a que te refieres con eso? —increpo Tyna, entrecerrando peligrosamente los ojos.

Oh, no creo que me pase.

Por fortuna no tuve que responder, pues en ese momento Nierya nos interrumpió.

—Sí, sí, bonito encuentro familiar y todo. Pero niño, dime de una vez que dice en ese libro y porque palideciste al verlo.

—Ahora no, hasta que estemos todos los involucrados. Además, necesitó el consejo de mi asesora.

—Hill —intervino Tyna—. Clarisse está a punto de llegar.

Eso fue rápido, no han pasado ni diez minutos.

—El amor te hace moverte más deprisa —dijo Tyna, como si me hubiera leído el pensamiento.

—¡Amor! ¡De verdad estás enamorado, Hill! ¡Lo sabía!¡¿Habrá boda? —exclamo Suzanna.

—¿Qué pasa con está? —se quejó mi hermana, luego se dirigió a ella—. Niña, hay diferentes tipos de amor. Como el de una antigua pupila a su maestro.

En ese momento la puerta se abrió de golpe. Bueno, exploto en cenizas, y en el umbral apareció Clarisse, con los ojos rojos y llenos de lágrimas. Apenas me dio tiempo a pararme cuando ella choco contra mí, aplastándome con un fuerte abrazo.

—¡Maestro! —lloró ella—. ¡Pensé que se había ido! ¡Y por mi culpa...! ¡Si no me hubiera...!

—Ya, ya, no te preocupes, estoy... bien. Pero suéltame o de verdad moriré...

Por dios, la fuerza que tenía era monstruosa.

Me separe de ella y la observe bien. Se había convertido en una mujer adulta muy bonita, aunque en ese momento estaba henchida de lágrimas.

—No fue culpa de nadie Clarisse, menos la tuya. Solo las cosas pasaron así. Y estoy vivo. Pero aunque no fuera así, deberías saber que si muriera sacrificándome por ti, lo haría con gusto, porque eres una amiga muy importante.

—¡Maestro! —grito ella de nuevo y me volvió a abrazar.

—¡Clarisse, no corras tanto!

Claire y Sirien aparecieron en la puerta destruida, agitadas por haber corrido detrás de Clarisse.

Theria Volumen 4: Los revolucionarios de MirieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora