Te odié desde el primer momento

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—Hueona, ¿me estai? —me preguntó la Vale súper emocionada.
A nuestro alrededor los sapos culiaos de mi curso tomaban atención en nuestra conversación.
—¿Se les perdió algo? —les pregunté.
Todos se hicieron los lesos y bajaron la cabeza. Me cargaba que la gente hiciera eso, era como que no tenían nada más que hacer que meterse en la vida de los otros. Iugh.
—No, a parte hoy voy a ir a cenar con mi papá para conocer a la nueva polola... —seguí hablando —, y me da lata.
Ella se rio.
—No exageres, Andrea, es tu papá. Dígnate a hacer algo por él.
Le di un mordisco a la galleta que tenía en la mano. Había llevado unas tritón de Naranja y estaban terrible ricas.
—La señora va a ir con sus hijos, ¿cachaseso? —le conté —, y lo más probable es que sean pendejos chicos y que anden hueviando cada un minuto.
No era que no me gustasen los niños, al contrario, pero encontraba nada que ver que siempre que tenía polola nueva anduviese a mi alrededor y me quisiese decir hija, porque mamá yo tenía solo una, y si mi papá quería andar pelándose con todas las que encuentra a su alrededor, que no me metiera.
—¿Y qué sabes tú? —me preguntó. Levantó las cejas —imagínate que la señora sea mejor de lo que piensas y que sus hijos simpáticos.
De repente la sala quedó en silencio y solo se oían los murmullos bajos de algunos.
"Quizás llegó la profe", eso pensé.
Me giré en mi silla y pude ver al pelado del Pablo apoyado en la puerta, con los brazos cruzados, una ceja levantada y la típica sonrisa de creído de colegio en su cara. Me miraba directamente a mí y mis compañeros comenzaban a especular al verlo observándome tan intensamente.
¿Por qué mira a la Andrea?, ¿acaso están pololeando?, ¿desde cuándo el Pablo de tercero se baja a los niveles de ella?, oh, el hueón rico...
Escuchaba a las taradas de mis compañeras murmurar como si fuese un ángel, como si le tuvieran un altar construido al mino que estaban viendo. O sea, me daba curiosidad que al parecer todos lo conocían y yo con cuea le empecé a hablar por casualidad.
—Necesito hablar con Andrea Miracle, ¿es de este curso? —preguntó, hablando alto y fuerte.
Todos giraron su cabeza en mi dirección por segunda vez y la Vale me pegó una patada por debajo de la mesa. Las manos me habían empezado a temblar.
—Me haz estado mirando todo el rato, ¿para qué preguntas?, es obvio que soy de aquí —le dije.
Me levanté de mi silla y caminé en su dirección. Le agarré el brazo y lo llevé al patio del colegio, en silencio. Divisé el árbol que estaba casi al final, porque no quería que ningún sapo supiera que hablábamos y que luego inventaran cagüines estúpidos.
—No sé para qué hiciste tanto show —le reclamé.
Bajé mi vista a mis zapatos y me enfadé un poco por mis zapatos, eran más feos que la chucha, me cargaban, parecía mono con ellos. Eran más grandes que la casa del Piñera.
Me reí de mi infantil pensamiento.
—De verdad no te quiero hacer sentir incómoda, significas mucho para mí —empezó a hablar el Pablo.
No me gustaba mucho eso que decía, casi no lo conocía, y sí, estaba rico (muchísimo), pero no para que me diga que significó mucho para él, era absurdo.
—¿Para qué me llamaste, Pablo? —le pregunté, cortándolo de inmediato.
—Solo quería verte.
Cosita...
—Ya me viste —seguí —, ¿necesitas algo más?
—Andrea, por fa...
Me dio pena igual. Estaba siendo súper pesada por nada.
—Pablo, algunos están mirando para acá. Van a pensar cualquier cosa —murmuré.
Tenía que admitir que me sentí un poco incómoda. El Pablo me caía bien, pero el sentimiento era raro... como que el saber que era más conocido y popular me hizo caer en la realidad, en su realidad. Además que darme cuenta que todos lo quedaban mirando cuando pasaba, me hacía sentir extraña, fuera de lugar.
—¿Tanto te interesa? —me soltó, cambiando el tono de voz.
—No sé... —murmuré.
Suspiró y se sentó en el pasto.
—Andrea, va a sonar el timbre, ándate a tu clase mejor —dijo un poco seco.
Agarré coraje de no sé dónde y me dije a mí misma lo importante que podría ser ese momento. Quizás, no se sabe, algo podría pasar y yo me lo perdería.
—Entonces me pierdo la clase po —respondí —mira, juntémosnos detrás del quiosco en cuanto suene el timbre, ¿ya?, vamos a terminar de conversar esto.
Me levanté y me fui a mi sala. En cuanto llegué la Valentina levantó la cabeza súper agresivamente. Me sorprendió que no se haya dislocado el cuello cuando lo hizo.
—Cuéntame cada detalle, ya sabes ya —exigió.
—Hueona, cúbreme esta, porfa. Voy a juntarme con el Pablo detrás del quiosco en cuanto suene el timbre, así que no voy a estar en la clase.
—Ah, con que al frente de mí tengo a una delincuente... esto me sorprende cada vez más, nunca pensé que Andrea, la pequeña niña que es mi amiga, fuera a faltar a una clase por estar con un hueón afuera.
Se rascó la barbilla y se rio con los labios cerrados.
—Lo voy a pensar... —murmuró.
—Por fa, Vale. Te voy a hacer la tarea de matemática, te lo juro —le supliqué.
—Hecho —me guiñó el ojo.
Sonó el timbre y la miré un poco asustada. Me lanzó un beso y me pegó en el trasero.
—Mueve el culo, antes de que llegue la profe.
Le sonreí y salí corriendo en ese instante. Corrí súper rápido, tanto que la profesora de educación física quedaría sorprendida, porque siempre me saco malas notas en su ramo.
Llegué ahí y me senté en el pasto, apoyada en el quiosco. El metal en mi espalda me comenzaba a molestar, porque ya empezaba a pasar mucho rato desde que había sonado el timbre y el Pablo aún no llegaba... una sensación de desilución me invadió en ese instante.
Hueón, tenía más que claro que yo la embarraba para ser pesá, pero él también se pasaba a veces po. Aunque eso no borraba el hecho de que sentía mi estómago raro, como si estuviese vacío.
—¿Qué hace aquí, mi niñita? —preguntó la tía del aseo.
—Me dejaron plantada, tía... y eso que es la primera vez que me arriesgo a perder una clase por alguien.
—Pucha, pero no se sienta mal. Quizás no es el indicado —me acarició la mejilla y sonrió, antes de irse.
Me levanté con cansancio de allí y me sacudí el uniforme. Caminé con pereza hasta el baño de mujeres, ya que en ese momento me importó la nada misma que alguien me viera. Entré y me miré en el espejo que había allí y pude observar como mis ojos se ponían rojos y húmedos con rapidez.
—¿Qué onda, Andrea? —dije para mí misma —, tú no eres así.
—¿Entonces cómo? —murmuró una voz detrás de mí.
Y allí estaba el atontonao del Pablo, parado en la puerta del baño de mujeres y con su sonrisa engreída plasmada en el rostro.
En ese momento se me resbalaron las lágrimas que se mantuvieron en mis ojos. Nunca nadie me había visto llorar, a parte de mis papás y la Vale. Nunca antes me había demostrado tan vulnerable.
—Eres un engreído —fue lo único que le dije.
Me apoyé en el muro y caí sentada en el piso. Abracé mis rodillas y lloré. Su rostro demostraba algo como satisfacción, como si él hubiese sabido que caería como saco de papas en su trampa. Lo odié en ese momento, con todo el odio que podía sentir hacia alguien. Quería que se marchara de allí, que no me viera tan débil como en ese instante.
No entendía por qué no paraba de llorar, era como si hubiese explotado de rabia, estrés y pena. No sé si alguna vez les ha pasado que acumulan tanto los problemas, que llega un momento en donde simplemente no pueden más y explotan cual bomba... pues eso me había pasado.
Se acercó hacia mí y se sentó a mi lado. Se estiró lentamente y me abrazó.
—Te odio. Te odié desde el primer momento en que te vi y ahora te odio más —le dije.
Eso había sido una mentira, claramente. No había razonado eso que salió sin más de mi boca, solamente lo dije.
—Perdón.
Me abrazó con más fuerza aún. Lo peor de eso fue que quería alejarlo con todas mis fuerzas, pero al mismo tiempo deseaba aferrarme a él como nunca.
Detestaba lo que sentía en ese momento.

Avíspate, por fa/ ChilensisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora