Antes de la cena.

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La vieja casa. Pensé que jamas volvería a verla.

Los recuerdos que pase entrenando en el patio con George llegaron a mi mente en cuanto divise la vieja reja de madera, a la que, con alegre sorpresa, constate que aun no le habían arreglado la puerta.

Podría parecer poco, pero era un recuerdo invaluable ya que fue la primera vez que entrene con mi padre cuando la averiamos.

Dando un largo suspiro cruce el patio, hasta llegar a la puerta de la entrada principal. Ahí es donde note el primer cambio: flores de giba habían sido plantadas a ambos lados. Aún estaban en crecimiento, pero en unos meses alcanzarían un tamaño considerable y cubrirían la pared con unas hermosas flores de color rojo.

Mirando los retoños, intente armarme de valor para tocar la puerta, pero mis manos se negaban a responder. Era seguro que no me encontraría con Rina, ella en este momento debía estar atendiendo a Yunei, pero dentro podrían estar Fedre o Sajy. O peor, alguien a quien no conozca, tal vez alguna de sus esposas, e incluso podría ser un hombre, si Rina se llego a casar otra vez.

Estuve tortuosos minutos intentando que mi mano se alzara para dar un simple toque, pero la verdad es que tenia demasiado miedo de ver que tanto habían cambiado las cosas. A pesar de que seguramente fuera yo quien mas había cambiado.

¡Vamos, Hill! ¡Que te has enfrentado a un jodido dragón! ¡Esta es solamente una puerta!

No es mi culpa, mi mano es quien se niega a moverse.

Y ahí estaba yo, parado sin hacer nada como un idiota, cuando la puerta se abrió repentinamente y un hombre joven salio a recibirme. Tenia el pelo negro y una barba de varios días. Estaba cambiado, si, pero lo podría reconocer donde fuera.

Era mi mediohermano mayor, Fedre.

Él se quedo mirandome con el entrecejo fruncido unos breves momentos, como esperando que le dijera que hacia parado fuera de su puerta, pero poco después su expresión cambio a una de asombro cuando al fin me reconoció.

-¿Hill?

-Hola Fedre.

Nos miramos por largos segundos, sin que ninguno acertara a decir nada más. No era de extrañar, ni siquiera puedo recordar la ultima vez que hablamos o si alguna vez lo hicimos. Era algo muy incomodo.

-Este, Rina me ha dicho que parte de mi antigua ropa aun esta en mi vieja habitación. Solo vengo por eso -acerté a decir para romper el silencio.

-¿Como...? Eh, si, si, pasa.

Fedre se hizo a un lado para darme paso, pero seguía actuando como si no supiera que hacer. Siendo honestos, me gustaría simplemente ir por una de mis viejas camisas, salir de la casa y no volver a regresar jamas.

-Hill, este... -Fedre carraspeo para acalararse la garganta y luego continuo-. Veo que vas sin camisa, así que asumo madre te dijo que las viejas tuyas estaban en tu habitación, ¿cierto?

-Si, eso paso.

-Pero, ¿te quedaran todavía?

Oh, rayos.

Quería estampar mi palma contra mi rostro. Era cierto había crecido bastante desde que huí de casa. Parece que perder tres año me afecto más de lo que creía, o tan vez fuera el hecho de que olvidara continuamente mi edad. Ya ni estaba seguro de cuantos años tenia exactamente, para eso debía consultar un calendario.

-No te preocupes, tengo algunas que te podrían ser de ayuda -me consoló Fedre, sonriendo por primera vez-. Mamá tampoco se debió haber dado cuenta, después de todo debió estar tan sorprendida al verte como yo, ya que Tyna nos dijo que habías muerto.

Theria Volumen 4: Los revolucionarios de MirieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora