Me corrompes

271 10 0
                                    

Narra Pablo:

Agarré a la Andrea de la mano y una electricidad de la que ya me venía acostumbrando desde hace tiempo me recorrió todo el cuerpo.
—Tengo que admitir que te ves más rico que el Martin Carcamo —me dijo ella, mientras yo tocaba el tiemble de mi propia casa.
Me reí. Siempre salía con esos comentarios, sobre todo porque amaba al Carcamo, siempre decía que estaba tan bueno como el salame.
—Tú te ves más linda que el mundo entero —respondí, sin vacilar. Cachaba que aunque se hiciera la lesa, le gustaba que yo le dijera esas cosas, o sea, ya la conocía más —, siempre —agregué.
Me apretó la mano involuntariamente mientras me sonreía. Para mí era la sonrisa más bella que había visto en mi vida, o sea, hueón, ¿tan mal estaba por ese pequeño ser?, que me volvía loco con solo pensar en ella o en el momento de tocarla... Dios... era inexplicable lo que sentía.
La puerta se abrió y mi abuelo estaba parado ahí, vestido de terno. Di un paso adelante y lo abracé con fuerza, porque desde ese día en el que le dio el paro cardíaco, me volví más apegado a él que nunca, como que trataba de aprovechar cada momento a su lado. Mi polola lo saludó tímida. No entendía por qué se ponía así a veces, yo creo que mi familia la intimidaba un poco.
—Pasen —nos invitó el viejito.
Mis hermanos chicos se acercaron a mí corriendo, me di cuenta que iban a hacerlo cuando escuché sus gritos a lo lejos y cuando se lanzaron a mis piernas, envolviéndolas con sus bracitos. El Rodrigo miró a la Andrea y se le iluminaron los ojos.
Ese cabro chico una vez fue a mi pieza, hace tiempo ya, y me dijo que tenía que casarme con ella o él lo iba a hacer cuando creciera. Fue muy impactante para mí. En verdad.
—Hola, chiquillos —escuché la voz de la Andrea. La vi inclinarse un poco y darle a ambos un beso en la frente —, ¿qué estaban comiendo? —preguntó ante algo que dijo la Isabella —, ¡que rico!
Me encantaba, y aunque mis papás no lo admitieran frente a ella, sabía que ambos también la querían un montón, solo que no eran tan extrovertidos como la familia de mi polola.
Polola... que lindo decir eso.
La fiesta pasó piola, y no voy a entrar en detalles porque que lata. Solo diré que fue de esas fiestas en las que todos visten elegantes, que se bebe champán y que se dan buenos deseos y regalos choros. Para mí, mi único regalo especial fue la Andrea y el que hecho de que haya ido a mi cumpleaños. Eso me bastaba para ser feliz.
La mamá de la Andrea me había dicho que nos íbamos a ver el día siguiente porque la celebración había terminado tan tarde que debían quedarse la mayoría de los invitados. Yo ya le había avisado de que iba a ser así y la verdad igual me fue difícil convencerla, aunque no me crean, porque no era solo yo el que estaba ahí, había gente desconocida para ella, así que igual la entendí. Éramos pocos al final de la celebración, solo estaban los más cercanos a nosotros, así que aprovechamos la situación con mi pololinda y nos pusimos ropa cómoda, para recostarnos un rato en el sofá, mientras los demás, los más viejos, estaban tomando copete en el patio. Le había prestado uno de mis polerones, porque según ella, olían rico. A mí no me molestaba que los usara, al contrario, por eso se los pasaba siempre que me los pedía.
Mis primos igual conversaron con nosotros harto rato, pero después se fueron a jugar play en la pieza donde estaba la consola, porque yo les había dicho que nos dejaran solos a la Andrea y a mí.
—Mírame —me pidió ella, abrazándome mientras estábamos apretaditos para caer en el sofá, y alzando la cabeza un poco para verme. Le hice caso y la miré. Era tan linda, era incomparable hasta con el sol, bellísima —, ¿te das cuenta de cómo me corrompes? —me preguntó, riéndose.
Txoá. Eso me pilló por sorpresa, así que me reí.
—¿Yo?, tú eres la que me corrompe —respondí, recordando momentos —. Yo que sepa, tenia bien claro el hecho de que por ejemplo, eso de comernos no iba a suceder más —dije, mencionando el momento en el que íbamos a hacer el trabajo de literatura en su casa (por cierto, nos fue bien, ¿se los dijo la Andrea?) el día de nuestra primera interacción romántica.
Abrió la boca como forma de "o" y le di un beso así mismo, se puso a reír, también levantó las cejas, fingiendo indignación.
Me alegraba el hecho de que, por más cosas que hayamos pasado, ella estaba ahí, conmigo, no con su ex, no dejándome solo ni ilusionándome. No entendía cómo había pasado eso, ¿tan volao me volví que no vi sus gustos hacia mí?, sí antes de todo ese drama yo era un mata pasiones y cachaba cuando alguien me tenía ganas, ah. No, pero, igual era pelado, hay que admitirlo. Por eso no entendía cómo no me había dado cuenta.
—No se nota que lo tenías claro —me dijo, sin dejar de soltar pequeñas carcajadas —, porque si no hubiese sido por tu constante insistencia quizás no me hubiera enamorado de ti —confesó, como si nada.
Me quedé en shock. No sabía qué decir, por primera vez desde que la conocí, me había quedado sin palabras en absoluto.
¿Se había enamorado de mí?, si igual llevábamos poco pololeando. O sea, sí, andamos harto tiempo como amigos con ventaja (aunque parecíamos pareja ya en ese instante), pero enamorarse es algo fuerte, mucho más cuando me rechazó desde siempre. Tengo que ser sincero y decir que aunque estuve confuso unos segundos allí en el sofá, mi cerebro hizo como "click" y logró entender un poco la situación.
Quizás se le había salido, quizás se equivocó.
—¿Dije algo malo? —preguntó ella, tocándome las mejillas.
Entonces me puse rojo, tenía calor y sus manos tocando mis mejillas fueron aún peor, pero no quería sacarlas, porque me fascinaba su toque.
—A mí me gustas desde como octavo —le conté, aunque la Andrea ya sabía que había sido mi ap antes —. De hecho, aunque no me creas, pensé, cuando era pendejo, que, al ser pelado o popular, iba a llamar tu atención —decidí contarle eso —. Así empecé a pelarme, aunque sabes que ya no lo hago —aclaré antes se cagarla —, que eres la única para mí.
Era absoluta verdad. Sé que quizás es súper perseguido, pero en serio ella me gustó siempre. Quizás me comí con la mayoría de las minas de mi nivel o con otras del colegio, pero, solo era un perkin que ganó reputación por querer la atención de alguien que ni me pescaba y menos me conocía.
—¿En serio? —preguntó, poniéndose igual de roja que yo.
Asentí con la cabeza.
Agradecía que no estuviera nadie ahí, porque sí me escuchaban decir eso me agarrarían de las mechas y me dirían lo mamón que soy. Aunque digamos que tampoco me hubiese dado cuenta, porque con tanto nerviosismo no me acordé ni de que la tele estaba prendida.
—Pablo tonto... —murmuró, escondiendo la cara en mi pecho.
No sé cuándo ni cómo nos quedamos dormidos, pero creo que fue casi al mismo tiempo. He de decir que, por mi lado, me bastaba sentirla junto a mí para saber que estaba seguro y tranquilo para poder dormir.
Sentí una sacudida en uno de mis hombros y me desperté de golpe. Mi mamá estaba mirándome, bueno, mirándonos, con una expresión que no había visto nunca. Yo tenía el cuerpo caliente y estaba con la Andrea rodeándome el cuerpo como si me fuese a romper.
—Pablo, vayan a acostarse —me dijo, susurrando —. Les va a doler el cuerpo ahí.
Le dije que ya y se fue creo que al comedor, ni me acuerdo. Con lo dormido que estaba...
—Andrea —le empecé a susurrar, tratando de despertarla. Me tenía abrazado como koala y no quería despertarse, porque murmuró que me dejara y que quería dormir —. Andrea, vamos.
No me pescó y escondió más la cara. Siempre hacía eso, su mamá me contaba que llegaban tarde hartas veces al colegio por su culpa.
Ni me pregunten cómo lo hice, pero logré pasar por encima de su cuerpo, sin despertarla y pararme frente al sofá. Ella se acomodó más y se tapó en exceso, incluida la cabeza. Yo me fui a lavar la cara al baño de visitas y cuando llegué de vuelta, la Andrea seguía igual. Entonces decidí algo. Le pasé una mano por debajo de las piernas y otra por la cabeza, con la frazada encima, y la levanté como princesa, porque era mi princesita.
Hueón, ya. Terrible cursi, peor que el oso cariñoso.
La perla ni se inmutó, mucho menos cuando subí las escaleras y me moví un poco harto para intentar abrir la puerta de mi pieza. Prendí la luz también como pude, con el codo fue, y la recosté en la cama que había a un lado de la mía; mi mamá la había preparado, porque dijo que la Andrea no caía en otro lado y no pensaba dejarla con gente que ella no conocía, que era peligroso.
Era demasiado afortunado, ¿cierto?
—¿Por qué me miras tanto? —me preguntó, picá a chora, pero con sueño luego de unos minutos después de que la haya despertado—. Mino loco.
Me reí. Era tan excéntrica hasta media inconsciente.
—Admiro tu belleza no más —le dije, sonriendo.
Levantó los brazos y los dejó así, extendidos. Me dijo que la abrazara, por eso me incliné hacia ella, pero cometí un error, bueno, para nada fue un error, fue lindo. Me tiró desde la tela de mi polerón y me caí, casi la aplasto, pero logré afirmarme, una mano en mi colchón y otra en el que ella estaba. Sentí la adrenalina pura y ella solo se rio.
—Andrea —me quejé —, casi te aplasto.
Seguía riéndose. Parecía curá, ni me imaginaba lo que haría cuando empezara a tomar, sería terrible.
—Eres tan bonito —susurró, abrazándome.
No sabía por qué estaba tan cariñosa, pero tampoco me iba a quejar. Se lo iba a decir, pero de una forma que no sonara como si la quisiera alejar, porque por mí, la apapacharía siempre.
—Estás tan tierna —le dije, acomodándome para no quedar incómodo.
Me apoyé con los brazos a los lados de su cabeza mientras ella me abrazaba. Nos quedamos mirando uno al otro. Me dio risa que tenía los ojos entrecerrados y una media marca de baba alrededor de su boca, sin mencionar que se veía más pal loli que la señora de los gatos, aunque para otros, porque para mí seguía luciendo maravillosa.
—No soy tierna —se defendió, sonriendo ladinamente —. Solo...
—¿Solo?... —la interrumpí.
—Nada en específico —respondió, sin dejar de sonreír —, solo estoy contenta, con más sueño que hueón mateo, pero contenta.
Me alegraba escuchar eso. Cuando estaba con su ex, el Nicholas, había veces en que la veía desanimada, cuando por ejemplo, queríamos salir con nuestros amigos, pero ella tenía que juntarse con él. Siempre supe que algo no iba bien en esa relación, digo, puede que no se lo haya nombrado cuando me contó todo, pero no me daba buena espina ese mino. Por eso seguí "insistiendo" como dice ella, porque sí me hubiese dado cuenta de que la cosa iba a seguir por harto y bien, no hubiera hecho nada fuera de lugar.
Después de que me haya dicho eso le di un beso y fue tan... no sé cómo decirlo... fue de ensueño, igual que cada vez que nos besábamos. Eran los labios más suaves y adictivos del mundo, solo pensar en besarla me provocaban escalofríos.
Me gustaba mucho...
Yo trataba de no ser tan valsuo, onda, intentar que mis propias experiencias anteriores no afectasen las nuevas de ella, que las cosas no vayan con prisa, que todo esté a su ritmo. Aunque a veces se me olvidaba que era más inexperta, más chica y más inocente que yo, y me daba cosa que la Andrea se sintiera forzada a algo cuando no era así, tal y como la vez en su casa cuando quería ir a más en su pieza. Yo ya la venía conociendo y sabía que para esas cosas ella necesita tiempo. A mí me bastaba con saberlo para respetarla y ayudarla.
Le pasé el brazo por la cintura y la acerqué a mi pelvis. Mi cuerpo actuaba solo, no es que tuviese intensiones de algo... eeeh, ya saben. No pasó mucho cuando la puerta se abrió y sentí un "lo siento, lo siento" antes de que se volviese a cerrar.
La Andrea me miró con los ojos súper abiertos al parar y nos pusimos de pie al toque. Se había puesto nerviosa, lo sé porque empezó a mover los dedos de sus manos y a jugar con ellos al borde de su cadera. Le di un beso en la cíen antes de abrir la puerta y encontrarme con mi mamá, caminando de vuelta a no tengo claro dónde.
—Mamá —la llamé, tratando de no elevar mucho la voz, aunque estaba casi todo el piso inferior con luces y ruido.
Menos mal que había poca luminosidad en el pasillo, porque me había dado vergüenza que justo ella nos viera. Obvio po, si es mi mamá.
—Pablito —habló, tosiendo luego de ello. Se me acercó con pasos largos y se acomodó el cabello al estar al frente de mí —. Para la próxima cierra con llave la puerta —me dijo, con el ceño fruncido —, y no seas tan descuidado, no quiero cabros chicos corriendo cuando a penas cumpliste 18, Pablo. Sería bastante irresponsable de tu parte, tienes que estudiar, crecer...
Escuché a mi polola reírse dentro de la pieza.
—Mamá, no va a pasar... —le aclaré, interrumpiéndola y haciendo énfasis en el no —aunque siento incomodarte.
Sonrió un poco.
—¿Venias por algo en específico? —le pregunté, porque ella se había quedado en silencio.
—Sí —respondió —, quería ver si seguías despierto para algo que me acaba de ofrecer tu papá, aunque veo que están bien despiertos...
—Mamá...
Se empezó a reír. Miré de reojo a la Andrea y me di cuenta de que había desaparecido. Un golpe estruendoso retumbó en el baño y me imaginé que ella había chocado con algo.
—Bueno, mejor mañana te cuento —siguió hablando —, pero mándame el número de la mamá de la Andrea por WhatsApp por favor.
Me asusté. Quizás le iba a decir lo que vio, me empecé a asustar.
—¿Por qué? —le pregunté —, ¿pasó algo?
Negó con la cabeza.
—No se va a enterar de lo que casi vi —respondió, dándose la vuelta y aliviándome —, solo quiero hablar de algo con ella.
Dicho eso se fue. Me calmé un poco al saber que no le diría, porque la tía me caía súper bien y no quería que me odiara por quitarle la inocencia a su hija o algo parecido.
"A LA HORCA", eso me diría.
Cerré la puerta detrás de mí y aprovechando que la Andrea aún no salía del baño, le envié el número a mi mamá. Luego de eso ella salió, con un pijama puesto, el mismo que utilizó ese día que fui a su casa luego se hablar por teléfono, cuando pensé que se había asfixiado por la tos.
—Tu mamá nos cachó —me dijo, riéndose —. Que vergüenza, ¿cómo la voy a mirar a la cara ahora?
Me le acerqué y la abracé.
—Ni se va a acordar mañana en la mañana —traté de calmarla.

*****
Nota de la autora:

Holiii, ¿qué les pareció este capítulo?, ojalá les haya gustado:( el Pablito corazoncito de melón narró, así que pudieron ponerse en sus zapatos aunque sea en este cortito pedazo de historia.

Espero que estén bien <3, recuerden seguirme en mi Ig.

Un beso ☺️💗💗

Avíspate, por fa/ ChilensisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora