Oye, disculpa, ¿trabajas aquí?

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—¿Qué vamos a hacer ahora, Andrea? —me miró preocupada.
Parecía como si se estuviera cagando en los calzones por el susto.
—No sé, po...
—¿Cómo que no sabes?, mi mamá me va a matar por la cagá que nos mandamos —se llevó las manos a la cabeza.
Me reí, tratando de abreviar lo que más podía lo que nos había pasado.
—No exageres tampoco, Vale, si no es para tanto. Todo tiene solución.
—¡La alfombra, que te recuerdo, es beige, está llena de chocolate!
Era verdad, y la tía Clara, la mamá de mi mejora, nos iba a matar.
—A nosotras no más se nos ocurre hacer brochetas de fruta con chocolate po —bisbiseé, acomodándome el pelo detrás de la oreja.
Puso los ojos en blanco.
—No es tan chistoso, Andrea. Me van a sacar la chucha en cuanto lo vean...
—Que alaraca, Valentina —le dije, riéndome.
—No soy alaraca —se quejó.
Entonces se me ocurrió algo magnífico, que nos salvaría de la desgracia de su mamá, de lo que nos llevaría un mes castigadas.
—¿Y si no ven la alfombra? —afrecí.
—¿Qué quieres decir? —me preguntó, sin entender.
Le sonreí triunfadora, porque eso era, la mina que nos iba a salvar la vida. Saqué mi celu y le saqué una foto a nuestra embarradita.
—¿Tienes plata, hueona? —consulté.
Se metió la mano al bolsillo y sacó un billete de 10 lucas.
—Esto no más, ¿por qué?, ¿quieres fugarte de la bruja de mi mami? —sugirió.
Ambas nos reímos como cabras chicas en su living.
—Sería buena opción, igual... —comenté —para qué negártelo.
—De más...
—Ya, pero en serio, yo tengo 30 lucas de la mesada que me dio mi viejo —le informé.
—Ya, ¿y?
—Vayamos a comprar una nueva alfombra, obvio.
Soltó un gritito contenta y me abrazó de inmediato. Súper Andrea a la orden, llame al número qué hay bajo la pantalla u ordene por Rappi, jajaja. +56912345678
—Puta... —sonrió —, que inteligente... por eso te amo, wachita —me dijo.
—Ya lo sé, yo también te amo, enferma, pero si nos quedamos aquí jurándonos amor eterno, se nos va a pasar el día volando, así que mueve el culo y salgamos.
Lo peor de todo el drama, fue que era fin de mes y todo estaba repleto de personas, el súpermercado, las tiendas y los locales de comida rápida. De hecho, llegar al supermercado se nos hizo terriblemente latoso, porque la micro estaba llena y olía como el reverendo culo.
—¡Que lata! —exclamó la Vale cuando estuvimos en el mall.
El estacionamiento estaba lleno, en exceso, aunque a nosotras no nos hacía problema porque nos íbamos en micro, pero hueón, eso significaba que las tiendas iban a estar repletas.
—Está más lleno que la marcha de los pingüinos, hueona —comparó la Vale.
Random, nada más que decir.
—Hoy todo está repleto, pero te apuesto que mañana va a estar más solo que el Diego.
Pobre Diego... era un compañero de curso que estaba más solo que la soledad po. A veces me daba como penita verlo sin nadie, pero tampoco dejaba que nadie se le acercara a menos que jugara Fornite o Minecraft.
—Oye, no seas mala con el Diego —lo defendió ella —, es súper vivito.
Nos tratamos de meter en medio de la multitud de personas que había en la tienda del easy, pero no había ni una weá, ni una cosa, nada.
—¡Por qué no encuentro las alfombras!, ¿por qué no están? —se alteró mi amiga.
Puso sus manos en su cara y frotó sus ojos con fuerza. Quería que se calmara, o sea, sabía que su mamá era cuática a veces, pero no era para tanto, onda, si no encontrábamos la alfombra tendríamos que bancarnos las consecuencias como siempre.
—No te vayas a sacar los ojos ahora —bromeé, riéndome.
—Mi mamá me va a matar y tú lo sabes.
Vi a un señor a unos metros que tenía unas cajas en sus manos y con hartos músculos en sus brazos, era como si hubiese salido de una película de Texas. Tenía un logo del local en la espalda, así que por obviedad supuse que trabajaba ahí.
Me subí el pantalón que se me había bajado y la miré.
—Esperame un segundito, voy a preguntarle al viejo de ahí si sabe donde están las alfombras. Quédate aquí, Valentina —ordené.
Le toqué el hombro con el dedo índice y se dio vuelta. Llevaba lentes de sol, medios pegados a los ojos eso sí, y así se parecía mucho más de cerca a un miembro de Texas que de lejos.
—¿Por casualidad sabes dónde están las alfombras?—le pregunté.
—Mira, no soy de ese sector, no están están acá adentro, pero si no me equivocoen la entrada hay una liquidación de temporada.
Se acomodó las cajas entre los brazos.
—Ah, gracias igual —sonreí.
Levantó las cejas interesado de repente.
—Yo te acompaño —dijo —, si quieres no más.
—¿No te molesta? —le pregunté.
Igual me dio susto, o sea, era como bien valsua su expresión. Negó con la cabeza.
—Bueno, espérame aquí, voy a avisarle a mi amiga —comenté.
Asintió. Caminé hasta donde la Valentina, que parecía casi comerse la mano entera por los nervios.
—¿Qué onda?, ¿te dijo dónde estaban?
—Sí, si me dijo.
—Buena po, vamos rápido.
—Nos quiere acompañar para ayudarnos, ¿qué le digo?
—Obvio que no, tiene pura cara de secuestrador pervertido.
—Que exagerada... es su trabajo —dije.
—No sé yo... tú sabís que yo tengo buen ojo.
Levantó las manos antes de que yo me devolviera hacia donde el viejo. Le avisé al señor que iríamos solas, él solo me dijo un "ya" con una sonrisa.
—Vamos, bebé. Si no quedan de las mismas, jodimos nomás po —musitó mi mejora, suspirando.
Sabía que tenía razón. Salimos del local un poco perdidas y miramos hacia todos lados, hasta que logramos hayar una gran carpa donde un cartel colgante que decía: "Alfombras, 70% de descuento. SOLO AQUÍ".
Yiaaa —se rió la Vale cuando entramos a la tienda —, tremendas ofertas.
Le pasé el brazo por encima de los hombros.
—Ya, córtala —la reté —. Busca lo que vinimos a hacer aquí y no te quejís tanto.
Cuando la Vale se fue a ver una que se parecía mucho a la que habíamos manchado se alejó de mí. Fue en ese momento cuando vi a un mino de pelo castaño, era bastante alto, además tenía una polera verde y nos jeans negros.
"Trabaja aquí", pensé.
—Oye, disculpa, ¿trabajas aquí? —le pregunté, acercándome.
Se giró y puso sus ojos en blanco. Me resultó conocido, pero no le tomé importancia.
—¿Por qué chucha todo el mundo me pregunta eso?, no, no trabajo aquí.
Se cruzó de brazos y me miró, tensando la mandíbula. Por alguna razón me miró de pies a cabeza, analizando, como si yo no fuese real. Fue tan extraño para mí en el instante, pero preferí dejarlo de lado. Probablemente se enojó el hueón, pero no había sido mi intención confundirlo con un trabajador, a todos les pasaba, incluso a mí me la habían hecho,
—Quizás es porque andas vestido igual que los trabajan aquí po. No hay que ser inteligente para notarlo.
Se miró con una ceja alzada y sonrió.
—Igual sí...
—Ya, gracias igual —le dije, con intención de irme.
—¿Cómo te llamas? —me preguntó, detenidamente.
—Andrea.
Guardó silencio un momento.
—Pablo, ese es mi nombre.
Me gustaba el nombre, era bonito, simple.
—Ah, buena... gracias igual, Pablo —me giré de nuevo, dispuesta a seguir buscando esa alfombra que no aparecía nunca, pero sentí su mano en mi brazo y me detuve.
¿Qué quería el hueón raro ahora?
—Oye, me podrías dar tu número, ¿no crees? —preguntó.
El mino patuo me sonrió y rascó su cabeza, nervioso. ¿Quién se creía que era?
—¿Y para qué lo quieres?, pelao —lo taché al tiro.
Soltó una carcajada. Estaba rico, tenía que admitirlo, pero igual nada que ver lo que hizo.
—Tampoco soy pelao —dijo, riéndose.
—¿Entonces?
—Es que te ves simpática —se excusó.
Mi mejora se me acercó y me agarró la mano, luego su cabeza en mi hombro tiernamente. Teníamos el acuerdo de que si un hueón nos hablaba en la calle íbamos a actuar así por cualquier cosa.
—Ella po, la simpática —me dijo, interrumpiendo.
—Ah... lo siento —se disculpó él —, ¿son pololas?
—¡Te cachamos, pelao! —gritó mi amiga, soltándome. Me reí —, estabas hablando con la Andrea con segundas intensiones, pero está ni ahí con vo.
—Eeeh... —el Pablo no sabía qué decir.
Así que en serio era pelado...
—Somos amigas, nada más —le aclaré yo, tratando de tranquilizar las aguas.
La Vale era pesada a veces, innecesariamente.
—Chuta, que es buena onda tu amiga —se quejó él.
—Gracias, me lo dicen todos los días —respondió ella.
—Ya... tranqui, chiquillos, si tampoco es para tanto —me reí nerviosa —, a pesar de que no trabajes aquí, ¿podrías ayudarnos a buscar algo?
—¿Qué? —preguntó, mirando de reojo a mi mejora.
—Una alfombra como esta —le mostré la foto que había sacado con mi celular.
—Obvio, pero solo si es por ti.
No sabía cómo reaccionar a eso.
—Yiaaaaa, que es lanzao este hueón —dijo de nuevo la Vale.
—Valentina... —murmuré, adviertiéndola con la mirada. Me daba vergüenza.
Revisamos de arriba a abajo el local, por más de tres horas, hasta que encontramos nuestro objetivo. La wea estaba más escondida que agua en desierto, po. Debajo de las alfombras de niños.
—Por fin, ya estaba bueno ya... —siguió quejándose mi bf—Andrea, ¿me das la hora, por fa?
—Las seis y media —respondí.
Estaba más cansada... quería llegar a mi casita, acostarme y dormir harto rato.
—Mi mamá va a llegar a las diez, de más alcanzamos. No creo que nos demoremos mucho en la micro —dijo, mirando hacia el techo, como si estuviese calculando en su mente.
—Unos veinte minutos, pero si hay taco o está lleno una hora como mínimo. Recuerda que hoy es fin de mes —respondí.
—Si quieren yo las llevo —se ofreció el Pablo.
—No, gracias, ya te veo la cara de psicópata —siguió ella.
Típico de la Vale.
—Nada que ver —se rió —, pero si no quieres... cagaste no más po.
—Que chantajista, hueón —dijo la Valentina, y entrecerró sus ojos.
Al final, terminamos peliando los tres en la camioneta del Pablo y con la alfombra en el techo, afirmada con unas tipo de sogas para llevar atrás a otro auto que él que tenía en la maleta.
—¡Ya! —grité —, estoy chata. Paren por fa.
Mi mejora suspiró.
—Si llegó nuestra hora de muerte por lo menos estamos juntas —me dijo ella, poniendo su mano en su pecho. Me giré hacia el asiento de atrás y le lancé un pequeño beso. Ella lo afirmó con una de sus manos y luego se la llevó al corazón. Me reí.
—Oye, Pablo —lo miré —, ¿tienes música?, que no sea reggaetón, por fa —puse mis ojos en blanco.
—Que asco de música —bufó —, o sea, ni siquiera lo considero eso.
Wuaaaa, maravilloso momento. Fue ahí cuando Andrea supo que encontró al hombre de su vida, el que había imaginado en su cerebro de adolescente descontrolada.
—¿Ah, si?, ¿qué lo consideras? —le pregunté.
—Mierda.
—No hay mejor palabra para describirlo, hueón —dijo la Vale, explotando a carcajadas.
Apuntó a la guantera que había a unos centímetros de mis piernas.
—Saca el estuche con cd's de ahí, por fa.
Asentí y abrí la pequeña puertita. Dentro habían unas revistas con unos cuerpos en pelota, un paquete de Cheetos y la cartuchera de los discos. Saqué uno de AC/DC y comenzó a sonar: Back in black.
Cada vez que escucho esta canción me siento como en esa película del pelado de Rápidos y furiosos. Donde está el tipo que era niñera o una volá así.
—Una niñera a prueba de balas —prosiguió el Pablo —, me pasa lo mismo.
—Oigan, déjense de hablar, que ya llegamos —dijo la Vale.
El Pablo apagó el motor y mi amiga se bajó primera de la camioneta, nosotros la seguimos. Bajamos la alfombra y entre los tres la metimos en la casa.
—¡Si que tenían la embarrá po, cabras! —expresó el.
—Dime algo que no sepa —le pedí.
Mi amiga se rio.
—¿Las ayudo?
Le dijimos que sí, al fin y al cabo ya estaba ahí. Amontonamos los muebles y sillones a un lado y quitamos la alfombra que estaba manchada  y colocamos la nueva.  El Pablo sonrió victorioso al finalizar.
—Hoy me levanté con lata —comentó él, pasándose las manos por el pelo —, porque pensaba que mi día iba a ser igual de aburrido que siempre... pero mírenme.
—Sí, te entiendo igual, hueón. Estás con unas minas ricas y simpáticas, también estaría saltando de un pie de felicidad —dijo la Vale y le colocó una mano en el hombro.
Sonreí con la boca cerrada.
—Ya po, que perseguida... si tampoco me estoy pelando. Encontré a la Andrea linda po y qué —se rió —, no es que fuera algo de otro mundo.
Mi cara se puso roja como tomate y por instinto me llevé las manos atrás del cuello para enfriarme.
—¿Y eso que tiene que ver? —me reí—, sé que soy linda, preciosa, pero no tiene nada que ver con lo que te dijo la Vale.
—Quiso decir que soy pelao.
Suspiró.
La verdad era que me cargaban los pelaos, really, pero que podía hacer... lo encontré simpático y buena onda con nosotras, onda, nos ayudó caleta hoy y nos ofreció ayuda, como si nos conociera de toda una vida y no de hace unas horas.
Pero por alguna razón me resultaba familiar.
—Creo que será mejor que me vaya. Se está haciendo tarde y mi mamá se va a preocupar... —dijo él.
—Chao no más —dijo mi amiga —ojalá no verte nunca.
Hizo una mueca de diversión antes de darse la vuelta y caminar hacia la salida de la casa de mi amiga, yo lo seguí. El hueón era rico, pa que mentir, pero se notaba que era más pelao que el Chupete Suazo po.
—Oye, pablo —lo llamé, cuando habíamos llegado a la reja.
—¿Dime?
—Gracias, de veras, te pasaste...
Sonrió amable. Hizo como si tuviera un gorro falso y se inclinó.
—Por usted, cualquier cosa, mi reina.
—Ya —reí —, no te pongas flaite tampoco. Además que apenas nos conocimos hace unas horas atrás—me reí.
Me mordí la mejilla interna somáticamente.
—¿Tú crees que nos volvamos a ver? —preguntó.
—De más, el mundo es tan chico.
—Toma —dijo, estirando su mano y pasándome un papelito que sacó su bolsillo.
—¿Qué es esto? —me reí.
—Se que apenas nos conocemos, pero cualquier cosa... llámame.
Me miró por última vez, antes de subirse a su camioneta. Encendió el motor y se fue.

Avíspate, por fa/ ChilensisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora