Pololiemos

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—Yo a su edad ya estaba casado —empezó a hablar mi tata, poniéndole un montón de palta a su pan.
Siempre decía esas cosas, obvi estaba viejo y tenía otra mentalidad, pero tenía que entender que yo también pensaba diferente y que estaba en otra época más actualizada. O sea, dah.
—Ya, ¿y? —dije —, yo no pienso hacerlo, soy muy joven.
—Ay, amor, no sea molestoso con los niños —lo retó mi aweli —. Ahora los cabros son distintos a nuestros tiempos.
Le eché una ojeada al Pablo y se veía como guagua comiendo dulce, no por lo sucio, por lo feliz.
—¿Está rico? —le pregunté, en tono bajito.
Me sonrió y con palta y todo en la boca me dio un piquito, luego de eso asintió. Empecé a entrar en pánico y no pude mirar a mi familia por unos segundos. Ellos sabían que estábamos en algo, pero nunca lo habíamos demostrado frente a ellos y no sé por qué me dio cosa.
—Gracias tía por la once, está súper rico todo —le dijo él a mi mamá.
Incluso yo lo estoy, ah.
—No se preocupe, Pablito —le respondió ella, súper amable —, tú sabes que puedes venir cuando quieras, que esta es tu casa.
Yiaaaa.
Tomé aire y me tranquilicé. No había pasado nada malo, al contrario, solo había sido una muestra de cariño frente a mi familia, nada más. Así que levanté la mirada y nadie me estaba pescando a mí, eso fue bueno.
—¿Cómo va el colegio? —nos preguntó mi abue.
—Bien —respondí —, aunque los hueones más grandes de cuarto —mi mamá me pegó una patada debajo de la mesa —, perdón, los minos de cuarto —me corregí —molestan a mi compañera la Maca. Yo la he defendido hartas veces, pero ella tiene que hablar con alguien superior...
—¿Siguen molestándola? —preguntó el Pablo, asombrado.
—Oh, que son malos —dijo mi mamá —. Voy a tener que ir a hablar con la directora.
—Sí, le botan las cosas al piso, la empujan y todo eso. Cansa el tener que ir a donde ellos para que la dejen sola, porque la pobre Maca no tiene ni personalidad y no queda otra opción. Me da miedo que le hagan algo peor...
El Pablo negó con su cabeza, con rostro en desacuerdo. Puso su mano encima de la mía y me hizo cariñito.
—Déjamelo a mí —dictaminó él—. No puedes hacerte cargo tú de eso. Los carros se los paro yo.
Miró a mi mamá súper decidido también y le dijo:
—Tía, déjenmelo a mí. Si no se cabrean con la compañera usted va a hablar con la directora, ¿ya?
Súper Pablo, el superhéroe de Chile. Pídelo ya.
Mi abuelo se empezó a reír fuertemente y asintió con la cabeza. Apuntó al mino a mi lado, sonriendo.
—Así se hace, mijito —fue lo único que le dijo.
La once pasó sin más inconvenientes y el Pablo se quedó harto rato más acostado abrazándome luego de comer. Habíamos prendido la tele y nos quedamos viéndola mientras estábamos así, acurrucados en mi pieza.
Nunca hice ese tipo de cosas con el Nicholas, con suerte salíamos un par de veces y eso, porque a mí no me daban ganas ni de verlo a veces. De hecho, luego de lo que sucedió en la casa de mi papá, no había vuelto a ir, ni había visto a ninguna de esas personas que lo rodeaban. Me hacía más feliz no hacerlo, al fin y al cabo, me bastaba con que mi papá estuviera bien lejitos de mis alegrías, porque o si no las amargaba.
—No me quiero ir —murmuró el Pablo, medio dormido. Tenía sentido, ya era bastante tarde, pasado de las once de la noche —, estoy tan calentito aquí...
Me reí.
—Te pueden retar —le dije, también somnolienta.
—Sí, pero no quiero llegar a mi casa y encontrarme con los fomes de mis papás.
Apoyé mi cabeza en la suya y cerré los ojos, respirando tranquilamente.
El Pablo ya se había quedado un par de veces en mi casa, aunque siempre le ponían un pero. Mi mamá le ponía el sillón cama que teníamos y listo, no se hacía problema en comparación a sus viejos.
Lo peor era que estábamos ahí cómodos y muertos de sueño, ¡peor que curao!
No sé en qué momento nos quedamos dormidos, solo sé que me desperté en medio de la noche porque escuché la voz del Pablo hablando desde el cuarto del baño. Al principio pensé que me habían entrado a robar (no sé por qué), pero luego me calmé cuando lo reconocí. Cuando me desperté tenía una manta encima y supuse que mi mamá nos la había dejado (me permitía cerrar la puerta excepto de noche, porque decía que si se ponía a terremotear y nosotros estábamos encerrados durmiendo no habría escape y nos moriríamos).
Me rasqué los ojos antes de bajarme del colchón y sentir la baldosa fría en mis pies. Caminé hasta el baño y toqué la puerta antes de pasar. El Pablo abrió al toque y me señaló su celular con la mano que no sostenía nada.
—Mi papá —dijo rápido, tapando el micrófono del teléfono.
Asentí. Me devolví a la pieza y me quedé con las calzas del colegio y una polera de pijama que había sacado de mi mueble. El Pablo volvió dentro de poco con cara de poto.
—¿Qué te dijo? —le pregunté a penas lo vi.
—Me retó porque no le había avisado nada, pero igual no es mi culpa po, me quedé dormido y cagó no más. Me vuelvo en la mañana, ¿te molesta?
—Obvio que no.
Me miró con la polera del pijama y me sonrió.
—Ah, ahora que me acuerdo, una vez dejaste una camiseta aquí porque se te había manchado con algo y mi mamá la lavó —le recordé.
—¡Verdad!, ¿me la podrías pasar?, la del colegio es súper incómoda.
Busqué por donde tenía mis poleras y la encontré debajo de un suéter de lana, nada que ver de donde yo recordaba que la había dejado po. Se cambió ahí mismo y se quedó con la ropa interior. Pasé una mirada por mi pieza y no encontré el sillón cama. Preferí no tomarle importancia y nos volvimos a quedar abrazados. Al fin y al cabo, no estaba mal hacerlo tampoco.
¿Cierto Dios mío?
—Oye —me llamó el Pablo.
Levanté la cabeza y lo vi, con sus ojitos cerrados.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
Extendió los párpados y me observó tranquilamente.
—Llevamos como cuatro meses a este ritmo y no avanzamos nada —hablaba en voz baja —, mira como estamos ahora... no haces esto con un amigo —agregó un "bueno, depende de la situación" —, ¿por qué no pololeamos de una vez?
El corazón me palpitó igual a como siempre hacía cuando estaba en una situación como esa con él.
—No sé qué decirte —confesé.
—¿Querís pololear conmigo, Andrea?, ¿o no? —me preguntó, poniéndome el pelo detrás de la oreja.
Tenía el pelo largo y me molestaba siempre encima de la cara.
—Bueno —acepté —. Pololiemos.
¿Qué más le iba a responder si luego de casi un año admitiría que había caído como pollo por el Pablo?



Nota de la autora:
Holiiiii, ¿cómo están?🖤

¿Qué piensan de como va avanzando la trama?, está chidorris según yo, aunque no sé:(...

El próximo capítulo irá dedicado a la primera persona que comente este. Un beso, cuídense.

Se despide, yopi.

(Recuerden seguirme en Instagram babies)

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Avíspate, por fa/ ChilensisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora