Epílogo

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Cinco años más tarde...

—¡Andrea, pon la mesa! —gritó mi mamá desde la cocina —, ¡van a llegar ya!
Rodeé los ojos y dejé los cuadernos sobre el escritorio que me había regalado mi papá cuando entré a la universidad. Recibí un mensaje a penas me levanté.

Pepa:
¡Vamos saliendo recién, pero llegamos en poco!
13:27 pm √√

Yo:
Las esperamos. Cachai que mi mamá está terrible emocionada jajaja.
13:27 pm √√

Guardé mi celular en mi bolsillo y me fui a poner la mesa como me había pedido mi mamita.
—¿Estás nerviosa? —me preguntó ella, cuando entré a la cocina por los cubiertos —, no puedo estar más feliz por ti, bebita mía...
—Gracias, mamá...
Me metí al cajón de los cubiertos y saqué los necesarios. Iba a estar la casa llena en pocos minutos.
Tocaron entonces el timbre y mi abuela dijo, no sé desde donde, que iba a abrir, así que yo proseguí no más po. Supe que había llegado mi viejo con su familia, porque escuché las voces. También la pareja de mi mamá, que seguía siendo el mismo que la sacó del agujero de mi papá, había llegado hace rato y oí cómo lo saludaban en el living.
Me llevé el cubierto al comedor y me puse a colocarlo en las posiciones que correspondían sobre el mantel. Habíamos puesto una mesa pequeña para los niños a un costado y por supuesto también agregué ahí unas cucharas.
—Hola, ratona —escuché la voz del Nicholas cuando entró al comedor.
No pude evitar alegrarme por escucharlo, por eso le sonreí y nos abrazamos como saludo, porque nuestra relación incómoda se había reparado hace harto tiempo atrás y nos habíamos vuelto grandes amigos, o bueno, algo así. Él necesitó soporte sentimental y al igual que yo, así que cooperamos mutuamente para nuestros bienestares. Luego llegó la Emily, la Meredith y mi papá, quienes me ayudaron a colocar las cosas de la mesa. La Emily estaba súper grande y llevaba los ojos pintados de verde.
—Usé las pinturas que me regalaste para mi cumpleaños —me contó, mostrándome sus párpados —. Mi papá dijo que me veo como una princesa —le decía papá a mi viejo.
—¿Si? —le pregunté —, yo también pienso eso. Quizás eres una princesa encubierta.
Su mamá la tomó en brazos y se la llevó a jugar con mi hermano chico, que igual había crecido bastante. El timbre volvió a sonar.
—Voy yo —le avisé a los presentes.
Me encaminé hacia la puerta y mis amigos estaban al otro lado. El Pato me entregó unas flores (tierno el hueón) y por sorpresa llevaron a mi primo el Thomas con ellos. Se habían vuelto mejores amigos la pepa y él, igual siempre les tirábamos onda a los hueones.
—Pasen, chiquillos, pasen —los invité, sonriéndoles.
—¿Va a venir el Benja? —me preguntó mi mejora, cuando entró, suspirando.
Les cuento la situación... mis dos amigos duraron un tiempo más después de salir de cuarto, pero siempre discutían, así que decidieron terminar a las buenas. Había pasado mucho más de tres años, pero igual era un poco incómodo para ellos. Habían asumido que iban a seguir viéndose gracias a que los tres siempre fuimos amigos y que debíamos juntarnos, por lo menos por mí.
Decían que yo les iba a sacar la chucha si me dejaban abandonada por su relación. No sé de dónde sacaron la idea, jiji.
—Sí, pero está en la pega, así que va a llegar tarde —respondí —, ¿querís verlo?
—No —negó al tiro —, solo quería saber si va a venir, dijo que va a traer algo.
—Quizás un postre —dije.
—Sí, quizás.
Se saludaron todos y se pusieron a conversar piola. Yo fui a mi pieza a ordenar antes de ponerme a compartir y cuando amontoné los cuadernos pasé a botar al piso algo. Me agaché a recogerlo y exhalé, con nostalgia. Era la pulsera que le había regalado al Pablo años atrás. No me la había puesto hace rato, posiblemente seis meses, no recuerdo cuánto específicamente.Me la coloqué sin pensarlo y seguí ordenando el desorden que tenía. Me cambié de ropa y me puse un vestido bien lindo que me había comprado, porque estaba terrible indecente antes. Luego cerré con seguro, porque mi hermanito se metía a mi habitación a veces sin que se dieran cuenta y no me gustaba para nada.
Cuando llegué al living me sorprendí de ver pasar corriendo al Rodrigo y a la Isabella adelante de la Emily, los tres jugando. Busqué con mi mirada y me encontré con el rostro de sus padres. Los había visto hace poco, pero no la habían pasado del todo bien, debido a que el señor Adrián, el abuelo, había fallecido. La verdad es que me entristeció bastante, lloré por él, pero no tanto, porque una vez me dijo que si él estiraba la pata tenía que hacerlo en paz y lo lo haría con llanto. Le había jurado que lo dejaría en paz como él quería.
—Hola... —los saludé, acercándome a ellos —¿y ustedes qué hacen en este lugar?, que sorpresa.
—Tu madre nos invitó —respondió la tía —, ¿cómo estás?, escuché que te robaron.
—Sí, la bicicleta, pero ya pasaron como dos semanas. Pronto me compraré otra, no hay que preocuparse por esas cosas.
Nos acercamos al círculo y algunos de mis amigos se metieron a la conversación. Estuvimos ahí batiendo la lengua hasta que nos llamaron a almorzar. Mi mamá y el Gorge habían hecho carne de buey, arroz a la manera de ella (que le quedaba más rico que el Martín Carcamo) y algunas ensaladas. Eran todos unos chefs según yo.
Me puse de pie en medio del murmullo y levanté mi copa, sintiéndome entre nerviosa y contenta por mí misma.
—Este día los reunimos a todos ustedes con un motivo específico —dije, con mi voz alzada —. Antes que todo quiero agradecerles por el apoyo que he tenido a lo largo de los años, ese cariño que solo ustedes han sabido entregarme —miré a mi mamá y a mis abuelos cuando musité eso. Habían guardado silencio y me prestaron atención —. He hecho algunas prácticas en hospitales y en clínicas desde el año pasado, aún cuando me falta estudiar la especialización y bueno, quería reunirlos para contarles de mi logro y poder tener su apoyo... me otorgaron la oportunidad de poder participar en un proyecto nuevo en el país gracias a mis notas —el Nicholas silbó y me guiñó el ojo —. Todo esto ha sido gracias a todos ustedes y la perseverancia que tienen conmigo... así que brindo por eso y por el éxito... salud.
Déjenme decirles lo que me llevó a eso.
Luego de que el Pablo se fuera de Chile yo no caí en depresión ni nada por el estilo, o sea, sí, estuve triste los primeros días y sufría en secreto, aunque el Nicholas fue el que me apoyó 24/7, sorpresivamente la soledad que sentía sin mi pololo se camufló, por así decirlo, en nada más y nada menos que el estudio, fue como mi herramienta para desconectarme y poder enfocarme. En ese momento, parada frente a todos y levantando mi copa, era una estudiante de cuarto año de medicina y considerada una prodigio para la universidad. Loco, ¿no?, me convertí en el ejemplo perfecto a seguir que querían los padres. Dejé de salir en exceso cuando entré a cuarto medio y estudié obsesivamente, incluso había veces en las que no dormía en días, porque a penas ponía mi mente en él me comenzaba a hundir en la pena, y era lo que menos ansiaba hacer. La mayoría de mi tiempo de entretención la pasaba con la pepa y con la Vale, sin mencionar al Nico, sino estaban leía cualquier tipo de información o libro que fuese de mi gusto. Me comencé a tranquilizar un poco cuando el tiempo pasó y me empecé a acostumbrar a la idea de que el Pablo y yo conversáramos por cámara dos o tres veces a la semana y aunque siempre volvía para las navidades, me había obligado a mí misma a nunca ir a dejarlo al aeropuerto, porque me costaba mucho verlo irse y me lastimaba a mí misma. Se podría decir que seguimos como pareja, pero con una relación a distancia, ya que cuando él volvía a nuestro país nos juntábamos como solíamos hacerlo en el pasado y disfrutábamos cada momento, pero OJO, eso no significaba que me hacía sufrir menos. Por ello, como decía, el estudio fue mi escape, me enfoqué en lo que me gustaba, la biología y el cuerpo humano y seguí adelante con mi vida. Incluso nos compramos camionetas a la par con mi mejora cuando pasamos el primer año cada una en su carrera, fue bacán. Aclaro que no dejé de amar al Pablo ni un momento, ni uno solo, pero me escondí en algo que, pese a que me volviera un poco obsesiva, me hizo crecer profesionalmente. Él me dijo que nunca me engañó allá en Estados Unidos, que se enfocó en estudiar para volver, que sólo pensó en mí y que quería volver a mi lado a penas terminase todo lo que tenía que hacer allí, aunque no sabía cuándo específicamente. Tampoco lo presioné, nunca le dije "devuélvete y ven, porque te extraño", era muy egoísta a mi parecer.
Todos levantaron sus copas a penas terminé de hablar y tomamos de nuestros líquidos.
Me senté y me puse a comer. Cuando llevaba más o menos la mitad del plato recibí otro mensaje, pero del Benja, que venía atrasado como conté antes.

Avíspate, por fa/ ChilensisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora