Como quiera, señor Relish

298 18 5
                                    

Afirmé la mochila sobre mi hombro y me dispuse a caminar hacia la salida del colegio. Ya era Viernes y había pasado casi una semana del carrete, en donde con el Pablo las cosas se volvieron más apaciguadas. Vi al Pato apoyado en un árbol, junto a la Vale, así que me acerqué con una sonrisa.
—¡Buena po, wachita rica! —me dijo él, soltando un silbido.
Una mano se apoyó en mi hombro izquierdo, la del Pablo. Lo miré de reojo y caché que tenía el pelo desordenado, como si se hubiese recién levantado de la cama.
—¿Y vo? —le preguntó mi mejora —, ¿te venís despertando recién?
Telepatía, almas gemelas, ji.
Me reí.
—Me quedé dormido en clases —confesó.
Solté una carcajada. Su mano no se había salido de mi hombro y me transmitía temperatura, bastante aliviadora para la cagá de frío que empezaba a hacer.
—Nada que mi gorro no tape —dijo como si nada.
Esta vez si lo miré como corresponde. Sacó el gorro de su polerón escolar desde atrás y se lo puso encima de su cabecita.
Súper responsable él, yo andaba con un chalequito que era negro, pero que no tenía nada que ver con el colegio.
El parcito dinámico de mi mejora y el Pato se pusieron a ver algo en el celu de la Vale, ignorándonos por completo.
Shasam, conchetumadre, ni existíamos.
—¿Tienes hambre? —me preguntó el Pablo sonriente.
Asentí. La Valentina levantó su cabeza como si hubiese pasado algo que le gustaba, desesperada.
—¿Alguien dijo "hambre"?, porque a mí se me antojaron unos completos, hueón —nos dijo ella.
Estaba ansiosa, hasta que recordé algo que no quería recordar, por la recontumelia.
—Hueona, no puedo, yo...
Frunció el ceño.
—Nada, ignórame —seguí.
Ella asintió confundida, pero hizo lo que le pedí. Cabra wena, en serio la amaba. Siempre entendía cuando quería dejar pasar algo y cuando no, estábamos conectadas, como siamesas.
—Ya vuelvo —les informé a los chiquillos  de repente.
Al alejarme sentí el frío otra vez en mi hombro.
Abrí la carpeta de contactos en mi celular y lo llamé. Sonó unas tres veces antes de que contestara.
—¿Aló?
¿Por qué chucha todo el mundo contestaba con un "aló"?
—Hola, Nicholas —lo saludé —, ¿qué tal tu día?
Botó aire cansado. Sabía que eso se debía a que él tenía que hacerse cargo de muchas cosas a su edad y me daba lata igual po, porque tenía un peso súper fuerte encima de su espalda: la empresa de su papá.
—Chato —respondió —, solo quiero verte.
Tragué saliva. Era la primera vez que me decía eso, ¿qué weá?, ¿tanto cariño me había agarrado el hueón?
—Nico... —murmuré —lo siento, sé que teníamos que juntarnos, pero...
—No puedes —finalizó por mí.
Se oía... ¿triste?, en serio raro. Quizás se estaba enfermando y necesitaba energía.
—Me invitaron mis amigos a comer, pero te prometo que mañana nos veremos, ¿ya? —le ofrecí. Bufó —, txoá, no seai amargao, Nicholas, o te corto las bolas, chao.
Se rio. Nos despedimos y volví con los chiquillos.
Éramos pololos, sí, pero no era real, y no debía por qué preocuparme mucho de si salíamos o no de vez en cuando, o sea, tampoco iba a dar a más la relación. Yo estaba pensando seriamente en terminarla ya, porque llevábamos caleta de tiempos juntos y no me movía el piso, quería algo emocionante... pero luego pensaba en que quizás en algún momento llegaría a pasar eso, que me guste de verdad.
Aunque no sé...
—Conozco un lugar terrible bueno donde venden completos —informé —, con la Vale siempre vamos para allá.
La miré y ella levantó su pulgar diciendo: bien hecho.
El Pablo nos llevó en su camioneta. Me fui adelante con él y la Vale con el Pato atrás.
Olía rico adentro... siempre decía lo mismo.
Encendió la radio y lo primero que salió fue "Despacito"
—¡Cambia esa weá ordinaria, hueón! —le gritó mi mejora al mino a mi lado.
Este soltó una risa.
Sexy.
Sin comentarios...
Me imaginé que íbamos en una película cuando recitábamos las partes de la canción picante, onda, Hannah Montana cuando iba a la playa a cantar en el cumpleaños de Lilli. No sé por qué. La weá loca.
—Igual la andai cantando después —comenté, me volteé un poco y le tiré un beso con mi mano.
El Pato estiró su mano e hizo como si lo recibiera él. Mi mejora le pegó en el hombro.
—Puta, que erís maricón, era pa' mí po —se quejó.
Volví a mi lugar. El Pablo ya había puesto una canción de un cd de Luis Miguel. Miguelcito papacito. Empezó a tararear la canción con una sonrisa en sus labios. Se veía bien así, me alegraba que estuviera contento. Desapercibidamente le saqué una foto, o eso quise, se la iba a mostrar a mi mamá, pero como yo soy ahueoná, nada me sale bien.
—Si quieres te voy a hacer una sesión privada de fotografías —ofreció, pillándome con las manos en la masa.
Me miró intensamente por unos segundos antes de volver su vista a la pista. Se me había caído el celular de la mano y me había ruborizado.
Quería meter mi cabeza a la tierra en ese momento, hueón.
—Si po, a vo te voy a pedir eso —le dije riéndome.
Como ya dije antes, yo no sabía ni controlar a Google maps, por esa razón la Vale guió al conductor. Ah, que choro sonó. Se estacionó a un lado del local y entramos como Pedro por su casa. A la distancia vi el conocido pelo morado de la tía Paty, es broma, vi el de mi primo, y no era morado, más bien café.
Me acerqué a él y le toqué el hombro. Estaba de espaldas a mí. Se giró y prácticamente saltó a abrazarme cuando cachó quien era.
—Wena po, Tomás —lo saludé —, te traje clientela —le avisé —, para que te paguen unas luquitas más —susurré.
Me sonrió. Los dos atontonaos me miraban confundidos y la Vale saludó con la mano a mi primo. Se le iluminaron los ojos de inmediato. Yo sabía que a él le gustaba mi mejor amiga.
—¿Quiénes son ellos? —me preguntó él.
—Unos amigos.
Asintió. El Pablo me guiñó un ojo desde la mesa en la que se habían sentado por mientras.
—¿El es el pololo del que tanto habla la abuela? —me preguntó.
—¿Quién?
—Pedr... pa... Pablo creo que se llamaba —dijo.
Me atraganté con mi saliva, ¿esa vieja pesá y pervertida le dijo eso al pobre Tomás?, chiquito... le confunden la mente.
—Somos solo amigos —aclaré. Silencio incómodo —, mira, mejor ve a pedirnos la orden, ¿ya? —asintió.
Me fui con todos y me senté en medio de la Valentina y el Pablo. Estábamos en una mesa a lo largo. Mi primo llegó y pedimos completos italianos con bebidas. Obvi yo una Kem, la más rica de todas las gaseosas posibles del UNIVERSO.
Luego de eso se me ocurrió una idea.
Saqué de mi bolsillo mi celu y el Pablo al darse cuenta se concentró en tapar su cara de mi cámara. Tenía intención de que esa vez saliera bien, pero pico, nunca nada me iba a salir como yo quería. Iba a subir una historia a Instagram de él por primera vez y no me parecía una gran idea que haya sido en ese lugar, pero como las redes sociales manejan el mundo, sería como si relajara las aguas entre nosotros si hacía algo tan simple como eso. Pensé en que poner hasta que escribí:

Avíspate, por fa/ ChilensisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora