Mi vida era un caos

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Me despedí de la doctora tratando de sonreírle lo que más podía, porque aún sentía el corazón apretado con lo que había pasado días atrás.
Lo que igual me complicaba era que las clases empezaban el Miércoles siguiente y yo tenía que estar descansando, o sea, me perdía los días que quedaban no más, porque tenía que ir el Lunes que venía, me daba lata tener que pasar a curso nuevo (me había ido al biólogo obvi) y no ir los primeros días. Onda, quizás nos tocaba profe pesao y está claro que me dejaría al final de todos los puestos.
Que pajaaaa.
Mi papá tomó mis bolsos y se adelantó a dejarlos al auto. Aún no me gustaba verlo ahí, pero me las tenía que tragar no más po.
Mis abuelos me agarraron los brazos con cuidado, porque uno estaba enyesado y se fueron al lado de la silla de ruedas en la que tenía que salir.
Al llegar a la casa resoplé cansada. Dejaron los bolsos al lado de mi cama y les pedí a todos estar un ratito sola en mi pieza mientras ellos se ponían a hacer el almuerzo. Se supone que iban a ir más familiares a verme, pero no sabía si iban a comer con nosotros o no, así que igual quería estar sin nadie, antes de que el griterío de los demás llegase.
Iba a dirigirme al baño cuando crucé por el espejo que tenía en la pieza y me quedé mirando sin creer en lo que veía. Me toqué la cabeza y mi labio tiritó.
Me arrodillé en el suelo sin dejar de mirarme y me salió un sollozo de lo más profundo de la garganta. Tenía el pelo cortísimo, y eso era porque me tuvieron que rapar una parte grande la la cabeza para operarme y yo no quería tener una gran diferencia entre el largo en mi cabeza, parecería tabla de ajedrez y yo era una weá de nivel avanzado. Me lo cortaron asi como lo tuvo la Emma Watson, pero no así de lindo, porque hueón, yo no era esa mujer perfecta y tampoco iba al estilista Caro de Hollywood, me lo cortaron en la clínica misma.
No dejé de tocarme la cabeza en ningún momento y las lagrimas tampoco quisieron irse de mis ojos cuando empezaron a salir.
Así es, estaba en medio de mi pieza, mirándome al espejo, con el pelo tan corto que no podía dejar de tocármelo y llorando a moco suelto.
Fue una escena lamentable.
En medio de mi terrible lloriqueo la puerta se abrió de golpe y mi pololo apareció ahí, afirmando la manilla y sin dejar de tiritar. Medio titubeante se acercó a mí, cerrando detrás de él y yo no sabía qué decirle. Lo habían metido a la cárcel, no me fue a ver a la clínica y a pesar de eso estaba viéndome llorar otra vez.
Siempre estaba cuando me daban esas crisis, no cachaba si era coincidencia o qué mierda.
Se arrodilló igual que yo y me miró a los ojos fijamente. Tenía las mejillas rojas y respiraba pesadamente, también estaba medio transpirado.
Había corrido una maratón el shushetumare lol.
—Me fui a la cárcel por dos semanas, no fui a juicio ni algo parecido porque no cometí ningún delito —aclaró —. Cuando tú... —tragó saliva. Las manos le tiritaban en su regazo —cuando tuviste el accidente sentí que me moría y no pude razonar, Andrea, sentí que mi mundo se destruía, que...
Una lágrima silenciosa salió de mis ojos, pero no le dije nada, deje que hablase. Lo malo era que hablaba rápido, siempre le pasaba eso cuando estaba nervioso.
—Sentí que no podía respirar —siguió —. Me acuerdo que corrí como pude hasta donde estabas y empecé a gritar por ayuda a todo el mundo, ¡a todos!... pero nadie hacía nada...
La voz le empezó a vacilar.
—El tipo que hizo eso, que te... atropelló... se iba a ir y... —nunca lo había visto tan mal. Le agarré la mano que pude, igual que como hice ese día con su abuelo hospitalizado —te iba a dejar ahí. Te juro que vi todo rojo, y de un momento a otro estaba encima de él y pegándole demasiado fuerte. Le grité a los paramédicos y a los pacos que llegaron después... me llevaron en el auto culiao feo que tienen y me dejaron encerrado con delincuentes de verdad.
—Pablo...
Me dio un beso en mi mano libre. Me di cuenta de que yo no había dejado de llorar en todo el rato.
Mi vida era un caos.
—No tuve el valor de ir a verte, yo...yo tuve tanto miedo... —botó aire — lo siento, en serio... pero no sé cómo explicar muy bien lo que sentí...
—No tienes que presionarte a decirlo.
No podía decir más, yo quería que me dijera, pero igual no podía obligarlo a nada, porque quizás nuestra relación iba a quedar ahí no más. Nada se sabía.
—Perdóname, Andrea, por favor... —pidió. Se inclinó y apoyó su frente en mi hombro. Pude sentir su respiración en mi pecho —no quiero perderte, no quiero que me dejes... por favor...
¿Qué se supone que tenía que contestar?, me estaba suplicando que no lo dejase.
—No tuve el valor para ver si estabas bien, tenía tanto miedo de verte acostada en una cama inmóvil por mi culpa, por no saber protegerte... —susurró —por favor...
¡No había sido su culpa!
Entonces, luego de todo ese parloteo, entendí por qué mi pololo había actuado de esa forma tonta todo ese tiempo que estuve en la clínica. Estuvo aterrado y ahí en mi pieza seguía estándolo, porque le tiritaba el cuerpo entero y no hacía más que tratar de tocarme cómo podía, aunque fuese levemente. Lo conocía.
—No es culpa tuya, Pablo —le aclaré. Levantó la vista y pensé "está muy cerca" —, no erís culpable de nada en absoluto.

Avíspate, por fa/ ChilensisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora